Madres, las otras víctimas del femicidio
Voces: Dos madres cuentan como ha sido su vida luego del asesinato de sus hijas. Ellas han librado verdaderas batallas para que sus casos no sean una cifra más
Vivir con ansiedad: una lucha contra uno mismo
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Virginia Muñoz y Patricia Bermúdez representan a las víctimas secundarias del femicidio de las que muy poco se habla: las madres. Ellas enfrentan un duelo eterno y a toda una estructura social y estatal que muchas veces las revictimiza ante sus intentos de obtener justicia por los crímenes contra sus hijas.
‘Kathy’, como le dicen a Virginia sus familiares y amigos, recibe al equipo de EXPRESO con una ligera sonrisa en la cara, una que se opaca cuando piensa en el pasado 21 de diciembre de 2020.
Ese día su hija Lisbeth Baquerizo fue asesinada en su casa en Puerto Azul, una urbanización de la vía a la Costa. Desde entonces han paso casi cinco meses y la herida, según ella, está lejos de sanarse.
Lisbeth fue encontrada muerta por Virginia y su esposo, ambos alertados por Luis Hermida (yerno) y su familia. En inicio, Hermida aseguró que se habría tratado de un accidente, pero las investigaciones apuntaron a que la escena donde Baquerizo fue hallada sin vida habría sido montada.
Este y otros indicios previos de la actitud del esposo de Lisbeth llevaron a Virginia a sospechar de él (ahora se encuentra prófugo de la justicia) y a emprender una colosal lucha por conseguir la verdad de lo que pasó ese día y por obtener justicia. Una justicia que, según cuenta, hasta ahora no conoce.
Ahora su vida transcurre entre la Fiscalía, su casa y los medios de comunicación. No ha parado ni un segundo desde entonces, pero no siempre ha tenido las fuerzas para sostenerse, especialmente cuando el recuerdo la embarga. Mientras habla de todo lo que ha pasado desde ese día, le es imposible contener las lágrimas. Sus ojos denotan una dualidad desconcertante entre la tristeza y el deseo de conseguir la verdad.
Aún la extraño, todos los días. Ha sido muy duro para mí. No he podido superarlo, pero he aprendido que a través de ese dolor tengo que ser fuerte y seguir adelante por ella, por su recuerdo y por el inmenso amor que como madre le tengo.
Hoy, varios meses después, su casa ubicada en el Cristo del Consuelo, al sur de Guayaquil, alberga decenas de carpetas que contienen el proceso que se sigue en contra de los presuntos implicados en el asesinato de Lisbeth.
En esa misma casa hoy pasará el Día de la Madre, fecha que en años anteriores disfrutó junto a sus dos hijas, pero ahora solo tendrá a una. Quizá por eso este día no sea tan especial como en años anteriores, particularmente porque Lisbeth era la más detallista.
No obstante, dice que por ella sigue en pie y no descansará hasta conseguir que su caso no sea un simple número más de femicidio, en un país donde cada 72 horas una mujer es asesinada, según datos de la fundación Aldea.
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Leer másBajo esa misma consigna y posiblemente acompañada del mismo dolor, Patricia Bermúdez peleó y sigue peleando por conseguir esa misma palabra mágica y en cierto caso utópica: justicia. Su hija Adriana Camacho y su nieto Santiago fueron asesinados por Erick Ortega el 24 de febrero de 2020.
Hoy dice estar más tranquila y también luce así, pues el implicado en este doble asesinato (a diferencia del caso de Lisbeth) ya cumple una condena de 34 años de cárcel tras haber sido declarado culpable el pasado 18 de febrero de 2021, a pocos días de cumplirse un año del suceso.
Su experiencia con la justicia ecuatoriana tampoco ha sido la mejor. Cuenta que el proceso para conseguir ese dictamen estuvo lleno de negligencias, trabas e irregularidades.
A Patricia también la ha impulsado el amor de madre, ese amor que espera que sus otros dos hijos, que aún están a su lado, le celebren este domingo. Si bien será una festividad a medias por ese vacío que asegura nunca se llenará y por el que todavía la colma la nostalgia, señala que ahora intenta ser feliz, sin que esto signifique olvidarse de su hija y su nieto.
Tiene presente también que Adriana era madre y por eso la recuerda aún con mayor fuerza en esta fecha, sobre todo por su entrega hacia su hijo. Así que también la celebrarán, aunque ya no esté físicamente.
Virginia y Patricia son conscientes de que sus hijas no son las únicas víctimas de femicidio en el país, y ellas tampoco son las únicas madres que claman justicia. Hoy, su deseo compartido es que los crímenes que ellas lloran, ayuden a sentar un precedente en un tema que necesita más difusión y mejor tratamiento.