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Daniel Noboa en la colocación simbólica de la primera piedra de la cárcel
Declaración: El presidente Daniel Noboa se refirió de forma irónica sobre las presuntas declaraciones sobre su inhabilidad mental dadas en la Asamblea en un acto en Santa Elena.Joffre Lino

El imaginario presidencial

¿Si nadie ha dicho que Noboa está loco, de dónde sacan las acusaciones? Calificarse como tal, puede traer ciertos conceptos

La única persona que conspira contra el presidente de la República es Daniel Noboa. No se ha escuchado a ningún asambleísta mencionar siquiera las palabras juicio político o destitución. Nadie ha dicho que el presidente está loco o que está dentro de la causal de destitución por incapacidad mental. Es más, la primera persona en decirlo fue el viceministro de Gobierno, Esteban Torres, quien aseguró que en la Asamblea Nacional hay un grupo de legisladores que pretende destituir al presidente.

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Hasta aquí hubiera parecido otra metedura de pata a las que nos tiene acostumbrado Torres, sin embargo, cuando el asambleísta de la bancada de Gobierno, Fernando Jaramillo, pidió que se inicie una investigación penal por intento de inhabilitar al presidente sin presentar pruebas o citar un solo nombre; cuando la coordinadora de la bancada oficialista, Valentina Centeno, acusa a la misma Asamblea de querer inhabilitar al presidente basando su acusación en el cambio del orden del día para rechazar las declaraciones de Daniel Noboa al The New Yorker, en las que arremetió contra otros jefes de Estado, y cuando el mismo presidente Noboa, al presentar el inicio de la construcción de un centro carcelario en Santa Elena, usa varias veces la frase “me llaman loco por…”, solo cabe una conclusión:      Se trata de una estrategia creada en el Palacio de Gobierno. 

Una estrategia absurda que le causará daño a su imagen, pero que seguramente sus asesores piensan que es la correcta para enfrentar a la oposición.

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¿Pero si nadie ha dicho que el presidente está loco y la Asamblea Nacional aclaró que ningún asambleísta ha propuesto o mencionado la posibilidad de enjuiciar o inhabilitar al presidente, de dónde sacan estas acusaciones? Del imaginario presidencial.

Es posible que la crónica del The New Yorker le haya afectado emocionalmente al presidente. Es comprensible la molestia que debió sentir al leer que un periodista de jerarquía internacional escriba que “varios de sus asistentes me especularon que está dentro del espectro del autismo”, pero es precisamente en estas circunstancias cuando un mandatario debe reaccionar de la manera contraria a la reacción que ha tenido Daniel Noboa.

Autocalificarse de loco solo puede traer a la mente de los ciudadanos la posibilidad de que efectivamente lo esté. La ciudadanía en su imaginario va a comenzar a ver rasgos – existentes o no – de su personalidad que podría mal llamar rasgos de locura; y ya tenemos la experiencia de políticos que se han autocalificado de locos. Nos reímos, nos causa cierta gracia, pero siempre vamos a desconfiar de sus acciones. Se volverá inevitable pensarlo o imaginarlo, aun cuando después nos digan que no lo está. Es como cuando le piden a alguien que no piense en un elefante. Lo primero que hace es pensar en un elefante.

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Las palabras utilizadas por el presidente y sus colaboradores políticos no son ingenuas, fueron escogidas. Lamentablemente mal escogidas, porque le dan validez a un calificativo que no estaba en la mente de la ciudadanía.

Si el presidente utilizó esa frase como reacción a lo que escribió Jon Lee Anderson, lo hizo muy mal porque estaría estigmatizando a todo un conglomerado con familiares, amigos, alumnos, compañeros, de quienes en algún grado están dentro del espectro del autismo.    Si Noboa banaliza sobre el trastorno autista, quienes lo tienen, seguramente estarán molestos al saber que el presidente los considere locos, cuando en realidad, en su gran mayoría, su condición no implica una situación que les impida desempeñarse adecuadamente en la sociedad.

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Su reacción en Santa Elena fue lamentable. El evento debió ser un acto de esperanza en la lucha contra la delincuencia. Este centro carcelario es una muy buena obra y representa un alivio para el país en momentos en los que las fuerzas del orden luchan sin tregua contra el crimen organizado. Su intervención se convirtió en un discurso político en el que el mismo Noboa se puso una zancadilla.

Como guinda del pastel bautizó al nuevo centro penitenciario, “Cárcel del Encuentro”, evocando el eslogan que utilizaba el gobierno de Guillermo Lasso. Desconozco los motivos que tiene para que lo haya hecho, pero más allá de todos los errores que haya cometido y de su fracaso, ningún gobierno democráticamente elegido merece que una cárcel lleve su nombre. Con el imaginario siempre hay que tener cuidado, nos puede llevar a cometer actos de crueldad. No sea que en el futuro alguien del “Nuevo Ecuador” termine de huésped en ese lugar.

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