Litardo se va sin dejar huella
Administrativa y espesa fue la rendición de cuentas del presidente de la Asamblea. Ni un solo mensaje político que la próxima legislatura esté obligada a considerar.
La rendición de cuentas (una obligación establecida por la ley para todas las autoridades del Estado) es una de las últimas instituciones de la concepción correísta de la participación ciudadana. Durante el decenio del gran derroche las había por decenas. Eran ocasiones propicias para alquilar grandes salones en los mejores hoteles de la capital, donde organizar apoteósicos cocteles y juergas masivas regadas con vino y whisky y aderezadas con bocadillos finos servidos por mozos de pajarita. Comida y bebida que hacían llevaderos los jactanciosos discursos en los que el funcionario de turno se ponía por las nubes para que sus subalternos desfilaran chupándole las medias. En estos tiempos de vacas flacas, de esa tradición solo quedan los discursos. Uno particularmente lleno de alardes fue el que ofreció César Litardo con ocasión de su rendición de cuentas como presidente del organismo más desprestigiado de la democracia: la Asamblea Nacional.
Fue en el salón del Pleno, que llevaba sin usarse desde el primer confinamiento, y con invitados de excepción: el ministro de Gobierno y el de Defensa, la comandante general de la Policía, el procurador general del Estado, el defensor del Pueblo y un gran número de funcionarios vía Zoom pero con la modalidad de “cámara desconectada”, que deja en negro la pantallita y garantiza conexión pero no presencia.
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Leer másTratándose del último informe de labores del más político de los organismos del Estado, es sorprendente la capacidad de César Litardo para evitar hasta la más elemental de las reflexiones políticas en su discurso. No hubo mucha diferencia entre su informe y el de un administrador de correos: 20 leyes aprobadas, 105 sesiones del Pleno, 1.007 sesiones de comisiones ocasionales y permanentes, tres sesiones solemnes, ocho instrumentos internacionales, dos proyectos urgentes… Más aún: 24.319 beneficiados con la socialización de leyes, 3.104 participantes en modelos de simulación parlamentaria en colegios y universidades, 9.048 visitantes en recorridos guiados por la sede del Legislativo, 12.167 invitados al Proyecto Ruta Legislativa en territorio con “los recorridos del bus legislativo y su tecnología de punta para fomentar interacción con la sociedad civil”… En fin: una maravilla.
De las razones por las cuales la Asamblea goza de un nivel de aprobación popular bajo rasante (apenas el 2 por ciento de la población le concede algún crédito), Litardo no hizo siquiera una mención, menos aún un intento de explicación. Fue apenas en agosto del año pasado (es decir, dentro del período comprendido en la presente rendición de cuentas) cuando él mismo se encargó de revelar a un país atónito la impactante estadística de honestidad de sus legisladores: 60 de 137, dijo, tenían alguna cuenta pendiente con la justicia: sobornos, cobros indebidos, mal uso de bienes públicos... Hoy, sin embargo, en su rendición de cuentas, se jacta de haber obtenido la certificación internacional ISO 37001 “para una cultura de transparencia y ética”, lo que garantiza, según él, el compromiso de la Asamblea en su lucha contra la corrupción.
Así la rendición de cuentas de Litardo: administrativa y espesa. Concibe a la Asamblea Nacional como un organismo burocrático encargado de parir articulados sobre acuicultura y pesca, uso de fundas plásticas o cultivo de la palma aceitera, de los que se siente muy orgulloso. Pero es incapaz de relacionar esas leyes, que probablemente sí son importantes, con un proyecto de país. O de trazar, desde una perspectiva política, una ruta que la próxima legislatura se sienta obligada a considerar, aunque sea para rechazarla. Las tareas pendientes para el futuro inmediato, las reformas a la Constitución que se discutieron durante todo su período pero de las que no dijo ni media palabra, los cambios al sistema electoral que el país pide a gritos… Nada de eso preocupa al presidente de la Asamblea Nacional. Quizá su 2 por ciento de aceptación es un exceso.
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Quizá los rigores del confinamiento beneficiaron a César Litardo, pues lo obligaron a tomar medidas administrativas que seguirán aplicándose en el futuro en la Asamblea. Su presidencia deja todo un sistema para la legislación mediante uso de tecnologías y un avanzado proceso de digitalización de documentos que implica un ahorro, dijo, de 300 mil dólares anuales.