Instantáneas coronavíricas: Todas las historias conducen a la cárcel
El exvicepresidente Jorge Glas quiere que lo traten como a un reo especialísimo, El expresidente Rafael Correa se desgañita tuiteando cuatro días sobre lo mismo
¿Qué corona cree que tiene Jorge Glas?
No recibirá Jorge Glas el trato especial que cree merecer y que sus abogados han intentado conseguirle. Un juez le negó el recurso de habeas corpus interpuesto por razones de “salud e integridad física”. Y dale con eso.
Juez de Latacunga niega habeas corpus pedido por Jorge Glas
Leer másNunca le gustó al exvicepresidente la cárcel de Latacunga, de la que tantas maravillas hablaron él y los suyos el día en que la inauguraron. “Una celda sin electricidad ni batería sanitaria”, como la describieron sus abogados, resulta aceptable cuando se la construye así para encerrar a otros. Pero cuando el que la ocupa es uno mismo, entonces vienen las crisis de ansiedad, el insomnio, la gastritis y la diarrea. Se termina rogando por medidas cautelares a la CIDH aunque pasara uno diez años hablando pestes de ella.
En enero, la CIDH pidió al Gobierno “proteger los derechos a la vida e integridad personal de Jorge Glas”. Una perogrullada: proteger la integridad y la vida de todo detenido es lo mínimo que debe hacer un gobierno. Cabe entender que Glas ya no se encuentra en una celda sin electricidad ni batería sanitaria pues no se ha vuelto a quejar de eso. Está muy bien: nadie debería ser encerrado en agujeros como los que construyeron Glas y los suyos. Nadie. Ni ellos.
Ahora se queja de otra cosa. Dice su abogado Harrison Salcedo: “Están jugando con la vida y con la integridad de Jorge Glas al exponerlo a la crisis carcelaria en la que hay amotinamientos todos los días, muertos todos los días y más contagiados de COVID”. Pues sí: las cárceles del país son miserables. Debería Harrison Salcedo militar en alguna de las organizaciones sociales que presionan al Estado para que adopte políticas públicas que mejoren las condiciones de los presos. Pero pretender que su defendido tiene que salir libre porque hay crisis carcelaria es una sapada. Luego vendrán todos los presos del país a exigir lo mismo con justo derecho. Menos mal se negó el pedido. Porque Jorge Glas no tiene corona. Hay que tratarlo como lo que es: un delincuente cualquiera.
A Rafael Correa le “faltan” firmas
Rafael Correa enloqueció en el Twitter. La Contraloría General del Estado recordó al Consejo Nacional Electoral su obligación de eliminar del registro de movimientos políticos a cuatro partidos que incumplieron con los requisitos de inscripción, entre ellos, el suyo, y el expresidente se desgañitó tecleando hasta la semiinconsciencia. Lleva en esto cuatro días. Verlo entrar en pánico es un espectáculo edificante.
Instantáneas coronavíricas: Mendoza va a hablar, hagan canguil
Leer másSi hace tres años “faltaron” firmas, dice Correa con su compulsiva manía de entrecomillarlo todo, ¿lo lógico no sería recogerlas? Por una vez, las comillas son pertinentes: no es que al movimiento Fuerza Compromiso Social (el partido de su corrupto amigo Iván Espinel que los correístas fagocitaron) le “faltaron” firmas. No: presentaron todas las que necesitaban y hasta les sobraron 501. El problema es que entre esas firmas había una gran cantidad que correspondían, por sus números de cédula, a ciudadanos fallecidos o inexistentes, otras duplicadas o falsas, en fin: no es que Fuerza Compromiso Social debe ser eliminado del registro porque le “faltaron” firmas. Fuerza Compromiso Social debe ser eliminado del registro porque cometió fraude en su inscripción, cosa que, por lo demás, es lo mínimo que se espera de un movimiento cuyo líder máximo es el cabecilla de una estructura criminal, un prófugo de la justicia.
Los otros partidos que comparten la suerte del correísmo son Podemos, del exprefecto del Azuay Paúl Carrasco; Libertad es Pueblo, del hermano del presidente de la República, Gary Moreno, y Justicia Social, de Jimmy Salazar, esposo de la corrupta confesa Pamela Martínez. El CNE debió eliminarlos hace rato pero tres de sus cinco consejeros se opusieron. Sí, ellos: Diana Atamaint, Esthela Acero y José Cabrera, a quienes la Asamblea Nacional quiso destituir y les salvó la campana. Una campana llamada Daniel Mendoza (en la política nacional, de un tiempo a esta parte, todas las historias conducen a una cárcel). Quizás la Contraloría pueda terminar ahora el trabajo que comenzó y dejó inconcluso la Asamblea.