Diligencia. El exvicepresidente Jorge Glas llegó a la diligencia acompañado por al menos tres miembros de seguridad. En la audiencia, con sus abogados Alejandro Vanegas y Eduardo Franco.

Jorge Glas volvio a perder

Apelación. El exvicepresidente Jorge Glas anunció que apelará a cortes internacionales.

Jorge Glas seguirá preso. La apelación a la sentencia de cinco años presentada por él y otros cinco condenados en el caso Odebrecht, entre ellos su tío, se estrelló contra las razones jurídicas de un tribunal penal de la Corte Nacional presidido por el juez David Jacho. El recurso de apelación fue denegado, la pena fue ratificada y la larga lista de pecados cometidos le fue restregada una vez más al exvicepresidente, que lo seguirá intentando: ahora le queda casación. Esta especie de ritual de escarnio público al que se somete se seguirá repitiendo.

El espectáculo de las audiencias de Jorge Glas sigue una puesta en escena hecha de estridencias verbales y excesos gestuales cada vez más intensa. Ayer, los cuarenta o sesenta que gritan en la calle aumentaron en número y en agresividad en algún momento de la tarde, cuando se les unió Ricardo Patiño, y terminaron lanzando huevos a los camarógrafos. Los antidisturbios los tienen a raya con doble malla metálica que ocupa toda la vereda y los controlaron fácilmente cuando el exvicepresidente llegó a la Corte a bordo de un todoterreno de alta gama, no el transporte regular de los presos cuando son conducidos a las audiencias, un carro muy costoso.

Ya en el octavo piso, Jorge Glas se detiene una fracción de segundo al salir del ascensor y echa los hombros para atrás, alza la frente, compone el gesto con una rigidez inevitable y así entra, envarado como un pajarito, a la sala de audiencias. Una mujer como de unos sesenta y muchos se le lanza literalmente al cuello por encima del cordón de policías y le besa la frente y le hace arrumacos en las mejillas, y llora y se desvanece y reza y llora. Hoy la sala está llena de gente como ella, partidarios propensos a la altisonancia y a las escenas de histeria. Hablan entre ellos a gritos, para hacerse oír. Se dicen que si les piden silencio es para que en la televisión no se vea que Jorge Glas tiene apoyo. Es la prensa corrupta aliada con la justicia perdida. Y no se dejan doblegar. “Aquí manda el pueblo”.

La verdad es que hay que reconocer la entereza con que el exvicepresidente afronta la larga y tediosa (dos horas de argumentación jurídica densa) lectura del veredicto. La ratificación de todos los puntos de la condena, la repetición de una historia que sabe de memoria: cómo constituyó una asociación ilícita con el fin de atentar contra la fe pública, cobró coimas por la adjudicación de obras estratégicas, encubrió transacciones, utilizó su autoridad pública para lograr beneficios y todo con plena conciencia del delito que estaba cometiendo. Él se sienta frente al juez mirando fijamente a un punto incierto y se lo traga todo. Luego hace un berrinche de minuto y medio y se va, mientras el público se indigna, llora y profiere amenazas a los jueces, a la prensa, al gobierno... “¡Muérete!”, le dicen al acusador particular, César Montúfar, y juran hacérselo pagar. Si así siguen las cosas, la audiencia de casación rozará el ‘gore’.

Ley derogada, sí, pero...

Uno de los principales argumentos de la apelación alude al hecho de que la sentencia se dictó sobre la base de un Código Penal derogado. Es cierto, dicen los jueces, pero se hizo en aplicación del principio de favorabilidad: ese código regía cuando se cometió el delito y su aplicación favorece al acusado.