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Fronteras. Varias personas cruzan a pie la frontera entre Bolivia y Perú, debido a las protestas sociales, en la población de Desaguadero.Javier Mamani / EFE

Bolivia siente el efecto de las protestas en Perú

Con una frontera sin flujos, el comercio está paralizado. Todo es caos

La frontera entre Bolivia y Perú está ‘abandonada’ desde hace 15 días, el tránsito de vehículos o personas es mínimo, solo se ven algunos vestigios de los enfrentamientos y los bloqueos de hace unos días en el lado peruano, mientras que pobladores de ambos países que dependen del comercio en esa zona esperan que pronto se solucione la crisis.

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“No hay ni una tienda abierta, todo está en silencio, parece un cementerio”, dijo Yolanda Mita, una boliviana que llegó al pueblo de Desaguadero para intentar comprar sin éxito unos productos en el lado peruano y así proveer un negocio que tiene en La Paz.

Desde el pasado 4 de enero de 2023 sectores que están en contra de la destitución del entonces presidente Pedro Castillo y, por ende, rechazan a la mandataria peruana, Dina Boluarte, retomaron las protestas y los bloqueos, lo que ha forzado el cierre de esa frontera en los puntos de Yunguyo y Desaguadero.

En esta última población, en el lado boliviano, el trabajo en las oficinas de la Aduana y Migración está interrumpido por el bloqueo en el otro extremo del puente binacional.

Luisa Cuéllar, una mujer aimara que vende comida en la parte boliviana, dijo que muchos de los pobladores del lado peruano “han ido a Lima” para “arreglar” el conflicto que comenzó tras la destitución de Castillo y que las vigilias y protestas han disminuido.

En el puente de frontera queda el hollín de las fogatas que los manifestantes peruanos encendieron hace unos días, junto a los alambres ahora sin tensar que impedían el paso, aunque los promontorios de tierra y las hileras de piedras se mantienen por varios metros entrando a Perú.

Junior Bravo, un peruano que trabaja en La Paz, está en Desaguadero porque debe renovar su residencia en Bolivia y para ello debe regresar a su país con un acceso legal, ordenar algunos papeles y volver a Bolivia.

Bravo dijo que está hace siete días en la frontera y que en el extremo peruano “no hay nada de nada”, en referencia a todas las tiendas cerradas, el cierre de los servicios financieros y las entidades estatales peruanas, algo que está peor en Puno o Juliaca.

“A la presidenta que ahora está no la quieren, quieren elecciones, creo que es lo que se debería dar”, dijo.

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Castillo optó por permanecer en el lado boliviano para conseguir un sitio para dormir y comer al precio más bajo; él pidió que alguien de la Cancillería de su país puede llegar hasta la frontera para que le den el sello migratorio que le permita ir a su destino.

Varias personas en el lado peruano siguen algunas sendas para esquivar al punto de manifestantes más cercano y entrar a Bolivia y conseguir verduras, pan o un botellón de gas licuado para cocinar.

Juan Chuquimia y Sergio Acho son dos choferes bolivianos que están en la frontera desde el día en que las manifestaciones en el lado peruano de Desaguadero cerraron el paso fronterizo.

Cada uno debe llegar con sus vehículos de alto tonelaje hasta el puerto peruano de Ilo, pero lamentan que después de 15 días “lo poco que queda” de alimento en ración seca se les esté acabando. La crisis se acentúa.