Postal. El líder de la campaña por el ‘brexit’, durante su último mitin político.

Cuando un invencible pierde

Con mechones de pelo rubio -casi blanco- y sus muecas, el de Boris Johnson es uno de los rostros más reconocibles en el mundo político de Reino Unido.

No lo vio venir. David Cameron, el primer ministro británico que convocó un referéndum con el ánimo de zanjar de una vez y para siempre el debate europeo para, decía entonces, dejar sin piso a los separatistas, perdió.

No solo eso. Cameron no será el “capitán” que lleve a Reino Unido a su nuevo destino fuera de la Unión Europea. Así lo anunció ayer, luego de que no lograra convencer a los votantes para optar por la permanencia, poco después de conocerse el resultado definitivo. “La negociación necesita un liderazgo fuerte”, dijo al anunciar su retirada. Fue allí, ante el mismo atril a las puertas del 10 de Downing Street donde el miércoles anterior proclamó que “los británicos no huyen”.

El incierto camino que ahora emprende el país, ha añadido, “tendrá que ser con un nuevo primer ministro”.

El jefe del Gobierno dimitirá en octubre, cuando está previsto que se celebre el congreso de su partido. Había sugerido durante la campaña que su intención era seguir en su puesto pasara lo que pasara. Pero pocos dudaban que, si perdía, se ahorraría el sinsentido de dirigir al país hacia un destino contra el que lleva meses alertando.

Durante la madrugada del viernes, mientras los votos eran recontados, se confirmó la existencia de una carta de apoyo a Cameron, firmada por 84 diputados conservadores, entre los que se encontraban los propios Boris Johnson y Michael Gove, los dos viejos amigos que se han enfrentado con él en esta lucha fratricida y lo han vencido. La decisión “muy clara” que tomaron los británicos en las urnas provocó una rápida reacción del perdedor, que despojó de sentido a esa “operación salvar a Cameron”.

Del legado de sus seis años como primer ministro, cinco al frente de un Gobierno de coalición y uno arropado por una mayoría absoluta, Cameron ha destacado la innegable fortaleza económica de un país que recogió maltrecho por la crisis económica y que ahora, hasta el día de la votación, crecía con vigor.

Antes de las elecciones generales de mayo de 2015, Cameron anunció que no se presentaría a la reelección en 2020. Aquel anuncio convirtió la campaña del referéndum en una apenas disimulada lucha por su sucesión. Él mismo, en el Congreso del partido en otoño pasado, nombró a las tres personas que habrían de luchar por su sillón: su fiel escudero y canciller del Exchequer (ministro de Finanzas), George Osborne; la férrea ministra del Interior, Theresa May, y el heterodoxo exalcalde de Londres Boris Johnson.

Este último decidió enfrentarse al primer ministro colocándose en el lado del ‘brexit’. Jugó la carta más arriesgada. Y ganó. Cuenta con el apoyo popular y ahora su camino está más libre de obstáculos.

David Cameron, de 49 años, parecía intocable. Ningún otro primer ministro desde 1832 ha aumentado el porcentaje de votos y el número de escaños del partido después de cumplir una legislatura completa, cuenta con un oposición con alto índice de rechazo y es el único líder europeo que repitió el mandato mejorando los votos obtenidos. Parecía invencible, pero perdió.