Recorrido. El político de ultraderecha Geert Wildersm, del PVV, haciendo campaña en Valkenburg, Holanda.

Holanda toma el pulso al populismo en Europa

Geert Wilders es el primero en someterse a las urnas. Según analistas, el resultado no marcará el paso en Francia y Alemania

Juan Diego Quesada

El País / Especial para Expreso

Holanda se prepara para medir en las urnas la fuerza del populismo en Europa. Animados por el Brexit y la victoria de Donald Trump, los partidos de extrema derecha acabaron imponiendo en la agenda los discursos antiinmigración y de fobia que amenazan el proyecto común. El extravagante Geert Wilders, un político dispuesto a prohibir el Corán y cerrar mezquitas, es el primero en someterse al juicio de las urnas, este miércoles, y saber si cuenta con los apoyos para empezar a construir, junto a Marine Le Pen y otros partidos radicales, la nueva Europa.

La del miércoles es la primera gran votación en un año en el que habrá también elecciones en Francia y Alemania, donde los sondeos pronostican la mayor victoria de los derechistas desde la II Guerra Mundial. Sin olvidar a Italia, que acudirá a las urnas entre septiembre y mediados de 2018. Allí ha brotado un sentimiento antieuropeísta más o menos oculto hasta ahora. También ha aparecido el presidente ruso Vladímir Putin, la figura que sobrevuela todas las consultas por sospechas de una posible injerencia de Moscú -una intromisión que llevó a Holanda a recuperar el recuento manual de papeletas para evitar cualquier pirateo- y que acaba de firmar un acuerdo de colaboración con la xenófoba Liga Norte de Matteo Salvini.

Volendam es un pintoresco y acomodado pueblo pesquero del norte de Ámsterdam de calles adoquinadas y veleros amarrados en el muelle. Es uno de los bastiones del PVV (Partido por la Libertad), la formación de Wilders. No hay rastro de inmigrantes por estos lares, pero sus habitantes creen que su estilo de vida está amenazado, sobre todo por el islam, religión que profesa alrededor del 6 % de la población.

“Antes venían españoles a trabajar y nos parecía bien. Ahora llegan islamistas que vienen a imponer sus leyes. Nos roban las tradiciones. Voy a votar a Wilders, es el único político que defiende a Holanda y a su gente”, dice Don Caruso, un señor de 75 años con nombre de tenor que vende helados junto al mar y cree que el Gobierno holandés “regala casas y prestaciones por desempleo” a todo el que llega.

El programa electoral de Wilders cabe en un folio, pero ha hecho suya la idea de que Europa ha sido invadida por un islam radical que quiere cambiar las costumbres y los valores locales, y es el momento de hacer algo. En los últimos días ha perdido fuelle en la intención de voto ante el actual primer ministro, Mark Rutte, liberal de derechas.

De todos modos, ninguno de los dos podrá gobernar sin el apoyo de otras fuerzas y nadie quiere a Wilders de socio. Con los socialdemócratas casi en fuera de juego por su incapacidad de conectar con la problemática de la nueva sociedad, los analistas políticos prevén un Gobierno de tres o cuatro partidos (de los 28 que se presentan) sin contar con él, aunque fuese el que más votos sacara. El político socarrón y de verbo fácil que nunca se anda por las ramas a la hora de expresar una idea puede quedar inhabilitado por un cordón sanitario.

Tras las elecciones en Holanda, llegará el turno a Francia y Alemania, pero Adriaan Schout no cree que los resultados de unos comicios vaya a influir en los otros. El investigador del Instituto de Relaciones Internacionales Clingendael de La Haya, asegura que se votará en clave nacional, aunque con “problemas paralelos” que han abonado el repunte del populismo como la inseguridad, la globalización, la pérdida de empleos o la integración de los musulmanes.

Schout resta importancia a Wilders: “Ese 20 % de apoyo que parece tener es el mismo que hay en otros países hacia la extrema derecha. Miremos a Le Pen, Bélgica, Suecia, Austria, Dinamarca...”. “Mucha gente le da la razón en el tema de la inmigración, pero no quieren marcharse de Europa, como propone Wilders”, sentencia.

Los holandeses sienten que el mundo nunca les había prestado tanta atención. “Son las elecciones más importantes que hemos tenido. No es un debate sobre economía y leyes. Nos jugamos la paz, el bienestar”, dice Linde Jooesten, una diseñadora gráfica de 30 años.

Jooesten va a votar al partido animalista, en las antípodas de Wilder. Ella y Caruso viven a una decena de kilómetros, nacieron en el mismo país pero habitan en dos realidades diferentes. Holanda decidirá el miércoles qué dirección toma.

La carrera del ‘Trump holandés’

La comparación entre Geert Wilders y Donald Trump es fácil, porque ambos tienen el mismo pelo despeinado, son adictos a Twitter y a la retórica contra el islam, pero también hay notables diferencias entre ellos. Con casi dos décadas en el Parlamento, Wilders es desde hace tiempo la piedra en el zapato de lo que él llama “la élite” política. Su discurso le ha valido entrar en las listas negras de Al Qaeda. Vive bajo permanente protección policial. Y su seguridad limita sus contactos con el mundo exterior.