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Las dependencias estatales tampoco cumplen con la norma de identificar todos sus vehículos.archivo / Expreso

Mafiosos y ministros transitan sin placas

Una elemental medida de seguridad (controlar a los autos sin placas) es inaplicable 

Es puro sentido común: la primera medida que debería contemplar una política de seguridad inteligente en un país como Ecuador, la más elemental, la obvia, si de veras se quiere bajar el índice de delitos, es la de controlar a los vehículos motorizados que circulan sin placas por las ciudades. En autos y motos sin placas huyen los sicarios de la escena de sus crímenes; en autos sin placas, blindados, de alta gama, con los vidrios polarizados, se mueven los capos de las mafias, y al interior de autos sin placas empujan los secuestradores a sus secuestrados, confiados en ese anonimato que desafía testigos y cámaras de seguridad. ¿No es elemental controlarlos? Lo es, pero no se hace. ¿Por qué? Porque en autos sin placas se mueven también ministros y subsecretarios. En autos sin placas llegan jueces hasta la puerta de los tribunales, asambleístas a la Asamblea, concejales a sus respectivos municipios... En autos sin placas se desplazan guardaespaldas, cuerpos de seguridad privada y hasta policías. ¿Cómo podría el Estado sancionar una conducta que el mismo Estado practica y promueve? Simple: no puede. No puede porque no quiere.

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¿Qué hace un humilde agente de tránsito cuando ve un Toyota 4 Runner sin placas, con vidrios polarizados, pasándose un semáforo en rojo a toda madre? Por lo general, nada. Detenerlo, como debería, es exponerse a un maltrato o algo peor. Podría tratarse del carro de un viceministro que le tomara los datos (nombre, unidad a la que pertenece, nombre de su superior) y le zarandeará al grito de “¿¡No sabes quién soy yooo!?”, frase favorita del funcionario de gobierno de medio pelo con uno o dos metros cuadrados de poder en su oficina. O podría ocurrirle como a aquellos dos agentes que se vieron, de pronto, encañonados por dos gorilas que les ordenaban tirarse al suelo. El video, grabado por uno de los agentes, circuló en las redes sociales en marzo pasado y es de terror. Valiente, ejemplar, el agente de la cámara no se arruga: “licencia y matrícula, señor”, exige con voz firme, en fiel cumplimiento de su deber: “el vehículo está sin placas, desde allá le vengo grabando”. Y el gorila, envalentonado con la pistola en la mano, apuntándole: “al piso, al piso”, le ordena, y se niega a identificarse. La historia termina bien para los agentes (al final salen ilesos), pero mal para la sociedad. Los gorilas trepan al carro, una camioneta Ford de doble cabina en cuyo interior alguien más espera, y se van sin someterse al control. Luego se supo que eran policías. ¿Qué escondían? ¿A quién cuidaban? ¿A un mafioso? ¿A un funcionario del Estado? ¿A un mafioso funcionario del Estado?

Precaución¿Qué hace un humilde agente de tránsito si se encuentra con un auto sin placas? Por regla general, nada. Detenerlo es exponerse al peor de los maltratos. O a algo peor.

Este es solo un caso, ni siquiera el más impactante, del extenso anecdotario de los autos sin placas recogidos en tuits a lo largo de los años. Basta con escribir “sin placas” como criterio de búsqueda (así, entre comillas) y se hallará una mina. Con un poco de paciencia uno puede retroceder en el tiempo hasta 2016 y encontrar la historia del empleado de un lujoso restaurante de Quito muy concurrido por los funcionarios del gobierno de aquel entonces, a quien otros dos gorilas le rompieron la cabeza por haberles pedido que no estacionaran su todoterreno Nissan sin placas sobre la vereda y en plena puerta. Se fueron tan campantes y no se supo más de ellos. O, más recientemente, la reveladora historia del candidato correísta a la presidencia, Andrés Arauz, y su auto de campaña: un Toyota 4 Runner, para variar con placas. Y porque las tenía, este Diario pudo identificarlo: pertenecía a una empresa cuyo representante había sido sentenciado por pagar sobornos a Petroecuador para conseguir contratos en la Refinería del Pacífico, no hace falta decir en qué gobierno. En cuanto EXPRESO publicó la novedad, Arauz tomó medidas: retiró las placas del auto y terminó su campaña a bordo de un 4 Runner anónimo. Demostración irrebatible de que los autos sin placas esconden y encubren delincuentes.

Se aprenden cosas en los tuits. La primera es que en ningún país de la región el problema de seguridad ocasionado por los autos sin placas es tan masivo y genera tanta preocupación ciudadana. Denuncias de toda la tuitósfera hispanoparlante se despliegan ante la vista del usuario que ha tecleado el criterio de búsqueda “sin placas”. ¿De dónde proceden esos miles de mensajes? En líneas generales, un 10 por ciento viene de Centroamérica, Colombia, Perú, Venezuela… El 90 por ciento restante, de dos países: México y Ecuador. El principal problema que se identifica en México es la presencia de taxis y otros vehículos de transporte público piratas que circulan sin placas; después del transporte pirata viene la delincuencia. En Ecuador, origen de la inmensa mayoría de mensajes, los hay básicamente de dos tipos: noticias de delitos y reclamos a funcionarios y autoridades.

EmergenciaSe aprenden cosas en la tuitósfera: la primera es que en ningún país de la región el problema de seguridad ocasionado por los autos sin placas es tan masivo y preocupante.

En el primer grupo encontramos tuits como estos: “Delincuentes armados ingresaron la noche de ayer a un local de la República de El Salvador, en Quito, para sustraerse lo que podían. Huyeron en un auto sin placas”. “Ceibos, cada vez más peligroso. Este vehículo totalmente polarizado y sin placas anda todos los días por el sector robando retrovisores o a las personas que van caminando”. “José Rivas Lozano, alias Joselo, uno de los líderes de Los Lagartos, fue acribillado cuando se movilizaba en un vehículo sin placas”. De estos, miles. En el segundo grupo, no menos numeroso, los protagonistas son las élites y las autoridades: “No puede ser que las ciudadelas privadas en Guayaquil o Samborondón permitan carros sin placas”. “Este vehículo fue retenido por un agente de tránsito, conversaron, algo le enseñaba en el teléfono y ¿saben qué pasó? Se fue tranquilo en su carro sin placas”. “Hoy en el carretero hubo un festival de carros sin placas y con luces oficiales led strobo azul y roja rebasando por carril de emergencia, no sabía si eran GDO o de seguridad privada. Ya hoy en día no se sabe nada”. O este tuit del 12 de marzo pasado: “Momentos en que De Gaulle Hanze, director del Centro de Control de Tránsito de la ATM Guayaquil, discute con un agente para impedir que se retenga a un auto sin placas. ‘Yo tengo orden del gerente general de que se vaya este carro’, dice el funcionario”. Completa el panorama una larga colección de fotos de patrullas policiales y autos del ECU-911 con placas adulteradas o sin placas. Esta semana hubo dos.

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En resumen: en vehículos sin placas se cometen, cualquiera lo sabe, la mayoría de crímenes y delitos. Pero no hay cómo controlarlos porque los altos funcionarios del Estado, sus familias y sus grupos de seguridad armada también los usan. ¿Qué argumentan? Que lo hacen por razones de seguridad. Parece chiste. Seguridad suya, se entiende. Es la que les importa. En otras palabras: en esta supuesta república democrática hay ciudadanos de dos clases y el principio jurídico de igualdad ante la ley es letra muerta. Por partida doble: primero, porque la ley que obliga a los vehículos a llevar dos placas de identificación, bajo pena de multa y retención del carro, no es obligatoria para un grupo que defiende activamente sus privilegios. En segundo lugar porque, si bien existe la conciencia de que el tema de las placas es un problema de seguridad ciudadana (a nadie se le ocurriría negarlo), el Estado ha elegido hacerse de la vista gorda y omitir cualquier medida para combatirlo porque considera, en la práctica, que la seguridad de sus propios funcionarios y sus familias está por encima de la seguridad de todos. Que no se diga que los integrantes del gobierno están luchando contra la delincuencia. Más parece que estuvieran tratando de mantenerse provisionalmente a salvo.

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