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Reunión. El presidente electo con Antonella Cavallani, secretaria del Instituo Ítalo-Latinoamericano, en RomaAPI

Lasso marca la agenda de Noboa

El presidente electo no marca ninguna agenda en el país.  Prefiere que sea el gobierno saliente el que determine la suya. Un análisis.

Con un grupo reducido de personas de confianza, a puerta cerrada y sin permitir que ninguna información se filtre hacia fuera; sin abrir siquiera un espacio para recibir preguntas de la prensa: así, con la dinámica de los directorios de las grandes empresas, está trabajando Daniel Noboa en la conformación de su gobierno y el diseño de sus políticas públicas. Eso cuando no se halla entregado al cumplimiento de su “agenda privada”, que es como se ha descrito desde su partido al motivo de su viaje a Estados Unidos, donde al parecer se encuentra en estos momentos, ajeno a los problemas de la crisis energética y ausente por completo del país que lo eligió como presidente.

En esta transición ocurre al revés de lo normal: es el agonizante gobierno de Guillermo Lasso el que está marcando las agendas del presidente electo ausente, en lugar de ser Daniel Noboa quien ejerza presión sobre el presidente saliente. En el país se están tomando decisiones que condicionarán los primeros meses de su gobierno y él no tiene nada que decir al respecto. Un ejemplo: la “minipreventa” anticipada de petróleo que el gerente de Petroecuador anunció este lunes, “mini” en comparación con las dimensiones de la preventa del correísmo pero que compromete la nada desdeñable suma de 1.200 millones de dólares y un 60 por ciento del saldo exportable de Petroecuador entre diciembre próximo y marzo de 2024. ¿Está de acuerdo Noboa con esta operación? Las ofertas se conocerán el 9 de noviembre. Al presidente electo quizá le bastaría con una reunión, una declaración o una advertencia para detener el proceso, si es eso lo que quiere. Pero el problema reside, precisamente, en que nadie sabe lo que quiere.

Daniel Noboa

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También esta semana Guillermo Lasso envió al Consejo de Participación Ciudadana la terna para la elección de un nuevo superintendente de Control de Datos, encabezada por su propia ministra de Telecomunicaciones, Vianna Maino. ¿Es la superintendenta que quisiera Daniel Noboa? ¿O no le concede importancia a ese cargo? ¿O no se entera?

Quince días después de su elección, el nuevo presidente apenas si ha visitado a una funcionaria de la cooperación italiana en Roma, ha adjudicado a su vicepresidenta oscuras funciones de responsabilidad en las relaciones internacionales con los países de África (se entiende que para sacársela de encima, más que otra cosa) y ha designado un puñado de ministros, entre los cuales no se encuentra ninguno de los que soportan mayor peso político: ni el de Economía, pese a que el 6 de noviembre deberá asistir con él a una reunión en Washington con los organismos multilaterales; ni el del Interior, pese que el diseño de políticas públicas sobre seguridad es la prioridad máxima de la agenda nacional; ni el de Gobierno, pese a que las negociaciones políticas con las bancadas parlamentarias son el primer paso indispensable para garantizarse un espacio mínimo de gobernabilidad.

Daniel Noboa partió a Estados Unidos con “agenda privada”, dejando al frente de esas delicadas negociaciones a un grupo de políticos novatos sin experiencia en el sector público, como la coordinadora de su bancada parlamentaria Valentina Centeno, de cuyos esfuerzos por conformar una alianza apenas queda el testimonio de tres asambleístas de Construye a quienes propuso, secreta e infructuosamente, que traicionaran a su partido. En la Asamblea todavía se espera por el retorno del presidente electo, con la esperanza de que nombre a alguien que se haga cargo en serio. No parece probable.

El 15 de octubre, cuando ganó las elecciones, en lugar de la celebración pública con sus electores Noboa eligió la seguridad de una fiesta privada en el retiro de su residencia playera de Olón. Ahí permaneció la mayor parte del tiempo encerrado en reuniones reservadas, lejos del escrutinio de los medios de comunicación. Y así continúa hasta el día de hoy, ausente del país, resolviendo a puerta cerrada las cuestiones de máxima importancia pública. Le bastaría con un par de reuniones en Carondelet y un par de declaraciones públicas pronunciadas con el poder moral y el capital político de un presidente electo para marcar la agenda política del país. Insólitamente, prefiere no hacerlo.

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