“El Gobierno compra tiempo con deuda”
E l director de la revista Análisis Semanal revisa cifras y analiza el horizonte económico en medio del uso político-electoral que se está dando a la crisis.
Último mes del año y no dejan de llegar reformas económicas: plusvalía, banca...
Llama la atención el tema de la plusvalía porque es una medida que no va a tener un efecto inmediato en la recaudación, porque se aplica a la segunda venta. Pero sí va a obligar a los municipios a actualizar los catastros y de esa manera incrementar sus recaudaciones.
¿Entonces?
Lo que busca el Gobierno es que los Gobiernos Autónomos Descentralizados, los Municipios, sean más autosuficientes y dependan menos de las transferencias del Gobierno. Y eso significa que alguien tendrá que pagar. Somos los ciudadanos los que pagaremos más a través de los impuestos prediales.
¿Es otra forma, por tanto, de buscar más recursos? ¿Qué porcentaje del gasto no se cubre cada mes con los ingresos?
Revisa su computadora y cruza varios datos:
Son unos 1.400 millones que no están cubiertos al mes, en promedio. Es la mitad de lo que se gasta, y sin tener en cuenta diciembre que es un mes fuerte de gastos.
¿Cómo se ha superado ese déficit cada mes?
A través del financiamiento, como usted indicaba. El Gobierno ha obtenido 15.000 millones en 10 meses, eso son 1.500 millones al mes.
¿De dónde han salido?
5.700 millones son de fuentes externas; 6.500 millones, internos, que es fundamentalmente la Seguridad Social; y 2.900 millones de la Reserva Internacional del Banco Central (solo de este año, porque el saldo que ya veníamos arrastrando es mayor). Se ha convertido en su caja chica. El neto que le queda al Gobierno después de todos los desembolsos y de haber amortizado la deuda interna y externa es de 7.200 millones al año. Eso tiene que utilizarlo para pagar intereses y para financiar el resto del gasto.
Al menos, se ha podido mantener el nivel de gasto a base de deuda.
Sí, pero eso significa que estamos viviendo del endeudamiento. Es como una familia donde uno pierde el trabajo pero no quiere reducir su nivel de vida y recurre a la tarjeta de crédito. Ahora estamos en una situación en la que el cupo de la tarjeta de crédito comienza a acabarse. Hay menos opciones de financiamiento. Las de preventa petrolera ya no existen porque tenemos comprometido crudo hasta 2022. Con China, el Gobierno debería ser muy creativo para encontrar otros mecanismos. Podrían vender los activos o concesionar las hidroeléctricas, siempre atado a un financiamiento.
¿Eso es sostenible?
No, estamos viviendo una ficción producida por el financiamiento y no lo podemos prolongar mucho más. El año que viene el ajuste va a ser inevitable y vamos a tener que vivir de acuerdo con nuestra nueva realidad.
¿Y cuál es?
Tenemos una economía que se está ajustando a su nueva realidad y es ser una economía más pobre de lo que éramos hace dos años. Todavía está contrayéndose y eso lo vemos en los indicadores de ventas. El dato más reciente del Servicio de Rentas Internas de ventas refleja una caída de un -10,9 %, en promedio, en el acumulado de enero a octubre en relación al año anterior.
¿No ha terminado entonces el periodo de ajuste?
El sector privado ya se está achicando. Pero el ajuste en el tema fiscal implica, yo creo, reducir no menos de $ 5.000 millones en gasto corriente e inversión para que el endeudamiento mantenga un nivel sostenible. Para que crezca lo mismo que crece la economía y no más allá. Ya se hizo un ajuste en 2015, pero estamos a mitad de camino. Y eso tiene un costo. Implica que va a haber gente que va a perder su trabajo, que va a haber menos contratación pública, menos obras con fondos públicos, menos contratistas con empleo.
¿Y eso entra en campaña electoral?
El objetivo primordial del Gobierno es mantenerse en el poder, por eso ha aplicado una política de comprar tiempo para no ajustarse. Lo que ha hecho es comprar tiempo a base de endeudamiento. Hasta ahora, el sector privado sí ha hecho sus ajustes, ha recortado empleo, pero el sector público no. Si el ajuste se ha quedado a mitad de camino, es gracias al endeudamiento. Pero eso nos reduce las posibilidades de tener un ajuste menos doloroso a futuro.
Sin embargo, el descontento ha crecido a la par que la preocupación por la economía.
Bueno, otra de las estrategias para ganar las elecciones es reavivar la polarización. Todo Gobierno debe tener enemigos y si no los tiene, se los inventa. En este momento, es muy claro. Está generando enemigos que son muy populares. El primero es la banca. Los banqueros quieren mantener sus privilegios y el Gobierno baja las tarifas de los servicios bancarios para beneficiar al pueblo. Se hace una reforma con un motivo técnico, pero aprovechan para generar descontento. En la plusvalía el enemigo son los ricos y avaros que no quieren compartir sus ingresos y no quieren que el resto de población tenga vivienda.
Sin olvidar a los corruptos...
Sí, la consulta popular incluye a esos mismos enemigos: la banca y las personas de mayores ingresos que tienen su dinero en paraísos fiscales. Es decir, el Gobierno ya generó en el imaginario de la población los enemigos contra los que quiere actuar para ganar adeptos que se sienten protegidos por el Gobierno.
Más allá de lo electoral, lo cierto es que la coyuntura económica ha sido muy complicada.
Lamentablemente, uno solo puede gastar el dinero que tiene, pero no el que no tiene. Igual que en las familias. Las cosas habrían sido distintas si tuviéramos una moneda propia. La máquina de hacer dinero estaría echando humo para poder pagar todo, pero tendríamos un proceso inflacionario muy fuerte y devaluatorio. Pero la dolarización nos obliga a ser responsables fiscalmente. El desafío ahora es ver quién va a pagar la cuenta, pero el ajuste va a tener que realizarse pronto. Ya no se trata de repartir beneficios, sino que ahora hay que administrar la escasez.