Jorge Vivanco Mendieta

Se ha ido cumpliendo una ley inexorable, pero dejando el ejemplo de una larga trayectoria llena de mérito, porque la vida no solo es una cualidad, es un don que debe agradecerse.

El gran mérito de Jorge Vivanco es su permanencia en la verdad, en su verdad, durante esos sesenta años en los cuales, diariamente, aun en las cosas simples y elementales que también merecieron el tratamiento de su pluma, expresaba su criterio cargado de veracidad. Y lo hacía, además, con donosura y con un estilo que constituía un ejemplo del llamado bien decir, llevando al periodismo a convertirse en un género de la literatura, aunque en su caso esto era considerado como secundario, porque lo principal fue su compromiso con la verdad y con un patriotismo sin exageraciones ni declamación, sino serio y vertical, como deben tratarse las cosas profundas y las que privilegian y, a la vez, atormentan al espíritu.

Se sentirá la ausencia definitiva de Jorge Vivanco en las páginas de los diarios que engalanaron su estilo directo y, con frecuencia, ardiente, especialmente cuando trataba las perversiones y los vicios de los sistemas políticos, las falsedades y los convencionalismos, que suelen cambiar por un disfraz la indumentaria espiritual de cierta gente ubicada en la cúspide de la pirámide social.

Ya no estará Modesto Severo para llamar clara, simple y radicalmente a las cosas por su nombre, sin esperar recompensa ni temer las consecuencias que suelen traer consigo las posturas radicales y el culto irrenunciable a la verdad.

Esperamos, sin embargo, que el ejemplo brindado por Jorge Vivanco durante las seis décadas de su ejercicio Periodístico, así, con mayúscula, sirva para mantener viva la llama de la libre expresión del pensamiento, sin claudicaciones y sin cobardías, como debe de ser cuando se enfrentan las cosas trascendentes y fundamentales, que se han alcanzado tras un largo y duro batallar en todos los campos, durante la tormentosa conquista de los derechos esenciales del hombre sobre la tierra, uno de los cuales, sin el que la dimensión humana se halla cercenada y disminuida, es precisamente la cesión de la libertad para que la perviertan los caudillos tiránicos, a cambio de una falsa y tramposa prosperidad.

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