Análisis: El juego del calamar de la democracia surcoreana
La destitución del presidente surcoreano tras una convulsa gestión y el caos de 43 días plagados de decretos sin sentido
Un día, mi madre me regaló Cartas al Ecuador (1939) de Benjamín Carrión. Si algo quedó en mi memoria de aquel libro, fue cómo abordaba el complejo de inferioridad que, según él, afecta al país, que a menudo se ve a sí mismo como pequeño e irrelevante en el contexto internacional. Esta idea puede extrapolarse a cualquier nación que, al admirar de lejos a otra, tiende a idealizarla y a menospreciarse en el camino. Este recuerdo volvió a mí durante una conversación reciente con colegas, cuando salió a flote el tema de El juego del calamar, la famosa serie surcoreana de Netflix. La sala explotó en opiniones destacando la desigualdad social y la crueldad que refleja, pero terminó girando hacia: “Corea del Sur es perfecta”. Y entonces alguien dijo: “Nunca seremos como ellos”.
La Fiscalía surcoreana imputa a Yoon por insurrección por aplicar la ley marcial
Leer másAfirmamos eso como si esas naciones siempre hubieran sido desarrolladas y jamás hubieran enfrentado —y sigan enfrentando— trastornos sociales de los que podríamos aprender. Días después, mientras el mundo esperaba la nueva temporada de la serie, el presidente de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol, era destituido tras una convulsa gestión y el caos de sus últimos 43 días plagados de decretos sin sentido.
Atrincherado en la residencia presidencial y rodeado de unos cuantos miles de seguidores, resistió dos intentos de arresto. Finalmente, 3.000 uniformados lograron doblegar a su escolta y detenerlo el pasado 15 de enero, escalando el palacio con escaleras retráctiles y otros artilugios, dejando al mundo asombrado.
¿Cómo se llegó a este nivel de crisis en el "paraíso"? Para responder, primero debemos analizar las raíces del problema político coreano, empezando por las heridas abiertas de su pasado bélico y político. Estas heridas, aunque parecían ocultas tras las luces de su espectacular crecimiento económico, tecnológico y cultural, en lo humano representan una burbuja a punto de estallar.
En el ámbito bélico, debemos considerar la Segunda Guerra Mundial y la división del país. Sin embargo, fue la devastadora Guerra de Corea, iniciada por la invasión del norte al sur, la que marcó la identidad de Corea del Sur y transformó su sociedad para siempre.
El conflicto dejó millones de muertos y al enemigo norcoreano apenas a 50 kilómetros de Seúl. Así, tuvieron que construir una nación en un vecindario hostil: la rival Corea del Norte, su aliada China y un Japón que, aunque hoy es un socio económico y político, aún evoca el trauma de una ocupación brutal de 30 años difícil de olvidar.
LA REVOLUCIÓN DE 1960
En el ámbito político, la historia de Corea del Sur comenzó con la dictadura de Syngman Rhee, marcada por miles de muertos a causa de la represión. La Revolución de Abril de 1960 marcó su caída, pero el autoritarismo persistió: en 1961, el general Park Chung-hee lideró un golpe de Estado, gobernando con mano de hierro. Su mandato combinó el “Milagro del Río Han”, que
La cuadrilla de compañeros de colegio que orquestó la ley marcial surcoreana
Leer másinició la modernización de Corea, con severas restricciones a las libertades civiles. Su asesinato en 1979 dio paso a otra dictadura militar bajo Chun Doo-hwan, responsable de la Masacre de Gwangju en 1980. En 1987, protestas masivas llevaron finalmente a la instauración de elecciones directas. La democracia se estabilizó, no sin contratiempos, hasta 2017, cuando la presidenta Park Geun-hye fue destituida tras un gran escándalo de corrupción relacionado con su amiga cercana Choi Soon-sil.
Con estos antecedentes, volvamos al caso del presidente detenido, Yoon Suk-yeol. Elegido en 2022 como un campeón anticorrupción, por ironías de la vida, se convirtió en un símbolo de corrupción e impunidad. El bolso Dior de su esposa se transformó en un emblema de escándalo, pero fue su indulto al líder de Samsung, condenado por corrupción por estar involucrado en el escándalo ya citado de la expresidenta Park, lo que desató el malestar popular.
Los chaebols, conglomerados empresariales, dominan el país, y el indulto avivó el fantasma de la impunidad. Sumado a esto, las declaraciones polarizadoras de Yoon lo posicionaron como un "Trump surcoreano". Frente a su caída de popularidad, endureció su política exterior hacia Corea del Norte y reforzó lazos con Estados Unidos y Japón, pero no logró contener el malestar interno. Sus medidas extremas, como declarar la ley marcial, censurar medios y ordenar el cierre del Congreso, provocaron su destitución tras masivas protestas, seguidas de su arresto por la Oficina de Investigación de Corrupción de Altos Cargos.
Tras aquellas horas de caos y ley marcial, queda por ver cómo evoluciona la sociedad de la mano del nuevo presidente, Choi Sang Mok. Mientras tanto, seguimos disfrutando de la cultura coreana a través de un teléfono fabricado, tal vez, en ese país, pero con la conciencia de que, como toda sociedad, Corea del Sur tiene grandes virtudes y defectos que, confiando en los valores institucionales de su democracia imperfecta pero libre, esperamos que logren superar pronto.
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