Un árbol de Anacahuite, símbolo y orgullo del pueblo hondureño de San Nicolás
Una enorme planta se ha ganado a lo largo cien años el aprecio en un poblado en Honduras
Un centenario árbol de Anacahuite, cuyas ramas cubren casi toda la plaza de San Nicolás, en el oeste de Honduras, es todo un símbolo del municipio y punto de encuentro de propios y extraños de varias generaciones que lo han visto crecer.
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Leer más«Ese árbol se ha convertido en un símbolo, ha visto pasar generaciones, bajo su sombra se han celebrado una serie de eventos, tomas de posesión de alcaldes, bodas, conciertos, jornadas sobre poesía, premiaciones a personas. Ya constituye parte de la identidad de San Nicolás», dice a EFE el historiador Rubén Darío Paz.
Sobre la fecha que fue sembrado, indica que hay al menos dos, algunos dicen que en 1912 y otros que en 1928.
Al margen del año que fue plantado, el Anacahuite se presenta majestuosamente como un viejo árbol que ha crecido con varias generaciones de San Nicolás, un pueblo del departamento de Santa Bárbara fundado hacia mediados del decenio de los 40, del siglo XIX, según apuntes históricos.
Desde su frondoso y ramificado tronco, el árbol extiende sus ramas unos 50 metros a la redonda de la plaza de San Nicolás, que en 2023 fue remozada con un diseño arquitectónico para actividades culturales, sin causarle daño al hermoso Anacahuite, bajo cuya sombra hay mil historias contadas y por contar.
Edas Pineda, oficial del área de Turismo de la Municipalidad de San Nicolás, cuenta a EFE que Anacahuite es un vocablo indígena que significa «árbol lluvioso o árbol de la lluvia» y que, quién y en qué año lo sembró, no es de tanta importancia, pero sí el hecho de que es «un emblema» para todos los habitantes de San Nicolás.
PUEDE VIVIR UNOS 130 AÑOS
Agrega que la fundación de San Nicolás fue en 1840, aunque hay quienes, según diversos apuntes, incluso del Gobierno, aseguran que fue en 1844 y 1850.
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Leer másSegún Pineda y otras fuentes, el Anacahuite puede llegar a vivir hasta 130 años. Si así fuera, al de San Nicolás, con al menos 96 años, le quedarían unos 34 para seguir regalando sombra y vida.
Señala además que hace poco tiempo se halló en el municipio un acta en la que el gobierno local recomendaba, hacia 1912, la siembra de árboles a través del Ministerio de Educación, aunque antes se consideraba que fue en 1928.
Pineda también comenta que un maestro empírico de aquellos años habría traído semillas de Anacahuite desde la Mosquitia, en el Caribe hondureño, y luego hizo un vivero, hacia 1912.
De aquel vivero fueron sembrados tres árboles de Anacahuite, de los que uno no prosperó, y otro fue cortado porque no le daba espacio para crecer al tercero, que quedó sembrado en lo que ahora es la plaza central de San Nicolás, precisa Pineda.
En 2004, el árbol más querido de San Nicolás, fue declarado «Patrimonio Municipal».
EL ÁRBOL DE LA LLUVIA
Ante el crecimiento del árbol, para protegerlo y aliviarle el peso de las ramas que soporta, se le ha hecho una poda, evitando que cualquier insecto pueda dañarlo.
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Leer másPineda relata que el árbol tiene sus procesos y duerme; a las cinco de la tarde cierra sus hojas y las abre hasta las cinco de la mañana del día siguiente, en enero.
Luego se le caen todas las hojas y en esa temporada es cuando los habitantes de San Nicolás le llaman el «árbol de la lluvia».
En marzo comienza a reverdecer y mostrar sus flores lila, mientras que en mayo le asoman unas vainas con semillas, convirtiéndolo en una gran fuente de alimentación para muchas aves y abejas. El árbol también es medicinal, añade Pineda.
El agricultor Giovanni Aguilera recuerda, entre otras cosas, que bajo la sombra del Anacahuite ha visto concentraciones de candidatos presidenciales de todos los partidos políticos, desde 1981.
Con casi un siglo de historia, el Anacahuite de San Nicolás sigue firme, como retando al tiempo y recordando a las aves que han anidado en sus ramas; conciertos de bandas juveniles y con marimba; jornadas de teatro, poesía, canto, pintura, danza, festivales gastronómicos; a políticos, vendedores ambulantes, turistas y parejas de enamorados, como Ana María y José Luis, que hace 40 años se «robaron» el primer beso bajo la sombra de uno los árboles más longevos y hermosos de Honduras.
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