Ceremonia. Con solemnidad se cumple el ritual para pedir a la Pachamama que les dé sabiduría y energía.

Le piden a la Pachamama que ‘ilumine’ sus actividades

El tambor suena al unísono con el rondador. Jaime Guamán, uno de los líderes del pueblo Karanki, es quien saca música a sus instrumentos. Da vueltas alrededor del altar ceremonial sin dejar de entonar sus instrumentos.

En el centro están ‘mamá Carmen’, del pueblo Saraguro, y ‘mamá Josefina’, de Otavalo. Ambas son mujeres sabias encargadas de las ceremonias ancestrales. Rufino Masaquisa, del pueblo de Salasaka, explica el porqué de este ritual: es para pedir a la ‘Pachamama’ (la Madre Tierra) el permiso para que se realice una reunión.

“Sin su permiso no se puede realizar ninguna actividad. El ritual es espiritual y se pide energías y sabiduría”, agrega Carmen Lozano, más conocida como ‘mamá Carmen’.

Pétalos de flores y rosas de colores se colocan en círculos y sobre ellas los frutos que les provee la tierra. En el centro una pequeña vasija contiene incienso y palo santo, mientras que en otra más pequeña hay un poco de agua -tomada de la laguna sagrada- con varios claveles.

“El ritual se lo hacía desde el tiempo de nuestros ancestros y lo siguieron los abuelos. Es la eternidad y la pureza. Se pide a la Pachamama y a nuestros espíritus la guía y fortaleza en cada acción que realizamos”, explica “mamá Josefina”.

Empieza con la oración en kichwa y después las sabias pasan la vasija con el palo santo a los líderes. Los limpian con el humo y les rocían el agua con las flores. El ritual, que se realiza con dirigentes y participantes de cada reunión, dura 15 minutos y luego inician las actividades. El altar ceremonial queda en el lugar.

Masaquisa dice que después de concluida la asamblea otra vez se da gracias a la Pachamama por la guía recibida. (F) YIE