Instantáneas coronavíricas: Funcionarios sueltos, quédese en casa
El ministro de Salud llama “proceso dinámico” al colapso de los hospitales. El Municipio de Quito prueba sus pruebas hasta el infinito. Los científicos renuncian a la ciencia
El ministro no quiere drama
Francisco Garcés, periodista de Ecuavisa, recorrió los hospitales de Quito y encontró pacientes infectados con coronavirus que llevaban tres días sentados en un sillón por falta de camas. Otros, ni eso. Jorge Piedra Cardoso, de radio Tomebamba, vio algo similar en Cuenca. El lunes reportaba seis pacientes sin cama en el hospital de la Seguridad Social, otros siete que tuvieron que ser trasladados de provincia y una situación que calificó como “colapso” en el Vicente Corral Moscoso. En ambas ciudades, la ocupación de las unidades de cuidados intensivos y áreas de emergencia es del cien por ciento: no entra uno más. Exactamente la situación que (lo tenía todo el mundo claro desde el día cero) causa muertos: el colapso de los hospitales.
Al colapso de los hospitales el ministro de Salud, Juan Carlos Zevallos, ha decidido cambiarle de nombre para que nadie se asuste. Ahora se llama (lo dice y lo repite a donde va, puerilmente satisfecho de su hallazgo tecnocrático) “un proceso dinámico”. Pasar tres días sentado en un sillón, sin poder respirar, esperando quizá a que se muera alguien para ocupar su puesto: “proceso dinámico”. Muy sensible, el ministro Zevallos.
Según él, no pasa nada. Nunca pasó. Cuando surgió la idea de construir un centro de atención de emergencia en el parque Bicentenario de Quito, fue el primero en decir que no sería necesario. Luego, por semanas, animó a la ciudad a retomar la normalidad aun cuando no se había pasado al semáforo amarillo. Esta semana hubo 1.500 casos nuevos de COVID en Quito y él sigue diciendo, como desde hace un mes, que todo está bajo control. En Ecuavisa fue incluso desafiante cuando le preguntaron por la falta de camas en los hospitales: “No, no existen -dijo irritado- y se lo digo claramente, no existen. ¿Por qué? Porque esto es un proceso dinámico”. Más claro: no hay camas y qué. Y luego: “no quiero que haya drama”. Como ordene, señor ministro. Hay que decirle al paciente del sillón que no se queje.
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Dos a dos. Jorge Yunda sacó el empate. Si tenía dos exámenes (uno del Ministerio de Salud de México y otro de la Universidad de las Américas, de Quito) que cuestionan la validez de las pruebas que compró para la detección del coronavirus, ayer consiguió otros dos que dicen lo contrario: uno de la empresa Synlab, que contrató para tener una tercera opinión, y otro de la coreana KTC (Korean Testing Certification) que nadie esperaba y se lo sacó de la manga. Así, el alcalde de Quito se siente autorizado a seguir comportándose como si los dos primeros no existieran. Dos a dos está bien. Todo muy técnico, todo muy científico.
México y la UDLA coincidían en que las pruebas del alcalde pierden efectividad cuando la proporción de virus en la sangre era inferior a 500 copias por microlitro. KTC y Synlab sostienen que siguen siendo efectivas aun por debajo de las cien copias. La diferencia es mucha. Quizá la comunidad científica tenga algo que decir al respecto. Pero la comunidad científica no ha visto los exámenes: Yunda los tiene guardados en un cajón y no los muestra. Tal cual. Solamente Linda Guamán, su funcionaria, los ha visto. Y a ella, cuando habla, no hay dios que la entienda.
No la entienden, para empezar, los concejales. Ayer se quejaron de eso. Y convencieron al alcalde (que no quería ni tratar el tema) de que publique los cuatro informes. Hasta mientras resolvieron, salomónicos, complicarlo todo aún más: solicitar dos nuevos exámenes de las pruebas (como si el problema fuera la falta de exámenes, y no su exceso) a “dos laboratorios imparciales” (como si los cuatro anteriores no lo fueran), uno nacional y uno extranjero. Dos exámenes más: se arriesgan a empatar de nuevo.
Mientras tanto, Yunda seguirá aplicando alegremente las pruebas; las pruebas seguirán produciendo falsos negativos por montones; los falsos negativos, creyéndose sanos, seguirán regando el virus por la ciudad; la ciudad mantendrá su curva ascendente sin variaciones. Es un “proceso dinámico”, diría el ministro de Salud que, por cierto, no ha dicho nada.
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Leer más¿Criterio científico? A veces sí, a veces no, depende...
Se llama “Consenso Multidisciplinario Informado en la Evidencia sobre el Tratamiento del COVID-19 de la Mesa Técnica de Trabajo del COE Nacional” y se deja ver por vez primera desde que empezó la pandemia. Está formado por una treintena de instituciones: las universidades (Central, San Francisco, UIDE, UTE, PUCE…), los organismos estatales (el Ministerio de Salud, el IESS, la Policía…), los hospitales de Quito (Metropolitano, Vozandes, Valles…), las asociaciones y organismos científicos (la Federación Médica Ecuatoriana, el Centro de Genética Médica, la Sociedad de Endocrinología…). Nombres con gran credibilidad para velar por la aplicación de los criterios científicos (y no otros) en el combate del coronavirus. Se supone. Y, sin embargo...
Esta semana firmaron un comunicado público sorprendente. El criterio científico, vienen a decir los integrantes del Consenso Multidisciplinario Informado, será tomado en cuenta a veces sí y a veces no, dependiendo de la minoría que reclame nuestra atención en ese momento. Porque hasta en tiempos de pandemia y emergencia sanitaria, la corrección política resulta más importante que la ciencia.
“Manifestamos el absoluto rechazo -escriben- a la promoción de cualquier tratamiento contra la COVID-19 que no tenga un asidero en la investigación científica contemporánea y sus estándares y pautas, como el dióxido de cloro”. Bravo. Pero añaden: “Entiéndase que esto no involucra a aquellas prácticas tradicionales y ancestrales de la salud de nuestro país centradas en la consecución del Buen Vivir y que se encuentren debidamente sustentadas”. ¿Debidamente sustentadas con los estándares y pautas de la investigación científica contemporánea? Obviamente que no.
En resumen: el dióxido de cloro, no (lo cual está muy bien), pero las inhalaciones de eucalipto sí, tal vez; la soplada del trago, probablemente; la frotación con el cuy o con el huevo, puede ser. Porque una cosa es la salud y otra, muy distinta, el Buen Vivir (¡dicen los médicos, las universidades, los organismos públicos!). Quizás moriremos todos de COVID-19, pero no será sin presentar nuestros respetos a la bandera de la pluriculturalidad.