Monopolio de la corrupcion
La política ecuatoriana se parece al Monopolio, aquel juego donde hay nuevos ricos con billete, casas, edificios, vehículos, aviones, se reciben “regalías”, asumiendo el riesgo de ir a la cárcel si le juega mal la carta, o al terminar el juego pasa cobrando la última ‘platita’ y simplemente se va.
Tal como lo comentáramos en artículos anteriores, cada semana se descubre un nuevo negociado o un título chimbo de algún actor del gobierno de la “Revolución Ciudadana”, RC.
Espionaje a opositores mientras la delincuencia ganaba terreno, suena irónico pero real; solo así entendemos cómo tanto engrilletado seguía delinquiendo, o fugándose, como en el caso de Alvarado, ya que la atención de quienes debían monitorearlos se encontraba distraída, desnaturalizando la razón de ser de dicha organización al dedicar tiempo, recursos y equipos al espionaje de gente honesta, cuyo pecado es ser opositor, denunciar y/o combatir la corrupción, la cual aún campea, indolentemente, en el Ecuador. Dichas actividades impropias, bien podrían caer en “malversación de fondos públicos”, lo cual también es corrupción.
Resulta curioso que el SRI en la década de la RC haya emprendido la “campaña” contra el fraude tributario realizado a través de la emisión de facturas por empresas “fantasmas” y/o de “papel”, pero se le hayan “pasado” aquellas negociaciones en las cuales al menos están inmersas 18 instituciones públicas, según denuncia del Comité Anticorrupción. Mientras tanto, en la Asamblea ecuatoriana contrastan el Monopolio con las damas chinas, viendo quién queda en el juego de eliminarse entre ellos.
Ya es hora de que la ciudadanía exija a sus representantes en la Asamblea que le devuelvan a la Fiscalía la potestad de ordenar prisión preventiva y a la Contraloría su facultad sancionadora, porque a ambas instituciones la RC las convirtió en testigos de piedra y en la burla de los corruptos, que al ser descubiertos pasan por “GO” y se fugan con la ‘platita’ de los ecuatorianos, bien embolsicada, y a vista y paciencia de las “autoridades”, saliendo del juego del monopolio político de la corrupción.