Icaro

Una de las historias de la mitología griega que más me gusta es la de Ícaro y su caída al mar. Ícaro, hijo del arquitecto Dédalo, se encontraba retenido junto a su padre por órdenes del rey Minos. Buscando su libertad, la creatividad de Dédalo floreció. Saldría de su prisión con alas. No necesitó mucho, solo cera y plumas. Como es de imaginarse, lograr su objetivo era delicado. Por eso, antes de partir advirtió a su hijo no volar cerca del sol. El calor derretiría la cera y su destino sería la caída. Ícaro creyó haberlo entendido, pero llegado el momento no pudo dejar de deslumbrarse. Al ver cómo ascendía, trató de volar tan alto como los dioses. La vanidad de Ícaro causó su fin. La isla de Icaria es un recuerdo de cómo la vanidad resulta mortal. Peor en un político que quiere ser recordado por la historia, que busca que su nombre signifique un antes y un después. Según Max Weber, este es el peor pecado que puede tener un líder. Pierde la facultad de trabajar por la causa y termina trabajando para él.

Señor presidente, permítame hacerle la misma advertencia que Dédalo hizo a su hijo: cuidado vuela muy cerca del sol. Tengo la impresión, señor presidente, de que cree que resolver la tragedia que vivió el Ecuador es su responsabilidad exclusiva. Entendemos la necesidad del Estado, pero le pedimos que en su intento de legitimar su acción, no minimice la nuestra. Sí, no repararemos carreteras con atunes (evidente), mas, detrás de los cientos de miles de toneladas donadas, de los mensajes de ánimo que escribimos en sus tapas, del agradecimiento de nuestros hermanos, está la fibra de lo que somos y no una “solidaridad de teletón”. Le doy el beneficio de la duda, entiendo que reaccione así; tal vez crea que es el momento de mostrar su liderazgo. ¿Quiere mostrarlo? Siga su consejo: “la gente está en “shock”, por lo que es importante mantener la cabeza fría y liderazgo para evitar que los afectados caigan en pánico”. ¿Quiere mostrarlo? Recuerde que tiene al país en sus espaldas, así que por favor, deje de tratar de llegar al sol, que como Ícaro, no es un dios.

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