Labiles

Escucho preguntas sobre cómo encarar la incertidumbre y tomar mejores decisiones frente a ella. Al inicio eran matemáticos y economistas los que hablaban de toma de decisiones. Pero con la entrega del Nobel de Economía a dos psicólogos en 2002, la teoría de juegos y otras que creen que los humanos tomamos decisiones racionales, quedaron en desuso. Hoy reconocemos nuestra frágil psicología a la hora de procesar información y decidir. Ver y entender objetivamente el entorno para tomar una decisión es particularmente complejo en la política (aunque pasa lo mismo en directorios corporativos, p.e.). Resistir ante el ruido es difícil porque todos tenemos nuestro corazoncito y somos parte de redes de influencia que afectan nuestra manera de ver el mundo. Nuestro corazón político y el de nuestras personas cercanas es lábil y sucumbe ante las narrativas de la propaganda. Los saldos del correísmo hacen su mejor esfuerzo por aparecer aún influyentes, amplificar sus amenazas, a fin de sesgar el entendimiento que tenemos los demás sobre aquello bueno, malo, deseable o posible.

El morenismo tiene que escoger entre alinearse, distanciarse de ellos o gambetear sus reivindicaciones como malabarista. En el primero y segundo caso, pierde importantes electorados en los extremos del espectro político. La tercera vía, sutil y riesgosa, podría ser la única posible para mantener un equilibrio electoral. Mientras Correa busca expeler a Lenín hacia la derecha, Lasso lo expele a la izquierda.

Aquí caben dos opciones para un columnista de opinión. La primera es tomar posición en defensa del corazoncito y polarizar el debate, aun con la rigurosidad y talento con el que algunos lo pueden hacer, influyendo en la opinión pública en sentido favorable a su visión del mundo. Reconozco optar esta vez por la más antipática, la segunda: normalizar estas cosas con su relato, banalizar estos debates exponiendo a las partes, y a sus intereses y a cómo viven para y de este dramita en el que todos nos dejamos llevar, porque me interesa mostrar que al dejarnos llevar, alimentamos la incertidumbre.