El lejano reflejo de lo que espera Guayaquil de sus autoridades
La titular de la Comunidad de Madrid responde a acusaciones sobre actos de corrupción. En cambio, la alcaldesa Viteri y concejales guardan silencio ante problemas de la ciudad
Qué distintos son los políticos al otro lado del Atlántico. Para empezar, sí dan la cara a sus votantes cuando son salpicados por presuntos actos de corrupción y no dejan que el tiempo y el silencio hagan de bomberos de sus actuaciones. La reciente novela de la política española ubica a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en un tremendo embrollo por la compra de mascarillas cuyo contrato habría beneficiado a Tomás Díaz Ayuso, hermano de la reconocida figura política.
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Leer másGuayaquil no es ajeno a los escándalos de corrupción u omisión de la ley, de lo que sí carece, a diferencia de su par española, es de autoridades locales que hablen, respondan, repliquen, justifiquen sus actos, reconozcan sus errores de ser el caso cuando son señalados, por ejemplo, por un cuestionado contrato para salpicar la ciudad de frases de autores locales sin su autorización y sin reconocer regalías. O de ingresar camionetas municipales a la pista de la terminal aérea de la ciudad para impedir el aterrizaje de un vuelo humanitario en plena pandemia. Ambos hechos son investigados por la Fiscalía.
La alcaldesa de Guayaquil, Cynthia Viteri, parte protagónica que le otorga su cargo en ambos hechos, apostó al silencio. Dejar que el tiempo cubra de polvo las críticas, apague las voces de quienes las pronunciaban y seguir como si nada.
Una cara diferente aparece en la otra orilla. Díaz Ayuso enfrenta los micrófonos. Las preguntas puntiagudas de los periodistas que son las mismas que rondan la cabeza de sus votantes ávidos de respuestas. “Insisto en que nunca influí para la compra de mascarillas a esta empresa... Espero que con esta explicación nadie dude de mi honorabilidad, ni de mi ejemplaridad”, concluyó la titular de la comunidad madrileña. Para Díaz Ayuso parece que defender su honorabilidad es suficiente motivo para salir a contestar a sus habitantes.
La política madrileña, a diferencia de la guayaquileña, puede darse el lujo (porque en la ciudad es realmente un lujo) de romper el silencio incluso entre sus propios coidearios. Pablo Casado, presidente del Partido Popular, bandera política de Díaz Ayuso, sale sin reparo alguno a criticarla. Y esta a responderle, con aún más brios, y acusarlo de orquestar un plan para perjudicarla con espionaje incluido.
Ver a un Jaime Nebot cuestionar públicamente a una Cynthia Viteri, y a esta respondiéndole con más ímpetu es casi una escena de novela de ciencia ficción, de cuento de hadas, de película de Disney que termina con el matrimonio de la protagonista con su príncipe azul. Y mucho menos a los concejales de la misma línea política. Criticar a la autoridad, entendido como la acción de señalar las cosas que pueden cambiarse y mejorarse, es una frase que desapareció de su agenda una vez que ganaron las elecciones. La discrepancia entre propios es realmente un lujo en la política guayaquileña.
Responder es obligación de una autoridad. Bajar la tensión entre sus habitantes desde las cosas más pequeñas como los baches en la calle frente a su casa hasta los actos de corrupción. Si no es por los votantes, al menos, como Díaz Ayuso, que sea por la honorabilidad que es de lo poco que preservarán cuando dejen sus cargos.