“Hay que quitarle concreto al centro para disminuir el calor”
La facultad de Arquitectura de la Universidad de Guayaquil propone reemplazar los suelos duros por blandos. Apunta a cambiar las calles grises y sin sombra.
Reemplazaron el concreto por la vida y el color y la iniciativa fue reconocida a nivel mundial. Hace unos meses, los Corredores Verdes de la ciudad de Medellín (Colombia) obtuvieron el primer puesto en la categoría ‘Cooling for people’ del Premio Internacional Ashden, entregado en Londres por una organización benéfica del Reino Unido.
El proyecto invita a transformar un espacio, por llamarlo de una manera, opaco. ¿Cómo? Convirtiendo los pisos duros, donde no había vegetación, en pisos blandos, repletos de árboles y césped. Y en esta ciudad, la facultad de Arquitectura de la Universidad de Guayaquil, a través del Plan Maestro del Espacio Público para el Centro Urbano, que ha sido desglosado por EXPRESO cada semana, plantea un concepto parecido.
Los gestores sostienen que hacen falta zonas que den sombra y refresquen el ambiente; sobre todo en las calles por las que circulan más personas. Entre ellas, la 9 de Octubre, Clemente Ballén, 10 de Agosto, Pichincha y Panamá.
El arquitecto y experto en urbanismo Felipe Espinoza Ordóñez, tutor del proyecto, cita a la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés), que asegura que la temperatura del aire puede bajar -entre dos a seis grados centígrados- si se realizan estos cambios.
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“Si tenemos una superficie de hormigón, como todas las calles del centro, en una temperatura de 34 grados, habrá entonces 38 grados en el piso; dando así cabida a las islas de calor”, explica, utilizando el término con que se conoce a las zonas dentro de una ciudad que tienen temperaturas más altas que las periféricas porque están rodeadas de cemento.
A más alta la temperatura, la salud se ve afectada: la radiación es alta, las personas se deshidratan... “Si reducimos la temperatura en un suelo natural, entonces la reflexión solar será del 20 % y no del 40 %, como se experimenta en un área totalmente pavimentada”, reitera.
De igual forma, explica el estudiante Jesús Saavedra, uno de los gestores del plan, en un terreno verde, cuando llueve, el suelo puede absorber hasta el 60 % del agua, y no solo el 10 % como en los suelos duros.
“En Bucaramanga (Colombia), Río de Janeiro (Brasil), Santiago de Chile (Chile), que hicieron ya estos cambios urbanísticos, que incluyen peatonizar o semipeatonizar algunas de sus avenidas, la sensación térmica e hidrotérmica ha mejorado”, afirma Saavedra, acotando que para elaborar su trabajo, el equipo estudió minuciosamente esas metrópolis.
Según el índice de Ciudades Limpias de Siemens, un proyecto que lleva a cabo la Unidad de Inteligencia de la revista The Economist, las ciudades más “verdes” son las que mejor gestionan las emisiones de dióxido de carbono (CO2), el transporte público, el desecho de los residuos y, en general, los asuntos medioambientales.
Según Espinoza Ordóñez, de dar ese paso, el centro de Guayaquil se convertiría en esa zona amigable que por años han venido reclamando los ciudadanos. Pero ¿es posible cambiar por completo avenidas como la 9 de Octubre, de piso duro a uno blando?. No, asegura el experto.
En el Puerto Principal, sostiene, no se puede tener calles 100 % naturales; ni solo de pavimento “como ahora están”. Lo que sí pueden hacer, advierte, es optar por el modelo 50-50 o 30-70, que implica que las superficies tengan por igual suelos blandos y duros; o, de máximo, un 70 % de concreto.
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La Plaza de la Administración, la calle Panamá, cita como ejemplos, requieren más árboles: “Hay unos cuantos que resultan insuficientes”.
Por la superficie de rodamiento es difícil tener más pisos blandos porque igual esas son calles por donde los vehículos deben transitar, explica otra integrante del equipo, Mariuxi Trujillo, quien propone complementar las áreas verdes ubicadas dentro de los perímetros urbanos, con especies nativas que mejoren su función de captura de carbono, de paisajismo, y sirvan de alimento para las especies animales existentes, mediante programas de reforestación y cuidado natural.
La estudiante Milay Pazmiño, otra de las ejecutoras del proyecto, añade que de darse la transformación, con los árboles adecuados, además de crearse un paraguas natural, el entorno, incluso, permanecería hasta perfumado.
“Hay árboles que te generan aromas que se perciben a distancia. Si se ponen en práctica todos estos factores, incluso los mismos turistas (locales y extranjeros) no tendrían la necesidad de ver al centro como lugar de paso, sino que se quedarían a disfrutar de él. Se sentirían tranquilos y a gusto de desplazarse por allí...”.
Sobre cambiar una superficie de cemento por otra verde, el técnico del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi), Boris Malavé, tiene una opinión favorable. Las áreas verdes, los corredores repletos de vegetación, sí reducirían la temperatura ambiental. Amortiguan el calor, dice.
Malavé reconoce que el centro de la ciudad es hoy una de las zonas más calientes de la urbe: “La radiación es mayor”, reitera el estudioso del clima.
Basado en datos del Inamhi, asegura, que la temperatura en el lugar tiende a estar por los 33 grados centígrados; cuando en los sectores de Puerto Hondo y vía a la costa, que limitan con los ramales del estero Salado, donde hay vegetación, la media máxima es de 30 grados.
“Hay que apostarle entonces a las mejoras”, agrega Trujillo, haciendo hincapié en que la calidad del aire está estrechamente relacionada con los cambios en la temperatura y la precipitación que resulta en la formación de esmog. Lo cual, según acentúa, puede causar una serie de enfermedades: “Algo crucial para el ser humano”.
Otros factores
Además de urbanismo, es cuestión de salud
Para Mariuxi Trujillo, integrante del equipo que elaboró la propuesta, resulta fundamental que las autoridades locales acojan proyectos de este tipo, sobre todo por la salud. “Las altas temperaturas contribuyen directamente al riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, respiratorias y de piel. Hay estudios”, asegura, indicando que entre los más afectados, constan personas con enfermedades crónicas y de edad avanzada, “a quienes en gran número se las ve circulando por el centro de la ciudad”.
A esto se suman los golpes de calor y deshidrataciones que, a decir de Ernesto Carrasco, presidente de la Federación Médica Ecuatoriana, pueden desarrollar personas con enfermedades crónicas.
En cuanto al tipo de árboles que se debe plantar, el máster en Biodiversidad, Felipe Espinoza De Janón, docente investigador de la Universidad Amazónica Ikiam, dice que las especies que en el centro de Guayaquil se deberían sembrar deben cumplir al menos con uno de los siguientes criterios: hábitat para la biodiversidad, sombra, paisajismo y especies raras para atraer turismo. Además deben salir de un pool de especies nativas y endémicas.
Por ejemplo, para biodiversidad se podrían utilizar ceibos y pijios (este último desaparecido del área urbana y de muchos de los bosques aledaños, y que es el hábitat del papagayo de Guayaquil); para generar sombra. Y para turismo, especies atractivas o endémicas como el beldaco, de corteza verde y vetas verdes fosforescentes, bastante llamativo; entre otros.