Militares y policías custodian una sede de la Prefectura de Esmeraldas por atentados
En menos de dos semanas han detonado en tres ocasiones explosivos en infraestructuras
Militares de la Fuerza de Tarea Conjunta, policías y guardias privados vigilan permanentemente el edificio y otras dependencias de la Prefectura de Esmeraldas, luego de los tres atentados con explosivos de los que ha sido blanco en menos de dos semanas.
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Leer másEl taller mecánico también se encuentra con resguardo permanente de gendarmes y militares.
Por lo que se ha visto en videos subidos últimamente por la prefecta de la provincia, Roberta Zambrano, ella continúa despachando, en reuniones y atendiendo a la comunidad en su oficina principal.
Pero se la ha visto usando chaleco antibalas por recomendación de su personal de seguridad, para precautelar su vida.
Lo que si está suspendido es el trabajo en territorio. Por lo pronto Zambrano ha sacado de su agenda recorridos, visitas a comunidades e inspección de avances de obras, por la amenaza latente que existe contra su vida. “Así nos toca trabajar ahora, pero esto va a pasar porque los buenos somos más” aseguró Zambrano.
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Leer másMaría y Ramón (nombres protegidos) son esposos y viven a escasos 80 metros del taller de mantenimiento mecánico de la Prefectura de Esmeraldas, donde la madrugada del pasado martes 29 de agosto detonaron explosivos que destruyeron vehículos y maquinaria pesada de la entidad.
Ellos experimentaron de cerca la angustia y el miedo provocado por los fuertes estallidos. Por eso ese mismo día, cuando amaneció, abandonaron su humilde casa y se refugiaron en el domicilio de familiares en el cantón Esmeraldas, por temor a que la pesadilla se repita.
La pareja tiene un pequeño negocio donde solían vender bebidas y tarrinas de comida a los empleados de la Prefectura que llegaban a trabajar en el taller, pero desde el día de las explosiones el sitio se encuentra cerrado y los comensales dejaron de ir, por lo que se han quedado sin ingresos por el momento.
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Leer más“Ese atentado nos alteró por completo la semana. Habíamos invertido una platita en comida para preparar y vender, pero ya no hay quien compre, los trabajadores dejaron de venir”, contó María, quien ayudaba económicamente a su madre, que padece cáncer de estómago. Ahora vende plátanos en la vía, para así obtener su sustento diario.
Gabriel Ortiz vive a pocas cuadras del taller y recuerda que la tierra y las ventanas de su casa cimbraron con las más de seis explosiones que hubo y en las que presuntamente se habría empleado pentolita, un químico altamente explosivo que es usado con frecuencia en atentados terroristas.
“Mi familia y yo nos metimos debajo de la cama y allí amanecimos, porque se escuchaba una detonación detrás de otra y temíamos que lancen algún explosivo cerca de la casa”, dijo con miedo Ortiz, quien se dedica al cultivo de productos de la zona.
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