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Un edificio carbonizado se ve a lo lejos mientras los empleados de una compañía privada de extinción de incendios, trabajan.AFP

Una ciudad para miles de bomberos se levanta en la playa de Malibú

Las llamas en Los Ángeles consumieron 16.000 hectáreas y dejaron 90.000 desplazados y cientos de casas destruidas

Tráilers y carpas entre los que se mueven casi 5.000 bomberos forman la gigantesca base de operaciones -prácticamente una ciudad- levantada de la noche a la mañana en la paradisíaca Playa Zuma de Malibú para coordinar la respuesta a los incendios de Los Ángeles.

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"Esto es una pequeña ciudad que fue levantada de la nada", dijo a AFP el bombero Edwin Zuniga.

En este puesto de comando, una actividad frenética comienza antes del alba, cuando miles de bomberos se forman en fila para desayunar.

En el comedor a cielo abierto, con las olas golpeando al fondo, avanzan con escudos y banderas efectivos provenientes de diversos condados de Los Ángeles, de estados tan distantes como Colorado y Texas, e incluso de otros países, como México.

Brasa, una de los tres perros de apoyo emocional de la base, los recibe para darles un minuto de distracción en sus jornadas de hasta 24 horas en las líneas de frente. Casi todos la abrazan.

HUEVOS, CARNE Y PAPAS

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El desayuno es la comida más importante para estos hombres y mujeres que pueden llegar a quemar más de diez mil calorías en un día. Considerables porciones de huevos, carne, papas, y "un tipo de pan" eran el menú del lunes.

Ya a medianoche, un grupo de presos comienza a cocinar. "Es un honor y un privilegio estar aquí, sirviendo a la comunidad y pagando mi deuda con la sociedad", dijo a AFP Bryan Carlton, un reo de 55 años que cumple sentencia en un centro penitenciario de Oakland y vino a trabajar al campamento.

Carlton prepara unos 1.500 litros de café en su turno de doce horas. "Es mucho mejor que estar en la prisión", comenta su supervisor del Departamento de Correccionales, Terry Cook.

"En esta fila me encontré reos que estuvieron en mi centro hace dos años, y los veo aquí, y les doy la mano, y les digo '¡Felicitaciones!'. Es gratificante", señala.

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Los Bomberos inspeccionan una casa quemada por el incendio Palisades en el vecindario de Pacific Palisades.AFP

BIENVENIDO, PAÍSA

Las llamas han consumido unas 16.000 hectáreas en este rincón de la costa oeste de Estados Unidos desde el 7 de enero de 2025, dejando al menos 24 muertos, más de 90.000 desplazados y cientos de casas destruidas.

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El primero de estos incendios se desató en Pacific Palisades, un lujoso suburbio de Los Ángeles, hogar de ricos y famosos, a pocos kilómetros de donde ahora opera la ajetreada base de los bomberos.

Tras desayunar, cuando el sol comienza a despuntar, los bomberos preparan sus vehículos y se aprovisionan con bocadillos, bebidas y dulces.

Algunos recién llegados de un equipo del gélido Colorado comentan complacidos la cálida noche que les permitió dormir con apenas una bolsa sobre las doradas arenas de la playa.

Otros arriesgan un "¡bienvenido, paisa!", en español, para recibir a los refuerzos de México, a quienes saludan entusiastas.

Con la amenaza de la llegada de nuevas potentes ráfagas de vientos, algunas unidades se concentrarán en evitar que se produzcan nuevos focos.

Los bomberos saltan a sus unidades que forman una larga fila de camiones que en breve se dispersará por las calles del arrasado Pacific Palisades.

Se encuentran a lo largo del camino con los equipos que bajan de las colinas después de un día de servicio. Visiblemente cansados, los efectivos pasan el balance de la guardia que termina.

Para muchos, que viajaron cientos de kilómetros por tierra, será el primer día en el terreno. Pero para otros, uno más de una larga semana.

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Una vista aérea de las casas en las laderas que ardieron en el incendio Palisades, cerca de una casa que está intacta.AFP

FUE TERRIBLE, LUEGO DEL PRIMER DÍA

En el vecindario de Mandeville, enclavado en las colinas vecinas de Pacific Palisades, otro equipo de reos trabaja junto a los bomberos subiendo y bajando a rápel las empinadas colinas que ardieron apenas unos días atrás para garantizarse de que el fuego no regrese.

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"Toma muchos recursos, mucho tiempo, es un proceso lento este de poner líneas a mano para arriba y para abajo", dice Nate Deurloo, uno de los tantos efectivos apostados en estas colinas teñidas de rosa por el líquido retardante que las aeronaves lanzaron recientemente para combatir las llamas.

"Algunos días son más duros que otros", cuenta recapitulando las angustiantes primeras horas en la línea de combate la semana pasada.

"Fue terrible (... ) Después del primer día, muchos viejos conocidos casi no me reconocen en la base. No me funcionaba el reconocimiento facial del teléfono", dijo.

"Pero hoy no está tan mal. Será una buena caminata empinada, tomar mucha agua y estar listos para (...) el próximo incendio".

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