La infancia infectada
Psicólogos y maestros advierten que el encierro causa otro tipo de pérdidas a los niños que afectan su normal desarrollo
Sí. Los conceptos de ‘infancia infectada’ y de ‘infancia en juego’ se refieren a los efectos del coronavirus en los menores de edad. Pero no aluden a la fiebre, tos y otros síntomas físicos, sino a otros menos visibles pero tanto o más dañinos a mediano o largo plazo, dado que lo que amenazan es el normal desarrollo de esa etapa clave de la vida.
Esta ‘infección’ también es causada por la COVID-19, pero no se refiere a lo que pasa en el organismo de los niños, sino en su personalidad: el obligado y largo proceso que ha implicado la cuarentena, luego el aislamiento y ahora el distanciamiento social, les ha ‘inhibido’ la que constituye la mayor vía de formación de la persona en la niñez: la experimentación y aprendizaje mediante el juego.
Así lo plantea Esteban Levin, psicólogo y terapeuta de niños argentino, quien la semana pasada participó como expositor en un webinar organizado por la Universidad Casa Grande titulado ‘La infancia en juego’.
A ello Levin suma el cierre de las escuelas y el consecuente alejamiento de sus compañeros de aulas e, inclusive, de sus vecinos y de sus familiares. “Los niños están extrañando a los amigos, no los contenidos, no a la maestra a la cual algunos este año ni siquiera conocen. Porque con los amigos se produce el juego y en ese juego construyen un saber”, afirma el autor de varios libros relacionados con la infancia.
“Un niño sale y lo que ve y aprende afuera arma lo de adentro”, reitera para resaltar la importancia de esa interacción del infante con su entorno en la formación de su persona.
La catedrática y coordinadora de proyectos de investigación de Casa Grande, Marcela Frugone, quien también participó en el webinar, comparte ese concepto: “Se han abierto los centros comerciales, los bares, pero no los parques para que los niños puedan jugar. No solo es una infancia infectada, sino también una infancia invisible, porque no se considera la necesidad de los niños de jugar”, comenta a EXPRESO.
Y, por supuesto, agrega la importancia para ello de un espacio clave como es la escuela. “Los niños necesitan la escuela para tener interacción social y experiencias y eso debía poderse dar también a través de la educación virtual”, acota la licenciada en Trabajo Social.
La psicóloga educativa y magister en Desarrollo Temprano y Educación Infantil, Yanira De la Cadena Sáenz, habla no solo de infección, sino de duelo.
Alega que, para los niños, este tiempo de confinamiento ha generado pérdidas en muchos aspectos: las rutinas de la casa han cambiado, los papás están presentes más tiempo en casa pero no necesariamente interactuando con ellos; la escuela y sus amigos, las visitas a la familia ampliada como son sus abuelos, tíos, primos y, finalmente, los espacios públicos como los parques.
“Por tanto, los niños han tenido que asumir estas pérdidas y elaborar duelos en muchas ocasiones mostrando comportamientos que son difíciles de entender y manejar”, afirma.
Las clases virtuales no están cubriendo esas carencias. (No fueron concebidas para ello, sino para brindar una educación de emergencia). Tampoco parecen estarla supliendo las videorreuniones con sus familiares.
Una de las razones, según Levin, es que estas interacciones no están involucrando el cuerpo de los niños, que es muy importante en su forma de aprendizaje, sino solo el rostro. Y lo que propone, dentro del contexto de la pandemia, es justamente eso: “Procurar que el cuerpo del niño pueda salir de la casa a través de la imagen, a través de una pantalla”.
¿Cómo es posible hacerlo?, Levin plantea pasar de la conversación a la interacción con ellos. Al juego.
“Cuando nos conectamos por la pantalla, empezamos a hacer actividades: yo pongo un juguete y el niño pone otro. Jugamos a las escondidas: yo me oculto debajo de la mesa. No me quedo observando cómo el niño juega, cómo él aprende. Juego con él, aprendo con él, construimos un saber”, dice.
No solo las pantallas nos están dejando ciegos
Leer másDe la Cadena lo corrobora y relata que, como maestra de niños de entre 3 y 5 años, surgen actividades incluso sin planificación: jugar a las escondidas, pedirles que muestren objetos con una consigna, por ejemplo, su juguete favorito, objetos de algún color específico, etc.
Para los expertos, lo que los niños están perdiendo o lo que les ha infectado el confinamiento por la pandemia, no son tanto los contenidos, los currículos escolares, sino la posibilidad de relacionarse con otros, de seguir aprendiendo mediante el juego. Y ese es el desafío de maestros y padres.
Unicef: Una catástrofe generacional
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) reitera la gravedad de la situación para millones de niños en América Latina por efecto del cierre de las escuelas -obligado por la pandemia- y habla de “una catástrofe generacional”.
Informa que en la región se han reportado más de 11 millones de casos de COVID-19 y hoy, más de siete meses después del primero en Brasil, ha privado al 97 % de los alumnos de la región de su educación habitual. El cierre prolongado de las escuelas ha significado que aproximadamente 137 millones de niños y niñas sigan sin recibir educación presencial.
Infancia, a traves de la pantalla
Leer más“Para cada niño, niña y adolescente, esta pérdida tiene graves implicaciones para su futuro y cada día que pasa con las escuelas cerradas se va dando forma a una catástrofe generacional, que tendrá profundas consecuencias para la sociedad en su conjunto”, advierte en su informe ‘La educación en pausa’.