MACHAY LA JOYA OLVIDA (13952324)
La icónica cascada de Machay.YADIRA ILLESCAS

La cascada de Machay: un rincón olvidado en Baños de Agua Santa

El lugar lucha contra el abandono turístico. La comunidad resiste

El rugido de la cascada de Machay rompe el silencio de la selva. Su caída de agua, de más de 40 metros, parece contar una historia que pocos escuchan. A sus pies, un arcoíris perpetuo se forma entre la bruma y el sol, como si la naturaleza misma se empeñara en recordar que este lugar sigue vivo, a pesar del olvido.

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Las voces de la comunidad

Más allá de su belleza imponente, Machay, que en kichwa significa “caverna sagrada”, guarda otro tipo de historias: las de su gente. Unas 20 familias habitan este rincón escondido de Baños de Agua Santa, y su sustento depende de los turistas que llegan a maravillarse con la cascada y los senderos que serpentean entre la vegetación. Sin embargo, el eco de los pasos se ha vuelto escaso.

“Antes venían chivas llenas de turistas, pero ahora no llegan y los visitantes son escasos”, dice Mónica Silva, líder comunitaria. Recuerda que Machay figura como una de las principales paradas del corredor Baños-Puyo. “No entendemos por qué los operadores de las chivas nos sacaron de las rutas. Es como si hubieran borrado nuestro nombre del mapa”.

En el pasado, los visitantes llenaban la pequeña cabaña de la comunidad. Compraban truchas frescas, disfrutaban de un almuerzo típico y dejaban propinas que ayudaban a mantener los senderos.

MACHAY LA JOYA OLVIDA
En el pasado, los visitantes llenaban la pequeña cabaña de la comunidad. Compraban truchas frescas, disfrutaban de un almuerzo típico y dejaban propinas que ayudaban a mantener los senderos.YADIRA ILLESCAS
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Optimismo, a pesar de todo 

A pesar de todo, la comunidad no se rinde. Con recursos limitados, han construido un nuevo sendero que facilita el acceso a la cascada y planean instalar un pequeño mirador. Jaime Garcés, guía local, explica que también están impulsando actividades como ceremonias ancestrales y caminatas nocturnas para atraer a un público diferente.

“Queremos que la gente no solo venga a ver la cascada, sino a sentirla, a conectarse con la naturaleza”, dice. El camino no ha sido fácil. La falta de apoyo gubernamental y el desinterés de las grandes operadoras turísticas han hecho que el progreso sea lento.

“Nos hemos sentido abandonados, pero seguimos luchando porque sabemos que Machay tiene algo especial”, añade Silva. En un día soleado, la cascada de Machay brilla como un espejo líquido. Sus aguas, que alguna vez fueron consideradas sagradas por los pueblos ancestrales, parecen susurrar una promesa de renovación.

Los comuneros la escuchan con fe. Madeline de Villagrán, una de las residentes más jóvenes, asegura que la comunidad no se dará por vencida. “Este lugar es nuestra vida. Si nosotros no lo cuidamos, ¿quién lo hará?”, pregunta.

Machay, con su belleza intacta y su gente perseverante, espera pacientemente el regreso de los viajeros. Mientras tanto, su cascada sigue rugiendo.

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