Premium

Juicio político
Defensa. Guillermo Lasso habla, Viviana Veloz observa, Virgilio Saquicela se clava en el teléfonoHenry Lapo

Lasso, al nivel de sus acusadores...

Veloz y Torres no demostraron nada. El presidente no se defendió de nada. La apertura del juicio político al presidente en la Asamblea: olvidable...

No pasará a la historia el juicio político de Guillermo Lasso por las virtudes de su oratoria parlamentaria. No se recordarán sus momentos más brillantes, como ocurre con otros juicios políticos del pasado, sencillamente porque no los hubo. Todo lo contrario: deslucido y gris, a ratos grotesco, fue el enfrentamiento entre el presidente de la República y sus acusadores, la correísta Viviana Veloz y el socialcristiano Esteban Torres. La primera repitió prácticamente sin cambios su discurso del martes pasado, hecho de inferencias no demostradas. Torres, que no asistió a ninguna de las etapas del juicio y se sumó a él a último momento, nomás porque los otros acusadores son incapaces de articular dos frases correctamente, demostró que no hizo los deberes y no aportó una sola idea a este proceso en la escasa media hora en que tomó la palabra. En cuanto al presidente Lasso, despachó las pruebas de descargo (que no lo fueron ni mucho menos) en diez minutos; el resto del tiempo lo dedicó a una suerte de rendición de cuentas que no venía al caso.

A las diez en punto entraron al salón plenario los correístas en manada, como suelen, dando gritos e imponiendo la tradicional algarabía de kindergarten que se ha convertido en su mayor atributo parlamentario. La jornada comenzó con el conocimiento de la renuncia del asambleísta de Pachakutik Peter Calo, “por razones personales” (léase: juicio por violación) y la investidura de su alterna, Pilar Llanos, sobre quien pesa una orden judicial de alejamiento de la también asambleísta de Pachakutik Gisella Molina, por presunto intento de asesinato. No hizo valer la orden el presidente Virgilio Saquicela y Molina tuvo que resignarse a compartir espacio con su agresora.

A falta de informe, pues este juicio no se basa en ninguno, mandó Saquicela a leer el texto de la resolución del pasado martes, donde el presidente ya es declarado culpable (ver recuadro). Texto escrito por Viviana Veloz y se nota: habla de pruebas “irrefragables” y de “gestas de corruptelas”. Luego, durante una hora con 20 minutos habló la autora. Su retórica, que ella despacha con la solemnidad de un Cicerón de escuela primaria, es una intención que no alcanza a concretarse por falta de recursos: pretende ser elegante en los insultos y afilada en el desdén, como Juan Montalvo, pero le faltan vocabulario y estilo, es decir: lecturas. El resultado es de mal gusto y poco menos que soez: habló de “la sandez y desidia” del presidente; se burló de su manera de “esconderse tras los pantalones de sus abogados”; lo llamó “magnate cruel y ruin” que “maquilla sus latrocinios”; lo acusó, artera, de haber “inventado falsas enfermedades”, y aderezó esa colección de insultos con una serie de videos superfluos que no aportaron pruebas al proceso y a los que se había añadido, en la mesa de edición, el tema musical de la película ‘El Padrino’, de Nino Rota: a tan alto volumen que todo lo demás resultaba inaudible. No eran pruebas: eran desplantes de escasa imaginación y dudoso gusto.

Guillermo Lasso

Juicio político: esto es lo que dijo Guillermo Lasso frente a la Asamblea Nacional

Leer más

La pirotecnia de Veloz buscaba disimular la debilidad de sus argumentos: su acusación principal, según la cual “Lasso consintió, organizó y fue parte del entramado de corrupción que operaba en Flopec”, quedó sin demostrar. Y los “hechos base” sobre los que se asienta esa teoría fueron, otra vez, distintos a aquellos que la Corte Constitucional admitió en su dictamen e incluyeron elementos que inadmitió expresamente.

Veloz cerró su intervención con un ataque de histeria en toda regla. Para ese entonces, ingresaban ya a las barras bajas del salón plenario los miembros del gabinete de gobierno, que venían a acompañar al presidente, y ella, simplemente, perdió los papeles: “¡Cómplices de la destrucción de la Patria!”, “¡Mercaderes de la política!”, “¡Inoperantes!”, “¡Indolentes”!... Despachó esta retahíla de insultos desgañitándose hasta enronquecer, de buenas a primeras y sin que viniera a cuento. Luego habló de “la patria sangrienta y doliente” y pidió la cárcel para el presidente de la república en el mismo subido tono. Al kindergarten le fascinó: todos se acercaron a abrazarla.

No lo hizo mejor Esteban Torres, perdido en un juicio que no siguió y cuyos pormenores desconoce. Se agarró del dictamen de admisibilidad de la Corte Constitucional y dijo (y lo repitió tres o cuatro veces, a falta de otras cosas que decir), que si los jueces habían encontrado que la acusación de peculado era mínimamente verosímil, pues ya estuvo. “Cada uno de los hechos base han sido acreditados por la práctica de la prueba”, dijo, ignorante total de que los hechos base admitidos por la Corte los cambió Viviana Veloz en el camino. Y luego habló de los chalecos antibalas de la Policía. “¿Acaso eso no se juzga? -preguntó-, ¿eso queda de lado?”.

La decepción final vino desde Carondelet y llegó, cosa inaudita, con 15 minutos de retraso. Guillermo Lasso no saludó con Virgilio Saquicela y éste ni se puso de pie para recibirlo. El presidente tenía tres horas para dirigirse al país, desarmar las acusaciones y lanzar un mensaje arrebatador sobre la crisis política de la República pero habló nomás 45 minutos: como si se hubiera callado durante dos horas y cuarto. Durante todo ese tiempo, Saquicela permaneció clavado en el celular, donde trancurre la realidad real para políticos de su especie. Las acusaciones las despachó en los primeros diez, sin molestarse por citar pruebas y explicar procesos. Que no se firmó contrato ni adenda alguna durante su gobierno; que no hubo recomendación de Contraloría para dar por terminado el contrato materia del juicio; que no hubo indicio de responsabilidad penal; que las reglas no las puso él... No desmontó las manipulaciones del dictamen de la Corte Constitucional, ni se detuvo en las contradicciones de los acusadores, ni detalló la serie de inducciones no demostradas que hacen parte de su narrativa, ni demostró inequívocamente nada. Porque no quiso. Prefirió hacer una lista de logros de su gobierno, como si estuviera en una cadena dominical cualquiera y acusó vagamente a los legisladores de ser “antiasambleístas”: “no afianzan las leyes: las desgarran, las debilitan, las ultrajan”. Fuertes palabras, pero perdidas en la nada. Por si esto fuera poco, el presidente renunció a su derecho a la contrarréplica. Simplemente, abandonó el salón del Pleno, donde un cartel que llevaron los asambleístas de su bancada, en el que se leía la frase “La pelea es peleando”, quedaba como mudo testimonio de su fracaso.

La jornada terminó con el inicio del debate, en el que todo el mundo se muere por hablar y pocos tienen algo relevante que decir. Quedó inconcluso y será largo. Durante siete horas se discutió sobre cualquier cosa, con excepción del tema del juicio político: Amada Ortiz habló de la gente con hambre que sufre por el desbordamiento de los ríos; Pamela Aguirre se escandalizó porque Danilo Carrera entraba a Carondelet; Luis Almeida se quejó de que su sueldo de asambleísta se le hace agua en una semana; Sofía Espín se preguntó qué ha hecho el canciller por los migrantes... Más bien fueron los oficialistas quienes se refirieron a las acusaciones, para desmontarlas: una diferencia significativa. En cualquier caso, fueron siete horas de lo más insulsas. No mucho menos que cuando se debate el día del bizcocho.

Dar a conocer lo conocido

Para Virgilio Saquicela cumplir los procedimientos que manda la ley es como calzar la pieza errónea del rompecabezas a martillazos. Tenía tres días para dar a conocer el informe del juicio político a los asambleístas antes de reunir al Pleno para su aprobación. Como no había informe reunió al Pleno, aprobó una resolución y se tomó tres días para dar a conocer a los asambleístas...¡la resolución ya aprobada! Procedimiento cumplido.

Simpatizantes de Lasso en el Guillermo Lasso

Simpatizantes y detractores se apostaron en los exteriores de la Asamblea Nacional

Leer más