“Segui la voz, Satan me dijo que mate”
Fuera de casa, Alberto Jalón Aspiazu, un empleado privado, se mostraba como un esposo perfecto, un padre responsable y dedicado al hogar. Puertas adentro, su personalidad parecía encararlo entre la vida y la muerte de él y su familia.
Fuera de casa, Alberto Jalón Aspiazu, un empleado privado, se mostraba como un esposo perfecto, un padre responsable y dedicado al hogar. Puertas adentro, su personalidad parecía encararlo entre la vida y la muerte de él y su familia.
En las primeras horas del 29 de noviembre de 2016, aquel hombre de 36 años -aparentemente- sucumbió a ‘una voz’ que invadió su mente con un pedido siniestro: que mate. Pasadas las cinco de la mañana, su esposa y sus cuatro pequeños hijos habían dejado de existir.
¿Qué pasó? Evelyn y sus niños de 12, 9, 5 y 3 años de edad, amanecieron acuchillados. Trabado en su memoria, Alberto asegura que no recuerda qué les pasó. Al menos, eso le dijo a la fiscal Blanca Noblecillas durante la versión que rindió el pasado 9 de diciembre, respecto al quíntuple asesinato ocurrido en la vivienda que ocupaba, en la cooperativa Mélida de Toral, en el sector de Las Malvinas.
Postrado a una cama del área de Psiquiatría del hospital Teodoro Maldonado Carbo, en Guayaquil, Jalón expuso lo que experimentó días previos al crimen de su familia.
“No podía dormir, caminaba, me sentaba... me quise suicidar. En algunas ocasiones escuchaba una voz en mi mente (que me pedía) que matara. No lo hacía”.
Todos veían que estaba mal y querían llevarlo al médico, pero él no hacía caso. La noche del 28 de noviembre, Alberto recuerda que se sintió igual. Daba vueltas por la casa y quería salir, pero su esposa no lo dejaba.
“Me levanté en la madrugada (del 29) y seguí la voz. Solo recuerdo que quería matarme. Después, una voz que decía que todos estaban muertos. Escuché golpes, después la sirena. Ahí me recuerdo aquí (hospital). Al principio no sabía dónde estaba sino hasta después que me vio mi mamá... cuando desperté, un grupo de personas me preguntaba qué había pasado y me venía un gran dolor en el pecho y no podía hablar. Yo les dije que Satán me había dicho que mate. No recuerdo nada más”.
Fue todo lo que dijo “en honor a la verdad”.
La última vez que Alberto vio con vida a sus hijos, fue la noche anterior al crimen. Durante la mañana y tarde del 28 había salido con Evelyn a su trabajo, una empresa donde vendía productos ambientales que, en ocasiones, lo ofertaba en la calle.
Sin recordar si vio a su esposa e hijos muertos en el suelo, Jalón aseguró a la fiscal que nunca tuvo problemas con ella. “Nunca le alcé la mano”.
Sin embargo, reconoció que tenían disgustos, pero porque él no quería ir al médico. “Dos veces me encontró que me quería matar, ahorcándome”.
En respuesta a una inquietud de su abogado, recordó que días antes de los hechos acudió al hospital con su esposa.
Durante la consulta, le dijo a la doctora que lo atendió que se sentía mal, con ansiedad.
“Le indiqué que había encontrado algo delicado, un frasquito de un medicamento el cual decía contraindicaciones: ansiedad. La doctora no me hizo mayor caso”.