Lasso celebra su despedida anticipada
El presidente ofreció su último informe anual sin Asamblea. Celebró la muerte cruzada como si fuera una victoria.
Guillermo Lasso se crece en la muerte cruzada. Sin el fantasma de la conspiración y en ausencia de una Asamblea que propició cuatro tentativas de golpe de Estado parlamentario en dos años de gobierno, el presidente de la República ofreció su último informe anual de labores como si su retirada fuera la mayor de sus victorias. Con la satisfacción de que el 80 por ciento de los ecuatorianos apoyó la disolución del Poder Legislativo y la idea de que la muerte cruzada tiene por objetivo “devolver el poder al pueblo”, empezó el presidente su discurso de hora y media de duración, pronunciado en un auditorio repleto de seguidores y amigos en la Plataforma Gubernamental Sur de Quito, en el que no dijo una palabra de su futuro político, mucho menos de una eventual candidatura.
“Disolver la Asamblea Nacional sobre la base del artículo 148 de la Constitución -dijo- cerró un largo capítulo de desinstitucionalización y abuso del poder, liderado por sectores políticos que se habían trazado como meta la cooptación de todo el Estado”. De ahí en más, se dedicó a exponer las cifras y los logros de su gobierno y, salvo ocasionales y muy puntuales puyazos a correístas o socialcristianos, puso la política entre paréntesis. La retomaría hacia el final, cuando se explayó con el tema de la inseguridad y la lucha contra el narcotráfico que opera, dijo, “con la complicidad de políticos traidores a la patria”. Y más directamente aún: “No puede ser -lamentó- que tengamos unas Fuerzas Armadas que fueron intencionalmente debilitadas para favorecer a la guerrilla en el Ecuador”. Dijo, además, haber tenido “las pruebas en los ojos de quiénes tenían conexiones con las mafias de las drogas”, pero no reveló ningún nombre.
En materia de lucha contra la delincuencia, despachó una serie de cifras récord de la acción policial: más de dos millones de operativos de control del orden público (2.730 al día); 3 mil organizaciones delictivas desarticuladas; 16 mil armas de fuego decomisadas; 420 toneladas de droga incautadas (cinco veces más que el promedio de los últimos 15 años, dijo)...
Guillermo Lasso dice que una "inmensa mayoría ha aplaudido" la muerte cruzada
Leer másEn ese tono, el del bombardeo de cifras espectaculares que habrá que verificar o, cuando menos, matizar, transcurrió la mayor parte del informe. Lasso lanzaba números uno tras otro sin dar tiempo a su auditorio para asimilar tanta información. Como los más de 15 mil millones de dólares destinados al sector social (“la mayor cifra en la historia nacional”, aseguró); o los 2.300 millones en siete diferentes bonos para la población más desfavorecida (aunque no especificó si esta última cifra está contenida en la primera).
También están los indicadores que hablan de una mejora de la economía: la reducción del déficit fiscal de 7.500 millones a menos 2 mil millones de dólares (equivalentes a seis puntos porcentuales del PIB); el descenso de la inflación, de 3,7 por ciento en diciembre de 2022 a un proyectado 1,4 por ciento en diciembre de 2023 (el más bajo de la región); la tasa de crecimiento del tres por ciento (casi el doble del promedio regional); la reducción de la deuda pública del 67 al 55 por ciento; la creación de 500 mil empleos y el haber sacado a un millón 100 mil ecuatorianos de la pobreza.
“Cuando uno lucha contra la corrupción, el dinero alcanza”, subrayó, marcando la diferencia entre su gobierno y los anteriores. Y puso como ejemplo el hospital de Pedernales: finalmente será inaugurado, dijo, “al tercer intento, después de dos en los que se robaron todo”. Y deslizó un mensaje político: “Al momento de votar, tengamos memoria. No pueden regresar los que se robaron el dinero del hospital de Pedernales”.
También la exalcaldesa de Guayaquil, Cynthia Viteri, llevó su parte: hablando de los créditos por 730 millones otorgados a gobiernos locales, dijo que eran para agua potable y alcantarillado, es decir, para cosas esenciales, no para “piscinas con fuentes de agua”.
Sin embargo, hay cosas de las que no se hizo cargo. Como cuando calificó simplemente de “fastidiosas” las dificultades que sufren los pacientes de los hospitales públicos para adquirir medicinas. O cuando celebró el cierre de Seguros Sucre, pero no contó por qué se evitó destapar los negociados que ahí se cocinaron. Eso sí: se enorgullece de su negociación personal con el presidente chino Xi Jinping, con quien logró renegociar la deuda y las condiciones de la preventa petrolera, así como comprometerle para la firma de un tratado de libre comercio.
Por lo demás, fiel a su estilo (que es bastante autorreferencial aunque trate de disimularlo) introdujo la mayor cantidad posible de nombres propios de ciudadanos a los que ayudó personalmente: Sonia Akintiua, estudiante shuar beneficiaria de una beca; Theo, un bebé con atrofia muscular espinal que recibió el medicamento más caro del mundo; Jireth Santana, que logró superar su estado de desnutrición; “la pequeña Abigaíl”, a quien se le practicó una cirugía de 35 mil dólares... En estos momentos el presidente se emociona: “Me da alegría por Abigaíl”, dice con la mirada perdida, y se emociona más aún por el hecho de sentirse emocionado, que es el concepto mismo de lo kitsch. Y hace pucheros como reprimiendo una lagrimita o representando el papel del presidente emocionado que reprime una lagrimita. Y el público se pone de pie para aplaudirlo. Así, con un puchero y una lagrimita se despide Guillermo Lasso de la presidencia, dos años antes de hora, como si fuera un éxito digno de celebrarse.
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