Memorias desde la guerra del Cenepa
Cada 21 de febrero se conmemora el Día del Héroe Nacional. Heridas del conflicto están intactas en cuerpo y en el alma. El olvido duele a veteranos
Ese punto de la montaña había sido denominado como 2-40. Al frente, bosque espeso, a los pies del cabo segundo, un remedo de trinchera que con las lluvias de la Amazonía se llenaba de agua, y en el cielo, helicópteros que bombardeaban la zona y que se escuchaban tan cerca que casi le reventaban los tímpanos, tan cerca que las detonaciones hacían vibrar la tierra. Era enero del 95 y Patricio González aún tenía entonces las dos piernas completas.
La hostilidad de la selva, el tener que dormir en la tierra, el miedo a los mosquitos y las culebras y la dieta estricta a base de un paquete de galletas y una lata de atún al día simplemente pasaban a segundo plano. Era una guerra. No declarada; pero guerra. Y en guerra lo único que importaba era tratar de mantenerse vivo.
González logró sobrevivir y cumplir, hasta cuando pudo, con la orden del presidente Sixto Durán Ballén de no dar “ni un paso atrás”. Y mañana, con ya 60 años encima, conmemora junto a los otros que se salvaron el Día del Héroe Nacional, una fecha en la que se recuerda a los 33 caídos en ese conflicto y a aquellos que como él pudieron contarlo.
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Leer másTodos los años hay actividades cívicas que recuerdan la guerra del noventa con Perú, pero González piensa que no es suficiente lo que se hace. “Hay muchos a quienes les deben una conmemoración, los beneficios que vinieron con ellas, como becas para los hijos o salario vitalicio. No se les ha hecho justicia”, cree.
La guerra del Cenepa empezó el 26 de enero de 1995, en respuesta a una infiltración peruana en el sector Base Norte, y se extendió hasta el 28 de febrero de ese año. Fue corta, pero intensa, dolorosa, desgarradora e inolvidable, cree. Él vio morir a muchos.
Perdió una pierna el día en que pisó una mina, el día en que lo rescataron de la espesura del bosque tras declararlo muerto por error, y aunque hayan pasado 27 años, el tiempo no ha podido secar las lágrimas que aparecen cuando recuerda ese instante. “Si no fuera por un compañero, que tuvo que cargarme cuatro horas luego de arriesgarse a pisar otra mina, hubiera muerto”. El nudo en la garganta casi se oye.
Este encuentro con EXPRESO tiene lugar a propósito del Día del Héroe Nacional. A González lo acompañan otros dos héroes de guerra, Mairon Rodríguez, que cayó herido en una emboscada en la que vio morir a siete compañeros el 21 de febrero de 1995, y Justo Olmedo Vaca, quien también perdió una pierna por una mina antipersonal, en el sector Piedra Colorada.
Los tres son sargentos pasivos del Grupo de Fuerzas Especiales 111 Rayos y han sido condecorados por el Estado, pero los tres coinciden en que el olvido amenaza a la hazaña.
Olmedo, por ejemplo, dice que personalmente ha tenido inconvenientes en conseguir la renovación de su prótesis, que está valorada en cerca de 8 mil dólares y debe cambiarse cada 5 años, y de los accesorios de la misma, que pueden llegar a costar más de 500 y deben cambiarse cada seis meses.
“Se supone que debían darme la prótesis, pero como entré a trabajar en otro lado, me derivan al IESS y el papeleo se alarga y se complica. Es como si olvidan que perdí la pierna en la guerra y no en cualquier accidente laboral”, dice. Al contrario de él, González, en cambio, se cansó de esperar su prótesis. “El papeleo es complejo. Simplemente no la he cambiado hace diez años y cuando lo haga, creo que tendrá que ser con mi propio dinero”, lamenta.
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Leer másEste Diario se contactó con el Instituto de Seguridad de las Fuerzas Armadas, que prometió explicar qué ocurre con las prótesis de los héroes de guerra y dar estadísticas de cuántos de ellos están siendo atendidos.
Antes de la guerra, al Grupo de Fuerzas Especiales 111 Rayos le encomendaban lidiar con el narcotráfico, con la guerrilla que asomaba en la frontera y demás labores de ese tipo. En realidad fue duro encontrarse cara a cara con el conflicto armado. Hoy, que estos héroes miran hacia atrás, dicen que, pese a todo, valió la pena.
“Aunque lo que ganamos en territorio lo borraron con acuerdos diplomáticos, es innegable que somos la generación de la dignidad, le devolvimos al Ecuador el amor propio, la autoestima que había perdido…”, dice el sargento González.
Por historias como esta, la Asociación de Combatientes con Discapacidad y Condecorados Héroes del Cenepa ha hecho un exhorto para mantener la memoria cívica sobre esta fecha. Insisten en que son héroes que ofrendaron su vida por defender el territorio y merecen un espacio digno en las páginas de la República.
La paz, ese acuerdo que aún los templa
La obra ‘Apuntes de un conflicto’ sostiene que posteriormente a la firma de la Declaración de Paz en la ciudad de Itamaraty (Brasil), el 17 de febrero de 1995, se acordó la separación y retirada de las tropas de ambos países de la Zona de Combate en disputa. Cuando recibieron la noticia, muchos ya habían perdido una pierna en minas.
El conflicto bélico tuvo como desenlace la demarcación definitiva de la frontera. Los antecedentes inmediatos de esta disputa fronteriza se encuentran en el Protocolo de Río de Janeiro de 1942. Sus orígenes provienen de la delimitación de fronteras de principios del siglo XIX por parte de las naciones que alcanzaron la independencia de España.
La frontera del Ecuador fue determinada en un área neurálgica para la consolidación territorial, y para el mantenimiento de las relaciones bilaterales con el Perú, reza la obra.