Felicidad. Mientras las brasileñas se abrazan al final del partido de voleibol de playa que se disputó ayer en la arena de Copacabana, las alemanas celebran al fondo la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Río 2016.

La historia se repite

Alemania lo volvió a hacer. Enmudeció un estadio brasileño completamente lleno, al hundir sus sueños de gloria deportiva. Esta vez cambió el escenario y el deporte, pero dejó la misma decepción que hace dos años, cuando eliminó al local del Mundial de

Alemania lo volvió a hacer. Enmudeció un estadio brasileño completamente lleno, al hundir sus sueños de gloria deportiva. Esta vez cambió el escenario y el deporte, pero dejó la misma decepción que hace dos años, cuando eliminó al local del Mundial de fútbol con un 7-1 inolvidable.

La final de voleibol de playa era el escenario perfecto para que Brasil obtenga la medalla de oro en los Juegos Olímpicos. Era su playa, la de Copacabana, en los graderíos había diez mil aficionados locales y apenas dos mil del resto del mundo; y jugaban sus dos mejores representantes: Agatha y Bárbara.

Por eso la fiesta fue inmensa desde que las dos pisaron la arena. Las recibieron apagando todas las luces y solamente iluminando con el flash de los teléfonos celulares. Un espectáculo improvisado en el que los aficionados dejaron un gran recuerdo.

Al frente estaban Laura Ludwig y Kira Walkenhorst, dos alemanas que se ganaron a pulso su paso a la final. Su estatura causaba respeto, pero había la confianza en las auriverdes.

Y la fiesta fue colorida. Tras cada punto o cada descanso se ponía música por los altoparlantes y la gente bailaba. Había una canción para todo tipo de jugada, desde las imparables que eran bailadas a ritmo de rap y gritando “monster ball”, hasta los ‘as’ que eran festejados al ritmo de Danza Kuduro, de Don Omar.

El primer set fue lleno de bailes. Mientras las jugadoras de los dos equipos se lanzaban de un lado al otro tratando de salvar los puntos, en las gradas todos disfrutaban y flameaban las banderas. Estaban felices porque el partido era parejo.

Las dudas llegaron al finalizar el primer set 21-18. Ya algunos dejaron de divertirse y empezaron a mirar con preocupación. No les animó ni el pequeño concierto de samba durante el descanso.

Sus dudas se incrementaron en el segundo set, cuando las europeas tomaron el control absoluto del juego. Ya eran pocos brasileños sumados a las canciones o bailando samba. Ya solo había preocupación. A veces un poco de ánimo porque las locales reaccionaban y se acercaban en el marcador, pero eran cosas muy pasajeras.

Al final, las alemanas se impusieron y con dolor, pero demostrando un gran respeto, los 12 mil asistentes aplaudieron a las europeas. Les reconocieron la supremacía. Los aplausos también fueron para las brasileñas, para darles ánimo. Ellas lloraban desconsoladas.

Una hora antes el segundo equipo de Brasil, compuesto por Talita y Larissa, perdió la batalla por el bronce ante las estadounidenses Kerri Walsh Jennings y April Ross.