Manta. Esta vivienda, en la zona de Tarqui, sucumbió a las réplicas y podría caer en cualquier momento. Sus propietarios lograron salir a tiempo.

El miedo a las replicas deja a mas gente en las calles

Babahoyo. La casa de los esposos Alexandra Cedeño y Fabián Monserrate colapsó en la ciudadela Muñoz Rubio. Otras dos viviendas sufrieron daños en Los Ríos.

Las dos fuertes réplicas del terremoto del 16 de abril, ambas de 6,8 grados en la escala Richter y con epicentro en Mompiche, causaron pánico en los habitantes de Manabí y Esmeraldas, mayormente en las zonas más afectadas en donde los nervios siguen a flor de piel.

Las escenas de terror, cargadas de angustia, histeria y llanto, como las ocurridas hace 32 días, se repitieron a las 02:57 y 11:46 de ayer en ambas provincias. También en el resto de la Costa y la Sierra central. Unos corrieron hacia las calles, plazas y parques y otros hacia las zonas altas, ante el miedo de que ocurra un tsunami.

Los habitantes de Esmeraldas, Quinindé, Atacames, San José de Chamanga, Canoa, Jama, Cojimíes, Pedernales, Chone, Flavio Alfaro, El Carmen, Santo Domingo, Bahía de Caráquez, Tosagua, Manta, Portoviejo, Calceta -la lista de poblaciones es larga- salieron atropelladamente de los inmuebles y albergues, temiendo sus caídas.

“Espantoso, la ciudad quedó a oscuras”, recuerda Fernando Bernal, quien habita en Colón y Rocafuerte, en Esmeraldas, en donde se rompió una tubería de 600 milímetros de agua potable en la calle Eloy Alfaro.

“La tierra temblaba. Parecía que las paredes nos caían encima”, cuenta Ángeles Demera, del barrio Santa Vaina, también de Esmeraldas, que recién esa noche había retornado al segundo piso de su casa. Desde el 16 de abril, ella, su esposo y sus dos hijas dormían sobre colchones en la sala, por temor a un nuevo terremoto. El miedo a más réplicas, además, la hizo ayer pedir posada en la casa de una de sus hermanas.

Si en Esmeraldas sintieron fuertes las réplicas, más aún en Mompiche, el lugar del epicentro, y las poblaciones cercanas: la isla de Muisne y San José de Chamanga. En ellas, las evacuaciones se dieron en medio de la oscuridad y el terror de sus habitantes que gritaban, lloraban, rezaban... Una madrugada de horror que volvió a exacerbar el miedo con la segunda réplica cerca del mediodía, más todavía porque un alud cerró el paso en la vía El Salto-Chamanga.

El temor a un maremoto llevó a unos 200 pobladores del cantón Río Verde, más al norte, a correr hacia el Centro Deportivo de Alto Rendimiento de la localidad.

A kilómetros de allí, en el sur, en Jaramijó (Manabí) un niño de 10 años gritaba: “Mamá, por favor, dime que esto ya va a pasar, tengo mucho miedo”. Su madre, Azucena Delgado, intentaba calmarlo mientras buscaba, al igual que decenas de personas, un refugio en la calle 23 de Octubre, en pleno centro de la ciudad.

La desesperación y el terror, de sentirse atrapado en un tercer piso, fue lo que llevó a Elian Darío Moreira, de 15 años, a lanzarse al vacío. Sobrevivió, pero sufrió múltiples fracturas.

Su madre Rocío Zambrano estaba mostrando el lugar por donde se precipitó el adolescente cuando la nueva réplica de 6,8 grados remeció la casa.

Evacuó en segundos el inmueble y se encontró ante una calle repleta de personas asustadas y desorientadas.

“Dios mío, hasta cuándo esto, Señor. Por favor, ya para tu furia”, gritaba la abuela Mariela Mero, parada en media calle, junto a más personas que tenían al pánico dibujado en sus rostros.

En Manta y Portoviejo las escenas se repetían en cada calle. Todos querían ir en busca de sus familias, en medio de una congestión vehicular, peatonal y de telefonía que complicaba todo a su alrededor.

En la calle 110 y avenida 109 de la parroquia Tarqui, Gladys Peñarrieta lloraba al ver su vivienda. “Desde el 16 de abril temía que una nueva réplica me la desplomara y ahora eso se cumple. Tantos años de esfuerzo se convierten en polvo. Qué desgracia, Señor”. Gemía.

En la tarde, las carpas volvieron a armarse en las calles, afuera de las casas que, aunque no tienen daños, nadie quiere dormir en ellas.