
La hojalateria, un oficio que se resiste a desaparecer
Cuatro hojalateros de Cuenca se resisten a que muera el arte de trabajar con láminas metálicas, oficio tradicional que tuvo su apogeo en los siglos XVIII y XIX.
Es el arte de elaboración manual de barriles, cantarillas, baldes, bebederos, comederos, jarros y utilitarios en lata, que hoy en día han sido reemplazados por objetos de plástico. De los 20 artesanos que existían, tan solo unos cuatro mantienen lo aprendido de sus ancestros. Los 16 restantes están dedicados a la reparación de objetos de hojalata, indicó Juan Gutiérrez, hojalatero de 52 años de edad que ha heredado el oficio de su bisabuelo.
“Soy la cuarta generación. Con el apoyo de Dios sigo trabajando en hojalata y otros artículos en bronce y cobre, que son parte de la hojalatería”, manifestó Juan, luciendo un vendaje de color negro en su hombro izquierdo para paliar una lesión de tendón producida por lo fuerte del trabajo.
El hombre mostraba una chocolatera, recipiente en el que en los años 1935 y 1940 las abuelitas preparaban el delicioso dulce proveniente del cacao. “Ahora estos artículos sirven para decorar las casas, ya que en la actualidad hay chocolateras de fierro enlozado”, anotó Gutiérrez.
El taller de Juan está en la subida de El Vado, uno de los primeros barrios de Cuenca. La investigadora Ana Abad, en su libro ‘La hojalatería: arte, oficio y realidad’, reseña que junto al barrio de El Vecino se ubicaban los dos territorios donde se asentaron estos artesanos desde la misma fundación de Cuenca.
Juan y su padre José Gutiérrez fueron galardonados en dos ocasiones con el premio ‘Gaspar Sanguina’, otorgado por la Municipalidad de Cuenca por mantener el arte de la hojalatería.
Ahora los trabajos son pocos, cosas utilitarias para la agricultura, ganadería, avicultura, que “comparto con objetos decorativos, y de vez en cuando hago alambiques, instrumentos de cobre que se utilizan para la evaporación y posterior condensación de los alcoholes de diferentes mezclas, y uno que otro objeto de cincelado”, detalló Juan.
Varios de los trabajos hechos por el artesano cuencano han sido llevados al hotel Palma Royal en Galápagos, Santa Cruz, EE. UU., Nueva Zelanda, Austria, España, etc. “Gracias a Dios la gente europea todavía aprecia estos trabajos hechos a mano”, comentó el hojalatero cuencano.
Junto al taller de Juan está el de Wilson Durán, artesano que aprendió el oficio de la mano de José Gutiérrez, padre de Juan.
Durán se dedica a hacer cantarillas, montes de vela, espermeros, canaletas para el agua lluvia de las viviendas y objetos decorativos.
El tool galvanizado y zinc se utilizan para la confección de artículos decorativos, anotó Durán, mientras con un palo de escoba y unos clavos, a manera de compás, dibujaba sobre la plancha de hojalata las líneas para el corte del material para fabricar los objetos mediante sueldas de estaño.
Más abajo, en la misma calle está el taller de Raúl Merchán. “Este oficio lo aprendí por obra del destino”, dijo al explicar que comenzó ayudando a un vecino, José Gutiérrez.
Desde allí “se me pegó el gusto por este oficio del que nunca me he separado”. Señaló que las obras que más le encargan, especialmente la gente de la tercera edad, son arreglar y construir barriles, cantarillas, baldes y jarros. Además de trabajos en maquetas de estudiantes universitarios.
Sus clientes son de otras provincias, como Chimborazo, Loja, sectores del Oriente y los migrantes azuayos que viven en el extranjero. (F)
La utilería se conserva en monasterios
Obras en hojalatería hechas en los siglos XVIII y XIX, como marcos para cuadros, floreros, candelabros, faroles, se conservan en monasterios y conventos de Cuenca, como los de las Conceptas, el Carmen, Todos Santos y el Cenáculo, según consta en la obra de Ana Abad.
Antiguamente los hojalateros trabajábamos en las latas, piezas delgadas de acero, que eran la base de las obras. “En la actualidad trabajo con hierro fundido, aluminio, metales galvanizados, zinc, cobre y acero inoxidable, pero el oficio y la fuerza de voluntad persisten”, agregó Raúl Merchán.