“El guayaquileño es alegre y espontáneo”

“El guayaquileno es alegre y espontaneo”

Sin duda, el calor no es uno de sus mejores aliados, pero como dice tener la “gracia particular” de adaptarse a cualquier medio, los 30 grados de temperatura promedio de Guayaquil no han sofocado su afabilidad y sentido del humor.

Sin duda, el calor no es uno de sus mejores aliados, pero como dice tener la “gracia particular” de adaptarse a cualquier medio, los 30 grados de temperatura promedio de Guayaquil no han sofocado su afabilidad y sentido del humor.

Tampoco su objetivo de recorrer y conocer la extensa jurisdicción a su cargo desde diciembre pasado, cuando asumió como Arzobispo de Guayaquil. Ahora, con un mayor conocimiento que al de su llegada, monseñor Luis Gerardo Cabrera describe al católico guayaquileño como “libre y alegre”.

En este tiempo dice haber visto las diferentes realidades de Guayaquil. Y si bien aún no termina su recorrido por las parroquias (son más de 200), ya ha visitado zonas urbano marginales como Bastión Popular y Flor de Bastión, donde los niveles de pobreza contrastan con el desarrollo y bienestar de otros. Confiesa que en zonas como Monte Sinaí se ha sentido abrumado.

Pero por su representatividad ha caminado por ambas veredas. En su despacho, además de los párrocos, voluntarios, jóvenes y laicos comprometidos, también ha recibido a empresarios, catedráticos y políticos.

“Me he reunido con todos los que me han invitado”, comenta monseñor Cabrera, un azogueño de 60 años, quien como pastor de la iglesia porteña dice no tener partido político.

Con la sencillez y el carisma que caracteriza a los franciscanos, poco a poco se posiciona en la mente de los porteños como el arzobispo de Guayaquil.

Precisamente, esa designación trajo consigo un reconocimiento de parte del papa Francisco. Este sábado recibirá el palio arzobispal de manos del nuncio apostólico Giacomo Otonello.

Pese a su apretada agenda, monseñor Cabrera habló con este Diario de ese tema y de algunas situaciones anecdóticas, como el día en que usó sotana en Guayaquil y terminó deshidratado por el calor y el sudor.

Aunque considera que le falta mucho por conocer y aprender del pueblo guayaquileño, una de las cosas que rescata y que le llama la atención es la espontaneidad de la gente.

Sin querer hacer comparaciones, señala que los jóvenes en Cuenca, antes de solicitarle una foto, lo “pensaban primero... Aquí no (en Guayaquil), incluso para los adultos, lo primero son las fotos”, relata con humor.

Esa espontaneidad que caracteriza al pueblo porteño se traslada también al campo espiritual, asegura Cabrera,

Al igual que al inicio de su arzobispado, insiste en la formación de los católicos, y en ese sentido aseguró que se están iniciando campañas en conjunto con la Conferencia Episcopal para volver a catequizar a los católicos.