Llori gana la empanada de oro
Instantáneas legislativas. A Guadalupe Llori le gusta tratarse bien con plata pública. Verla justificarse es un espectáculo.
1. Los grandes temas que ocupan a Llori
“La empanada sigue costando un dólar. ¿Dónde está el problema?”, zanjó el director jurídico de la Asamblea, Santiago Salazar, dando por concluida la discusión. A su derecha, la secretaria de Relaciones Internacionales; a su izquierda, el coordinador de Protocolo. Así son las ruedas de prensa (esta no es la primera) de los altos mandos administrativos del primer poder del Estado: la presidenta Guadalupe Llori los moviliza con urgencia, los pone a elucubrar alambicadas explicaciones, les manda a producir videos o presentaciones en Power Point y los coloca en la Sala de los Presidentes, la de las grandes solemnidades, para abordar asuntos del máximo interés público: ayer fue el estado de los frenos de su carro; hoy, la insospechada “logística” (así dijeron) que se esconde detrás de una empanada; mañana, quizá, las bondades de los masajes corporales. Nada es lo suficientemente nimio para no merecer la atención institucional de la Asamblea cuando esta no tiene de qué más ocuparse.
La Asamblea suspende la ejecución del contrato que incluía cenas de entre $31 y $50
Leer más2. La presidenta, más articulada que nunca
Guadalupe Llori elige dónde dar la cara. En medio del escándalo por el contrato de servicios de alimentación que incluye almuerzos de 45 dólares, cenas de 50 y empanadas de seis (por no hablar del espinoso asunto de sus propios viáticos), ella prefiere no aparecer por la rueda de prensa respectiva en el Salón de los Presidentes, donde tendría que lidiar con las impertinencias de los periodistas. Prefiere el acogedor espacio de la Televisión Legislativa, donde todo está bajo control y no existen las repreguntas incómodas. Donde ella puede decir, por ejemplo, que eso de los masajes “es otra mentira” sin que nadie le replique “pero, ¿y las facturas?”. Donde a nadie se le ocurre hacerle cuentas de las galletas Oreo. O pedirle identificar a los acompañantes cuyo alojamiento costeó con plata de los contribuyentes en un lujoso resort de la ciudad de Tena. Pero, sobre todo, donde puede llevar las respuestas escritas y leerlas con disimulo, como si estuviera mirando a la cámara. Nunca se había visto una Guadalupe Llori tan articulada: habla de corrido e hilvana a la perfección una idea tras otra. Se adorna con estructuras gramaticales complejas inéditas en ella y se permite rarezas tan inusuales como el relativo posesivo “cuyo”, ausente de su vocabulario de todos los días. Debe sentirse tan segura que decide mirar a la entrevistadora, en un alarde de naturalidad, y cuando vuelve los ojos a la cámara (¿al teleprónter?) ya se ha perdido de renglón. ¿Dónde iba?
3. La conspiración de las redes sociales
Ya suspendió la presidenta la ejecución del contrato de servicios de alimentación que incluye empanadas de seis dólares. Y pidió una auditoría de la Contraloría General del Estado. Más aún: ya suspendió todos los procesos en marcha, igual que hizo antes con el de la compra de sus carros. Y dirigió un oficio a sus jefes administrativos (21 en total, lo cual debería ser un escandalete por sí solo) pidiéndoles que le presenten la renuncia. Si hay culpa que asumir, será de alguno de ellos, es el mensaje. Pero no hay culpa: contratos como ese se han hecho siempre; contratos como ese los hace todo el mundo, incluyendo Cancillería que hasta llega a pagar precios más altos por sus empanadas. Averigüen cuánto pagan en Carondelet por las suyas, sugiere Salvador Quishpe, quien de un tiempo a esta parte luce dispuesto a justificar todo lo que haga su presidenta.
El problema real, el problema de fondo, no es que haya todo un sistema de contratación institucional público en el cual pagar seis dólares por una empanada resulta la cosa más normal. El problema es que hay, en palabras del recién renunciado director jurídico Santiago Salazar, “una estrategia de descrédito a la Asamblea Nacional, hay que preguntarse por qué”. “Campaña de desprestigio”, dice la presidenta. Y culpa a las redes sociales.
“No cederemos a las presiones, ni cederemos a que nos pongan agenda, ni tampoco a las campañas montadas en contra de esta noble institución”, se revuelve de las iras Guadalupe Llori mientras acusa a Fernando Villavicencio de ser Chucky. Oyéndola jurar en términos tan enérgicos y tan perentorios cuesta darse cuenta de que está hablando de empanadas.
“Los juicios por peculado que he tenido los libré en las cortes”
Leer más4. La logística detrás de una empanada
“No es que compramos una empanada, compramos una empanada más un servicio logístico”, se extrema el director jurídico en la rueda de prensa en que le pusieron a defender lo indefendible. Es decir: “La empanada sigue costando un dólar”, pero si se le suma la mesa en la que está servida, el mantel que cubre la mesa, el mesero que la lleva y el cuchillo que la corta, el costo de la empanada alcanza con naturalidad los seis dólares y burro es quien no lo entienda (no lo dijo con esas palabras, pero habló en tal tono que fue como si las dijera). No se ha dado cuenta el funcionario de que los restaurantes que venden empanadas de un dólar también tienen mesas, manteles, cubiertos y meseros. Eso se llama “servicio” y suma el 10 por ciento. Él lo llama “logística” y suma el 600 por ciento.