Llegó la hora de repartir culpas
El encontrón entre Pierina Correa y Marcela Aguiñaga revela el clima de insatisfacción en el correísmo. Es el momento de ajustar las cuentas.
Parte de guerra desde el frente guayaco de la Revolución Ciudadana: Pierina Correa salta al cuello de Marcela Aguiñaga y propone implícitamente (sin molestarse en nombrarla siquiera) sacarla de la dirección nacional del movimiento político. Inadvertidamente dejó caer su carga explosiva sobre las ambiciones de la prefecta del Guayas en una entrevista para radio Morena de Guayaquil: “No estoy de acuerdo en que los directivos sean candidatos o funcionarios -dijo la hermana del expresidente prófugo y asambleísta electa- porque o cumples tu función al cien por ciento o cumples tu dirección. Las dos cosas son trabajo a tiempo completo”. Para muestra de lo que puede ocurrir cuando se acumulan funciones en una misma persona, un botón: “teniendo prefecta se perdió un asambleísta en el distrito 4”. Directísimo diagnóstico sobre las culpas de una derrota electoral.
Más de un día tardó en responder la prefecta y directora del partido. Lo hizo echando mano de una cita citable extraída de algún manual de filosofía para andar por casa o de una página web de frases sentenciosas tipo sabidurías.com: “La envidia -tuiteó- es el mayor homenaje que la mediocridad le rinde al talento”. Y un emoticón de carita aliviada. Tampoco necesitó la prefecta mencionar a la destinataria para que se entendiera el mensaje.
El correísmo reconoce sus errores en campaña tras las elecciones
Leer másEste intercambio con guante blanco entre dos de las figuras más importantes del correísmo (aunque una de ellas lo sea nomás por parentesco) es, si no el primero, sí el más claro signo, hasta el momento, de un incipiente resquebrajamiento postelectoral en las filas del correísmo. Alguien tiene que cargar con las culpas. Es evidente que la derrota se está viviendo como un auténtico desastre político y que el estado de ánimo generalizado de los militantes es uno que se puede identificar como de crisis existencial. Bastaba con ver las caras de velorio de los dirigentes que acompañaron a Luisa González el domingo en su discurso de aceptación de los resultados electorales. Marcela Aguiñaga trató de bromear con la imagen televisiva en la que aparecen ella y la prefecta de Pichincha, Paola Pabón, componiendo una perfecta cara de lenguado mientras habla la candidata. Dijo que se quedaron así cuando se enteraron de que Guillermo Lasso iba a escribir un libro. Lo cierto es que el ajuste de cuentas parece inevitable al interior del partido.
Parece que el malestar de Aguiñaga se debía también al mensaje conciliador y democrático de Luisa González. Es evidente que trató de detenerla. “Ya vamos”, le susurró al oído (las cámaras no perdonan) en una pausa de su discurso. Pero Luisa siguió. Tampoco Rafael Correa aprobó el mensaje de la candidata. Se sabe que ese domingo el expresidente prófugo quedó sumido en una profunda depresión, inmóvil ante el teclado. Él, que reaccionó de inmediato al exit poll difundido por Teleamazonas, en el que se atribuía la victoria a Daniel Noboa (“No se dejen impresionar”, tuiteó a las cinco y cuarto de esa tarde, “esperemos resultados reales”), tardó horas en pronunciarse cuando esos resultados reales fueron difundidos. Durante cinco horas no puso un tuit (algo insólito en un tuitero compulsivo como él incluso en un día ordinario, no se diga en una jornada electoral). Finalmente lo hizo a las 22:40, con luctuosa solemnidad: “Patria querida, Patria Grande: esta vez no lo logramos. Enfrentamos poderes enormes. Hasta se asesinó a un candidato para evitar nuestra victoria. La traición de Lenín sigue causando estragos…”. Presuntuoso, ególatra, desvergonzado, a Luisa González no le dio ni las gracias.
La pregunta, ya que al correísmo le ha llegado el momento de repartir responsabilidades tras dos derrotas electorales consecutivas, es si el expresidente prófugo será capaz de asumir las suyas. ¿Quién le pone el cascabel al gato? Rafael Correa es la razón de ser del partido pero, al mismo tiempo, su mayor lastre. Un movimiento secuestrado por su líder sentenciado y prófugo, cuya impunidad es necesariamente la prioridad máxima de su agenda política, podría hallarse en vísperas del mayor ajuste de cuentas de su historia. Que no se pongan muy sinceros, porque desaparecen.
Aguiñaga bajo ataque
“Que quienes vayan de directivos (del partido) no puedan ser candidatos en los dos procesos electorales siguientes”: Pierina Correa es clara: o Marcela Aguiñaga deja la dirección del partido o renuncia a toda candidatura. En sus declaraciones en radio Morena, la asambleísta electa dijo que el director del partido “juega con ventaja con respecto al resto de aspirantes a ocupar una candidatura”.
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