Jefa de Infectología del Hospital del Niño: “Los menores que están en UCI tienen enfermedades que les comprometían”
Una visión experta en Educación y otra en Salud abordan el tema.
Ni el grito desesperado del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) preocupado por los tropiezos que sufre la escolaridad en el país ni los constantes anuncios del retroceso en el aprendizaje de los niños por falta de herramientas tecnológicas o adaptación, han sido contemplados a lo largo de la pandemia al momento de establecer como medida de bioseguridad el cierre de las escuelas en el país.
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Leer másEn Guayaquil, por ejemplo, el Municipio de Guayaquil se abstiene de seguir las recomendaciones del Comité de Operaciones de Emergencias (COE) Nacional, que el pasado 22 de enero informó la aprobación de una mayor apertura para el regreso a clases presenciales ante la baja considerable entre los casos notificados y confirmados por COVID-19.
Detrás de estos anuncios y restricciones, se escucha el lamento de una población muy pequeña que lleva casi dos años sin acudir a las aulas de clases. Son los niños del país que ya empiezan a expresar, a través de su comportamiento y rendimiento académico, las consecuencias de una escolaridad interrumpida hace dos años.
Una de ellas es Isabella, de 8 años, quien junto a su mamá, Lissette Bastidas, le conversó a este Diario lo mucho que extraña el aula de clases, a los docentes y, sobre todo, salir a recreo con sus compañeritas.
Interrumpir el regreso de los niños a las aulas, es no priorizar sus necesidades.
Su mamá, quien estudia y trabaja, se lamenta de no tener el tiempo necesario para acompañarla durante sus horas de clases. Sostiene que es casi imposible que los niños permanezcan concentrados frente a la pantalla durante horas. “Cuando nos ponemos a hacer tareas me doy cuenta de que hay muchas cosas que ella no logra entender en sus clases. Por eso he decidido inscribirla en clases de refuerzo”.
Hoy por hoy, las cifras expuestas por el Ministerio de Salud Pública, el pasado 19 de enero, reflejan que durante las primeras 3 semanas epidemiológicas del año 2022, se han detectado en el país 2.621 casos positivos en niños de 0 a 9 años de edad.
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Leer másSin embargo, para la pediatra infectóloga del Hospital del Niño Roberto Gilbert, Joyce Andrade, el manejo de información sobre los casos de COVID en este grupo etario ha sido expuesto de manera alarmante y no muy clara. Recomienda que hay que especificar que los niños que se encuentran en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), son aquellos que tienen un alto porcentaje de enfermedades base o comorbilidades.
“Si bien es cierto tenemos un incremento en las hospitalizaciones en el Gilbert, pero no todas son primariamente por COVID. Es decir, de los 44 ingresados (hasta el pasado 22 de enero), el 35 % de los pacientes ha sido diagnosticado aquí, pero ha llegado a urgencias por otras patologías e incluso accidentes. Del porcentaje restante, el 50 % se encuentra en salas de hospitalización con un cuadro de salud estable y sin necesidad de oxígeno. Solo un 15 % ha ingresado a cuidados intermedios o a la UCI, pero esto se debe a que estos pacientes poseen enfermedades congénitas que comprometen su salud”, detalló Andrade.
Es importante que conozcan las cifras para tomar medidas como vacunarse, no para alarmar.
Para Renata Castillo, coordinadora del programa de educación de la Universidad San Francisco de Quito, los tropiezos que ha sufrido la escolaridad de los niños han tenido un gran impacto en el aspecto social y motriz. Agrega que la educación virtual en el país solo va a ensanchar la brecha de desigualdad social y económica.
“Las autoridades tienen cifras y análisis de cómo la pandemia ha repercutido en la economía, el comercio y la salud de los ecuatorianos, pero no han escuchado ni observado cómo esto está perjudicando a los niños. No nos hemos puesto en sus zapatos. Me pregunto: ¿qué necesitan ver o qué tiene que pasar para que alguien alce la voz y exija que el retorno a las aulas debe ser ya?”.
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Leer másA lo largo de la pandemia, en Ecuador, el tan esperado regreso a clases no ha podido concretar todas sus etapas y ha sido interrumpido en varias ocasiones como herramienta para evitar la propagación del virus. Esto, pese al estudio realizado por Unicef que evidenció que “las escuelas no son un foco de contagio si se siguen los protocolos de bioseguridad”.
Los anuncios de la organización han sido reiterativos. El pasado 1 de diciembre, Unicef lamentó que las autoridades ecuatorianas hayan decidido detener la nueva fase de reapertura de escuelas por la propagación de la variante del coronavirus ómicron.
Semanas más tarde, en un comunicado, la directora de la organización, Henrietta Fore, recordó que los cierres previos de las escuelas en el mundo “han barrido décadas de progreso educativo y han convertido la infancia en irreconocible”.