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Protestas en Venezuela.
En Caracas - Venezuela, se mantienen las protestas por la proclamación de los resultados de las elecciones presidenciales del 28 de julio que puso como ganador a Nicolás Maduro.EFE

Manual para salir de una narcodictadura

En la actual coyuntura, ¿Es fácil salir de una dictadura? No. No lo es. Pero salir de una narcodictadura es más difícil aún

A finales de los noventa, Hugo Chávez Frías representó lo que algunos politólogos latinoamericanos definieron como un ‘populismo refundador’. Aprovechando la crisis institucional y política de su país, utilizó la democracia representativa para llegar al poder sobre la base de promesas de una refundación nacional.

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El ciclo inaugurado por Chávez llevó también al poder a Evo Morales en Bolivia y a Rafael Correa en Ecuador. En los tres casos había un manual de acciones concretas, disfrazadas de una supuesta ideología de izquierda moderna denominada socialismo del siglo XXI. La convocatoria a una Asamblea Constituyente trajo consigo un experimento inédito para romper el clásico principio de división de poderes.

Por esa razón, en estos días a los ecuatorianos no nos suena ajeno escuchar los términos ‘Consejo Nacional Electoral’ en vez del tradicional Tribunal Supremo Electoral, o ‘Asamblea Nacional’ en vez del clásico Congreso Nacional. Todo estaba escrito.

De todos los experimentos que fueron liderados por Chávez, a los que luego se sumaron, con algunos matices, Honduras, Brasil, Argentina, entre otros, el único que permanece intacto es la dictadura venezolana. O mejor dicho, la narcodictadura de Maduro, que se sumó al proceso casi irreversible de Nicaragua o Cuba.

VENEZOLANOS EN PLANTÓN
Este 3 de agosto en la ciudad de Guayaquil se dio un plantón en la explanada del Teatro Centro Cívico para realizar oraciones por Venezuela.Christian Vinueza

Una vez que dominó la escena política, el chavismo concentró poder y subordinó a los demás poderes. Se convirtió así en un populismo autoritario, en cuyo modelo se priorizó el interés particular del líder y de su banda. Por eso, en varios de los países donde operó el autodenominado socialismo del siglo XXI se han dado los casos más grandes de corrupción de la historia.

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El modelo chavista buscó tener procesos electorales permanentes aprovechando su popularidad, basada en gran parte en los ingresos por recursos extractivistas, contra los que supuestamente luchaba. El nuevo socialismo usaba votos y ya no balas.

Con estos antecedentes, en medio de la actual coyuntura, ¿podríamos creer que es fácil salir de una dictadura? No. No lo es. Pero salir de una narcodictadura es más difícil aún. El régimen chavista siempre se apoyó en organizaciones paralelas no estatales, colectivos motorizados, paramilitares, bandas delictivas en las prisiones o el crimen organizado. Funciona en colusión con ellos y con diferentes grados de integración. Los vínculos entre sí no son accidentales, son orgánicos. Se trata de la fusión de la violencia del Estado, el control territorial y los extraordinarios recursos que se originan en el tráfico de drogas y personas, la minería ilegal y el contrabando de gasolina.

Es evidente que la dictadura de Maduro está sostenida por la operación de estructuras criminales, por eso su salida del poder es más difícil aún. La comunidad internacional pecó de ingenuidad al negociar con el régimen de Maduro una salida democrática. Y es que los dictadores utilizan las elecciones para perpetuar el fraude y disfrazar su autoritarismo de democracia.

El fraude no es cosa del pasado domingo. Viene fraguándose por meses. La narcodictadura de Maduro tuvo la complicidad del mexicano López Obrador, del argentino Fernández, del colombiano Petro, y de expresidentes como el español Zapatero, el ecuatoriano Correa o el boliviano Evo Morales, para proyectar a la comunidad internacional que unas elecciones limpias traerían estabilidad a ese país.

Plantón en Guayaquil por Venezuela
Postura. A los mingrantes venezolanos en Ecuador, les preocupa que existan más fallecidos en su país por protestar.Christian Vinueza

Estados Unidos intercambió presos políticos norteamericanos con delincuentes venezolanos, entre ellos Alex Saab, vinculado al caso Sucre en Ecuador y al lavado de activos en la región, o los sobrinos políticos de Maduro ligados al narcotráfico, con la supuesta idea de que eso promovería condiciones para una salida democrática. La Unión Europea tendría una veeduría electoral independiente.

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Pero el fraude de Maduro ha sido burdo. No fue un proceso electoral libre ni justo. Se descalificó a la candidata ganadora de las primarias de oposición y quien se ha consolidado como la líder del proceso de transición, María Corina Machado

Gracias a la altura y madurez con que ha llevado la oposición el proceso, hubo un candidato fuerte y de cohesión para la oposición. Pero sobre todo, nadie imaginó el as bajo la manga de la oposición: un control electoral fuerte, con base en un voluntariado ciudadano y con herramientas tecnológicas que permitieron en pocas horas mostrar las actas reales que dieron el triunfo a Edmundo González de manera categórica.

El informe del Centro Carter es contundente. Hasta hoy, la narcodictadura de Maduro no ha podido mostrar evidencias de su supuesta victoria ni a sus propios socios políticos internacionales. Las calles venezolanas se han llenado de ciudadanos hartos de la narcodictadura y esto provocará aún más presión a la comunidad internacional.

Como todos los tiranos, Maduro ha cumplido su advertencia de un baño de sangre, con su propio pueblo. Actos legitimados vergonzosamente por los miembros del Grupo de Puebla y por otras dictaduras como la de Irán o Rusia. Por eso, la posición del secretario general de la OEA, Luis Almagro, es vital: el procesamiento del narcodictador en la Corte Penal Internacional debe apurarse.

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No hay un manual para salir de una narcodictadura. Pero con una sentencia de la Corte Penal Internacional; con el reconocimiento paulatino de cada vez más países a González como presidente electo; con la implantación de nuevas sanciones económicas que lamentablemente afectan a todos, la presión sobre el tirano será cada vez más fuerte.

En medio de los peores días de las protestas violentas de 2022, cuando el correísmo y Leonidas Iza manipulaban a una parte de la sociedad, un general de las Fuerzas Armadas me comentó mientras yo era canciller de la República: “El riesgo de un golpe de Estado se da cuando nuestras fuerzas del orden tienen una disyuntiva: somos pueblo contra pueblo”.

Por eso, será vital el rol de los pocos miembros honestos y no vinculados al crimen organizado en las Fuerzas Armadas venezolanas. Conforme avancen los acontecimientos, las familias de algunos de ellos, sus amigos, el pueblo venezolano, pesarán sobre sus conciencias. Muchos se volcarán hacia el único objetivo: tener una Venezuela libre del narcodictador.

Hugo Chávez llegó al poder en 1999 hasta su muerte en 2013. De ahí asumió Nicolás Maduro.

Porque la única salida vendrá desde adentro, en un proceso de implosión. El Ecuador tuvo la ventaja de tenerlo a muy alto nivel. El rol de Lenín Moreno en la historia del país y la región ha sido determinante: Ecuador recuperó el sendero de la democracia y la libertad. Aunque sigue siendo difícil la gobernanza después de un proceso dictatorial, el Ecuador se alejó del modelo venezolano.

El cinismo del correísmo es grande y el tiempo les pasará factura. Escuchar a la excandidata presidencial Luisa González mencionar que Venezuela crece económicamente más que Ecuador, o que los venezolanos que han migrado quieren regresar a su país, denota cuánto le debe ese grupo político a la narcodictadura.

Con más de siete millones de venezolanos que debieron salir de ese infierno, hoy el mundo democrático tiene la responsabilidad de enfocarse en que nunca más gobiernen los tiranos. Y en Venezuela habrá un primer paso.

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