Ceremonia. La bandera negra es flameada sobre los sacerdotes que están postrados simbolizando la muerte.

La Iglesia insiste en su llamado al dialogo y la fraternidad

En Quito se desarrolló el Arrastre de Caudas, uno de los rituales principales de la Semana Santa z La ceremonia religiosa se cumple, únicamente, en Ecuador

Se ha convertido en un signo de identidad. Sobre todo, de los católicos. Como todos los miércoles de Semana Santa, la ceremonia del Arrastre de Caudas se escenificó, ayer, en la Catedral de Quito.

Un ritual que, según la tradición, tiene origen romano. Las reseñas oficiales cuentan que nació en la Catedral de Sevilla y luego fue llevada a Lima y Quito. En la actualidad se realiza solo en la capital ecuatoriana. El Arrastre de Caudas rinde un homenaje a Jesucristo, como el general muerto, que libera a la humanidad de los pecados.

Este año, sin embargo, el mensaje de la Iglesia católica trascendió el ámbito espiritual. La coyuntura política-electoral también fue parte del discurso de monseñor Fausto Trávez, primado de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.

Él presidió la ceremonia y luego insistió en su llamado al diálogo nacional. “Lo más importante es el diálogo, la fraternidad y la comprensión. No es, simplemente, de hacer lo que uno quiere, busquemos lo que Dios dice y todo lo que hemos pensado los ecuatorianos”, dijo.

También envió un mensaje a las agrupaciones políticas –aunque no las mencionó– que están pendientes del resultado de las votaciones para la elección del nuevo presidente de la República así como a las autoridades electorales. “Expliquemos, tenemos obligación de dar explicaciones pero también comprendamos lo que significa el número uno tras otro sumados. Yo no puedo decir si está bien o está mal, pero ecuatorianos a vivir la fraternidad, comprensión y el diálogo”, prosiguió.

En el Arrastre de Caudas, Trávez, como cabeza de la Iglesia en el país, tuvo un rol protagónico. En el desfile fúnebre y bíblico participaron también los sacerdotes Hugo Reinoso, Luis Tapia, Justino Manosalvas, José Cadena, José Valdivieso, Jorge Villareal y Ramiro Rodríguez.

El arzobispo con la capa magna y un bonete cubierto por cogulla (túnica con capucha utilizada en la liturgia católica). Los canónigos –con enormes capas negras sobre la túnica y vueltas de terciopelo– llevan la cauda negra, de varios metros de largo, desplegada en toda su extensión.

La ceremonia se cumplió ante la Gran Cruz o Cruz Verdadera que contiene una reliquia de la cruz original en que fue crucificado Jesucristo. Una pieza como esa, está en cada una de las catedrales del mundo. Ante la cruz rezaron Las Vísperas (salmos), se pronunciaron los cánticos para luego hacer la procesión.

El desfile cubrió todo el templo. Los canónigos caminaban arrastrando sus caudas, al son de una marcha fúnebre. Los sacerdotes, vestidos de negro, simbolizaban la humanidad ennegrecida por el pecado.

La ceremonia continuó con la batida de la bandera negra con la cruz roja. Primero sobre el altar y, luego sobre los sacerdotes quienes permanecen arrodillados y después postrados. El principal de la Iglesia ecuatoriana cumplió este ritual frente a la ciudadanía que se dio cita desde muy temprano en el templo. El acto concluyó con un llamado a la unidad espiritual y de conciencia de los ecuatorianos.

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