Los hospitales Teodoro Maldonado y Carlos Andrade del IESS, comparación necesaria
ANÁLISIS. Ambos pasaron por la misma crisis en pandemia. Las cosas cambiaron para bien en uno y no tanto en el otro
Los descendientes del Dr. Teodoro Maldonado Carbo seguramente se sienten muy mal cada vez que ven en las noticias la deplorable situación por la que atraviesa el hospital guayaquileño que lleva el nombre de su ancestro. Sensación diferente deben tener quienes descienden del Dr. Carlos Andrade Marín, pues este hospital quiteño está saliendo de la crisis en la que se encontraba.
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Estos hospitales, regentados por el IESS, pasaron por la misma situación de crisis durante la pandemia. Ambos fueron presas de la corrupción impuesta por mafias que se enquistaron gracias al famoso reparto de los hospitales. Todavía están frescos los negociados de los insumos con sobreprecio, las fundas para cadáveres, las mascarillas y las pruebas de COVID. Sin embargo, desde el año 2020 a la fecha las cosas han cambiado para bien en el Andrade Marín y para no tan bien en el Teodoro Maldonado. ¿Por qué?
En este análisis vamos a dejar a un lado la parte médica porque en ambos hospitales se ha avanzado notablemente. En los dos hospitales sus médicos realizan semanalmente trasplantes de corazón y riñones. Tanto en el hospital de Quito como en el de Guayaquil hay personal capacitado y eficiente, no lo ponemos en duda. La diferencia abismal está en su infraestructura, equipos e higiene.
El CAM de Quito y el TMC de Guayaquil tienen el mismo tiempo de construidos y su capacidad es similar, pero el TMC parece que se está cayendo en pedazos mientras el CAM tiene sus instalaciones impecables.
Rosa Angélica Dolores Argudo Coronel, auxiliar de esterilización del Hospital de Especialidades José Carrasco Arteaga en Cuenca, fue despedida intempestivamente. Argudo es el centro de al menos tres investigaciones en la Fiscalía.
— Diario Expreso (@Expresoec) September 28, 2024
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La última vez que estuve en el Maldonado fue hace dos años y su situación no ha cambiado en nada hoy en día. Los aparatos de aire acondicionado no funcionan, los pisos están mugrientos con sangre, las ratas se pasean por los corredores y hasta muerden a los pacientes, las ventanas rotas y sin cortinas son comunes en algunas habitaciones, por las que entra el sol sofocante durante el día y la lluvia en la época invernal. Sus dos tomógrafos están dañados por la saturación de uso que tuvieron durante la pandemia y el resonador magnético tampoco funciona debido a un accidente laboral en una limpieza. Pese a esto, en el último año se ha logrado recuperar 16 de los 24 quirófanos, están habilitadas 68 unidades de cuidados intensivos; se ha implementado, al igual que en Quito, el robot Da Vinci (un sistema para realizar cirugías de alta precisión y seguridad), se incorporó un microscopio Leica para realizar neurocirugías y otro para operaciones de oídos.
El problema del TMC radica en la inestabilidad de sus administraciones y en la falta de planificación en el crecimiento de su estructura. Para muestra un botón: en 2020 se inició la construcción de tres pisos adicionales para incorporar 100 camas hospitalarias en el área oncológica, sin embargo, después de haber invertido más de tres millones de dólares, los directores del IESS decidieron no continuar la obra porque consideraron que era mejor construir un nuevo hospital. Nunca se construyó ese nuevo hospital y la obra en el TMC está botada.
A diferencia del CAM, que ha sabido lograr una estabilidad en su administración, los administradores del TMC son cambiados constantemente y cada cambio significa que ‘todo lo anterior está mal hecho y hay que hacer esto que yo propongo’.
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Leer másUna funcionaria del hospital, cuyo nombre no debo mencionar por su seguridad (en marzo 2023 fue asesinada la directora financiera del TMC), me comentó que la injerencia política no ha desaparecido. Los hospitales todavía “pertenecen” a asambleístas que constantemente visitan a los administradores para dizque inspeccionar cómo está el hospital. De salida van sugiriendo que se contrate con tal proveedor o que se incorpore a tal coordinador; si esto no sucede presentan una denuncia en una de las tantas comisiones de la Asamblea y piden la destitución de los administradores.
El último factor que marca la diferencia entre estos dos hospitales está en los recursos económicos que se les asigna. Mientras el Andrade Marín cuenta con un presupuesto aproximado de 180 millones de dólares, el presupuesto del Maldonado Carbo es de 118 millones, de los cuales 70 millones se van en sueldos del personal y 48 quedan para compra de instrumentos y medicinas. Esta es la razón principal por la que no se reparan los equipos, no se adquieren todos los fármacos necesarios y no se invierte un solo centavo en infraestructura. Además, hay procesos paralizados en Sercop; en algunos casos por sospechas de sobreprecios (por ejemplo: reparación de la climatización) y otros, por negligencia burocrática.
Las comparaciones son odiosas, pero necesaria en este caso. Si el Hospital Carlos Andrade Marín ha podido resolver muchos de sus problemas, también puede lograrlo el Teodoro Maldonado Carbo. La corrupción y la influencia política nunca dejarán de estar presentes en estas instituciones, pero hacerles frente y disminuir su poder puede darse con administradores que estén dispuestos a enfrentar a las mafias y con gobiernos decididos a apoyarlos.
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