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El asambleísta Jaime Moreno, de Construye, fue uno de los interpelantes en el juicio político contra la exministra Andrea Arrobo.
El asambleísta Jaime Moreno, de Construye, fue uno de los interpelantes en el juicio político contra la exministra Andrea Arrobo.Foto: Flickr Asamblea Nacional

Juicio contra Arrobo: ocasión perdida para conocer la verdad de la crisis energética

Análisis | La Asamblea censuró a la exministra de Energía que prefirió callar por temor a represalias del Gobierno

Fue una oportunidad perdida. Se creía que el juicio político a la exministra de Energía Andrea Arrobo sería la ocasión ideal para ventilar una serie de verdades incómodas que rodean a la crisis eléctrica. Al fin y al cabo, ella conoce el problema por dentro; sabe aquello que el gobierno se esfuerza por ocultar; más aún: en su momento, llegó a mentir por el gobierno

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Y ahora está peleada con el presidente, peor que peleada: está siendo perseguida judicialmente por él; tiene la información en su poder y debe defenderse. ¿Qué mejor escenario que la Asamblea Nacional para cantar toda la verdad? Pero no: llegado el momento, intimidada por un gobierno al que ha aprendido a temer, la exministra no se presentó: “si digo lo que sé, mi vida corre peligro”, escribió en la dramática carta de excusa que remitió a la Asamblea.

Hablaba, por ejemplo, de los chats que mantuvo con el presidente Daniel Noboa y que rebelarían hasta qué punto él estuvo enterado de la crisis que se venía. Pidió al Pleno que analizara los documentos que había entregado a la Comisión de Fiscalización

La Asamblea prefirió no hacer olas, aprovechó la fácil oportunidad que se le presentaba para lanzar discursos de campaña electoral y, sin interesarse siquiera por su seguridad, la juzgó en ausencia y la censuró con 112 votos de 115 asambleístas presentes. Si el gobierno de Daniel Noboa convirtió a Arrobo en un chivo expiatorio, la Asamblea no dudó en hacer leña del árbol caído.

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El país sabe, desde ayer, que Andrea Arrobo decidió ausentarse de su juicio político por recomendación de su abogado, Felipe Rodríguez. Él mismo lo contó en un tuit. Y es comprensible: ante todo, ella tiene que defenderse en la Fiscalía de las denuncias por paralización de servicio público y traición a la patria, nada menos, que presentó en su contra el exministro de Gobierno hoy venido a menos Arturo Félix Wong. 

Es ahí donde la exministra se juega la libertad y el bienestar de su familia. La Asamblea, por el contrario, lo peor que puede hacerle es lo que le hizo ya: prohibirle ejercer un cargo público por algunos años. Y después de la experiencia vivida con Noboa, lo más probable es que Andrea Arrobo no quiera regresar al servicio público ni amarrada. 

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Eran los tiempos del cuento chino de la apertura de las compuertas de las hidroeléctricas para que escapara el agua de las represas. 

Fue el secretario de Comunicación Roberto Izurieta, quien por lo demás no comunicaba absolutamente nada a nadie, quien aseguró, como si lo hubiera visto, que abrieron las compuertas de la represa de Mazar

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Hoy, que el país ha aprendido a vivir pendiente del nivel de agua de las represas, se ha hecho una idea aproximada de la enorme cantidad de agua (varios días de aguaceros torrenciales) que se necesita no ya para llenarlas, nomás para subir su nivel en un metro. Izurieta pretendía que abrieron las compuertas y se vació en una noche. Esa misma semana supimos que Mazar no tenía compuertas. Todo era un fraude descomunal a la opinión pública para justificar la persecución de una ministra y lavar la cara del gobierno.

Se dijo también que Andrea Arrobo era un submarino correísta en el gobierno de Noboa. Entre sus asesores, ciertamente, figuraban insignes excolaboradores del ministro de Electricidad del correísmo Esteban Albornoz. Y fueron los integrantes de esa bancada los únicos que se opusieron al juicio político en su contra en la Asamblea. Curiosamente, en esta ocasión, decidieron abandonarla.  

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Un curioso episodio que, probablemente, marca el momento de esa decisión, protagonizó la bancada correísta en el inicio de la sesión del viernes. Se había instalado el Pleno puntualmente y con el cuórum reglamentario; se había constatado la ausencia de la exministra y conocido su segunda carta de excusa y Otto Vera, el vicepresidente encargado de la presidencia, había otorgado la palabra al asambleísta que cumpliría el papel de interpelante: Jaime Moreno, de Construye.

Y de pronto, los correístas desaparecieron. No había ni uno. Y como son legión, el cuórum estaba en duda. Pidió Jaime Moreno que se lo constatara y el presidente se negó. Lo volvió a pedir aduciendo obvias razones y Otto Vera se volvió a negar. 

Así tres veces, como si cumpliera instrucciones de la presidenta Viviana Veloz y supiera que los correístas volverían, que nomás estaban en el pasillo, poniéndose de acuerdo en algo inconfesable. Cuando volvieron, la bancada que había defendido a Andrea Arrobo se había convertido en un grupo dispuesto a saltarle al cuello.

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Fueron ellos quienes pusieron sobre la mesa los chats cuya publicación tanto temía la exministra, por considerarla peligrosa para ella. Ya la habían publicado en la red X varias cuentas mercenarias vinculadas con Andrés Arauz, con total desprecio por la seguridad de su antigua aliada. Y fue el asambleísta Franklin Samaniego quien los mencionó en el Pleno y hasta los proyectó sobre la gran pantalla. 

Chats que demuestran que Andrea Arrobo sí advirtió a Daniel Noboa sobre el estiaje y la consecuente crisis eléctrica pero él, en vísperas de una consulta popular, privilegió sus intereses electorales.

Ridículo sonó, ante semejante revelación, el reclamo del oficialista Adrián Castro: si la advertencia hubiera sido transmitida por el Quípux (el sistema de comunicación digital oficial de las oficinas de gobierno) quizás significaría algo, el WhatsApp no cuenta.

El caso es que los chats no eran necesarios. En la lista de pruebas de descargo remitidas por Andrea Arrobo a la Comisión de Fiscalización, y que la asambleísta Ana Galarza parece ser la única que revisó (nadie más habló de ellas) había suficientes evidencias de lo mismo: los informes que dirigió a varios ministros sobre el escenario energético, con la planificación estratégica para enfrentar el estiaje; e cronograma para la recuperación de termoeléctricas e hidroeléctricas que nunca se aplicó; los videos de las reuniones del directorio de Celec en los que se trató el tema; oficios sobre el alquiler de generadores... 

No, Andrea Arrobo no ocultó al gobierno la gravedad de la crisis. Fue el gobierno, y con el gobierno ella, quien se lo ocultó al país. Y esa es la gran verdad que, hurgando en los expedientes y en las intervenciones de los asambleístas, contribuyó a establecer este juicio político. Para conocer el resto de la historia y sus detalles habrá que esperar al juicio ordinario.  

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Lo demás es un escándalo: una exministra que renuncia a ejercer su derecho a la defensa en la Asamblea por elemental y simple miedo, porque teme a un gobierno del que ya está recibiendo muestras de intimidación: drones sobrevolando su casa, patrulleros acosando a sus parientes, uniformados tratando de ingresar en la casa de su abuela, al más puro estilo Nicolás Maduro. 

Todo ello lo denuncia por escrito a la Asamblea. Y la Asamblea, es inaudito, ni siquiera se molesta en expresar preocupación. O se pregunta si tales acusaciones son fundadas (parecen sobreentender que lo son). 

O simplemente las desmienten, ningún oficialista se preocupó por hacerlo. Ni un comentario, ni uno solo, de nadie en absoluto, hubo en el juicio político a propósito de lo que podría ser una de las primeras manifestaciones de un Estado policial y autoritario. Sí, la exministra tiene miedo, vinieron a decir los 137 asambleístas. ¿A quién le importa?

  • Lo insólito. “Si digo lo que sé, mi vida corre peligro”. La carta de excusa de la exministra a la Asamblea es un llamado de auxilio que a todas las bancadas les valió un comino.
  • El correísmo, la única bancada que se había opuesto al juicio político contra Andrea Arrobo, terminó convirtiéndose en el más insensible de sus verdugos.

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