Conejos y rezos aimaras y católicos en fiesta de la abundancia
Inició la fiesta boliviana de la prosperidad y los deseos en miniatura
Rituales andinos, amuletos chinos y bendiciones católicas marcaron el martes 24 de enero de 2023 el inicio de la Alasita, la fiesta boliviana de la prosperidad y los deseos en miniatura declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2017. Centenares de artesanos abrieron en esta jornada sus quioscos en La Paz para la venta de miniaturas de billetes, maletas, casas, víveres, títulos de bachiller o universitarios, y vehículos, con la esperanza de que esos deseos se hagan realidad en el transcurso del año.
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Leer másLa feria está situada en el campo ferial del Parque Urbano Central (PUC) paceño y se extenderá por al menos tres semanas, pero solamente por esta jornada otros tantos artesanos y vendedores montaron mercadillos en algunas calles, plazas y atrios de templos como la Basílica Menor de San Francisco, en el centro histórico de la ciudad.
Un sacerdote católico condujo una oración para después lanzar agua bendita sobre la multitud y las miniaturas. A la par, varios “amautas” o sabios aimaras instalados en el atrio ofrecían rituales de “ch’alla” o bendición de estos bienes dentro de la creencia andina, con sahumerios y “jallallas” o vivas para que los rezos sean escuchados.
Entre las miniaturas y amuletos de la fortuna destacaron los conejos, a propósito de la coincidencia con el Año Nuevo Lunar. Y es que en los últimos años también se ha hecho costumbre que los artesanos bolivianos ofrezcan efigies de yeso de los animales del horóscopo chino según el año que corresponda. Aunque también hay otros animales infaltables, como los gallos y gallinas que se suelen obsequiar a quienes buscan pareja, o los sapos, considerados sagrados en la cultura andina.
La Alasita, que significa “cómprame” en aimara, es una de las tradiciones más antiguas de la cultura andina, cuando los paceños bendicen al mediodía del 24 de enero las miniaturas que representan sus aspiraciones y deseos para el año.
La fiesta celebraba en su origen el solsticio de verano austral el 21 de diciembre, con miniaturas que se colocaban a deidades andinas como las illas para que a lo largo del año los deseos que representan se convirtieran en realidad. La festividad y sus símbolos se han transformado con el paso de los años hasta llegar a la actual expresión de lo ancestral fusionado con lo mestizo y urbano, lo que se puede apreciar también en la figura del Ekeko, la deidad andina milenaria de la abundancia y la fortuna. Un enorme Ekeko de piedra es uno de los protagonistas en el campo ferial, a cuyos pies la gente llega para “devolver” las miniaturas compradas el año anterior, agradecer por aquellas que se cumplieron y “ch’allar” las adquiridas para la nueva gestión.
“La gente viene desde diferentes lugares para pedir lo que desean, nosotros sahumamos para que se vuelva realidad, puede ser una casa, trabajo, salud o dinero”, comenta el amauta Saturnino Mamani.