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Muertos por covid 19 por millón de habitantes
Ridículo. Los datos del Ecuador son una imposibilidad estadística.EXPRESO

Instantáneas coronavíricas: Batalla campal por un semáforo

Las cifras oficiales hacen el ridículo en todo el mundo. Los científicos desaconsejan la luz amarilla en la capital.  El Concejo Metropolitano debate toda la mañana en vano.

Una curva para morirse de las iras

“Es de locos”, dice el médico Ricardo Hidalgo, rector de la Universidad Tecnológica Equinoccial de Quito. En la pantalla, un gráfico demencial: son las curvas del número de muertes diarias de pacientes de COVID- 19 por cada millón de habitantes en diez países de América Latina. Que Ecuador se sitúe a la cabeza de la estadística no es una sorpresa: en casos de coronavirus por millón de habitantes este país es imbatible. Lo que llama la atención no son las cifras, es la forma de la curva, puesta a consideración del Consejo Municipal de Quito en una reunión con académicos para analizar la situación del coronavirus en la capital.

¿Curva? Hidalgo prefiere llamarla “garabato”. O “montaña rusa”. Los demás países presentan curvas estadísticamente verosímiles que sí, merecen ese nombre: arrancan de cero en marzo y experimentan un crecimiento sostenido y predecible hasta llegar, a fines de mayo, a 3,5 o 4 (Perú y Brasil), 2 (México y Chile) o menos de 1 (el resto). La de Ecuador, en cambio, es una línea quebrada que sube de 3 a 8 de un día para el otro, vuelve a bajar a 3 y vuelve a subir a más de 7 en el lapso de una semana: una imposibilidad estadística. Lo único que demuestra este gráfico, diseñado por el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades sobre la base de la información oficial proporcionada por los gobiernos, es que los datos del Ecuador no sirven para nada. Pero nada.

“Estamos haciendo el ridículo a nivel mundial”, concluyó el rector. Los demás científicos corroboraron la información. Uno de ellos, el epidemiólogo Andrés Peralta, insistió en la falta de datos confiables sobre los cuales basar la toma de decisiones. Otro, Daniel Simancas, rebatió a las autoridades no solo en sus cifras sino en sus criterios, y criticó la falta de vigilancia epidemiológica que deriva del hecho de que el ministro de Salud la considera innecesaria en fase de transmisión comunitaria activa: “Está totalmente equivocado”, dijo, es cuando más se necesita.

Vicente Almeyda, asambleísta socialcristiano

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Los científicos no comen cuento

Fueron 15 los científicos y académicos que se reunieron el lunes con el alcalde Jorge Yunda y el Consejo Municipal de Quito: rectores universitarios, médicos, epidemiólogos, investigadores sanitarios… Ni uno solo cree oportuno pasar en la capital del rojo al amarillo en el semáforo de la cuarentena. Quito no cumple, dicen, ninguno de los parámetros que justifiquen un paso semejante. A saber:

El número promedio de contagios por persona infectada debería ser menor a 1 por más de dos semanas. Aquí era de 1,2 a principios de mayo y es 1.3 esta semana. Está en alza.

Debería registrarse un descenso de casos de 50 por ciento durante tres semanas. Quito, por el contrario, es la ciudad con más casos nuevos en el país: más de cien por día.

El porcentaje de muestras PCR positivas debería ser menor al 5 por ciento durante al menos dos semanas. Aquí es mayor al 30 por ciento.

El número de muertes debería experimentar una reducción sostenida por tres semanas. Aquí creció en el 111 por ciento del 13 al 22 de mayo.

Esos son algunos de los criterios principales. Hay más. Quito no cumple ninguno. Ni uno solo. Más aún: las unidades de cuidados intensivos están llenas. Ya no hay camas. Más del 5 por ciento de los contagiados son médicos y enfermeros. En conclusión: “cambiar de semáforo ahora sería un suicidio”. Lo dicen los científicos. “Necesitamos una más estricta restricción de movimiento y confinamiento obligatorio hasta la semana 12, es decir, hasta el 17 de junio”.

Este mismo lunes, en las calles, una marcha contra las políticas económicas del Gobierno viola todas las medidas de distanciamiento social obligatorias durante el estado de emergencia. Era predecible: la avenida 10 de agosto se estrecha hasta su mínima expresión al convertirse en calle Guayaquil e ingresar al centro histórico. Este es el punto donde todas las manifestaciones se compactan. La Policía los dispersa. Los protestantes se lo toman como un episodio de la lucha de clases. No se dan cuenta de que es un tema de salud pública.

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Luis Reina, concejal de Quito
Concejal. El correísta Luis Reina puso su consigna por delante de sus razonamientos.EXPRESO

El Concejo resuelve no opinar siquiera

El lunes, en el Twitter, al concejal de Quito Luis Reina, correísta radical, le parecía fantástico que hubiera una multitud de manifestantes violando todas las normas de distanciamiento social y bioseguridad en las calles de la capital. Tuiteaba y retuiteaba fotos de las multitudes como si fueran la gran cosa. El martes, sin embargo, en la reunión del Concejo Metropolitano, se escandalizaba de solo pensar en un cambio de semáforo que permitiera a los quiteños salir a trabajar. “Con la vida no se juega, neoliberales”, escribió a mano alzada en una hoja de cuaderno que puso por delante de la pantalla. Y cuando le dieron la palabra, despachó su credo: “los obreros tienen vida, las mercancías no”. Una perogrullada. Él y los demás correístas convirtieron el debate sobre el cambio de semáforo en un episodio de la lucha de clases.

La jornada en el Concejo Metropolitano arrancó con el ministro de Salud, Juan Carlos Zevallos, pintando un panorama tranquilizador que no se compadecía en absoluto con el que fue trazado la víspera por los científicos. Uno de cada tres quiteños está inmunizado, reveló; el número de atenciones en emergencias disminuye; el sistema sanitario está preparado. Todo lo que dijo apuntaba al cambio de semáforo. ¿Y los criterios técnicos que Quito no cumple ni remotamente? Ni los mencionó. Le bastaron sus fantásticas cifras, desacreditadas hasta el oprobio el día anterior.

En medio de la disputa, el alcalde Jorge Yunda se mueve con pies de plomo. Desde la víspera venía hablando de “un semáforo amarillo con modificaciones”, frase que atrapó al vuelo en la reunión con los científicos y que, desde entonces, no volvió a soltar. Le fascinó, quizás porque puede significar una cosa o la otra y, de cualquier manera, contentar a todo el mundo. En todo caso, optó por una solución prudente. Yunda se retiró antes de que terminara la sesión y dejó a los concejales discutiendo bizantinamente el texto de una resolución insulsa que no resuelve nada: exhortar al COE cantonal a que tome una decisión sobre la base de criterios técnicos y científicos. O sea nada. A punto estuvieron de resolver que apoyarían la decisión del COE cualquiera que esta fuera, como quería y escribió el vicealcalde Santiago Guarderas. Media hora se quedaron puliendo los palabros.

JUAN CARLOS ZEVALLOS

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