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El miedo al virus está aún muy presente.EFE

Wuhan: empezar la cuarentena es difícil; terminarla, más aún

Mientras regiones como América y Europa luchan por contener los brotes del virus, China intenta dejar el miedo atrás

La semana pasada, Wuhan y otras regiones de China comenzaron a levantar las medidas de confinamiento. Miles de ciudadanos festejaron con un gran espectáculo de luces el final de más de dos meses de cuarentena en el epicentro de la pandemia del coronavirus.

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Pero, no todo ha sido tan fácil en Wuhan. Por ejemplo, viajar entre esta ciudad de 11 millones de personas y Pekín, sigue siendo una carrera de obstáculos burocráticos. El temor a una nueva ola de contagios por algún caso de Covid-19 que pueda filtrarse es la peor pesadilla de las autoridades chinas, que han impuesto una serie tan amplia como cambiante de requisitos cada vez más estrictos para poder desplazarse a la capital. 

Wuhan es el punto más afectado por el coronavirus en China: concentra el 61% de los casos identificados en el país. Por eso mismo, “liberarla de la cuarentena mientras la pandemia sigue avanzando a nivel mundial conlleva un riesgo significativo pero es un hito crucial para el relato del gobierno chino de su triunfo sobre esta enfermedad mortal”, opinó The Wall Street Journal.

Para viajar desde la ciudad a orillas del Yangtzé a Pekín es necesario, primero, solicitar un permiso a las autoridades locales en la capital, mediante una aplicación de móvil. Una vez aprobado —si no se planea recorrer los mil kilómetros de distancia en coche—, se puede solicitar el billete de tren o de autobús, ya que aún no se han reanudado los vuelos entre Wuhan y Pekín. Luego toca esperar, debido a que solo pueden viajar mil personas al día desde la urbe hasta la capital.

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Desde el miércoles pasado, quien desea moverse de Wuhan debe someterse a la prueba del coronavirus, cuyos resultados se reciben en 48 horas. El problema es que su validez es de solo una semana -desde que se toma la muestra-, por lo que si el billete de tren tarda en aprobarse, es posible que toque someterse a una segunda. A todo esto se le suma que al llegar a Pekín es necesaria una segunda prueba, un análisis de sangre, y una cuarentena obligatoria de 14 días.

En la ciudad, donde murieron más de 2.500 personas y se infectaron más de 50.000, aún quedan 93 enfermos graves de Covid-19, por lo que nadie piensa bajar la guardia. El miedo al virus está aún muy presente. Los complejos de viviendas de forma temeraria comienzan a autorizar salidas cada vez más largas de sus residentes.

“Los complejos de apartamentos conservarán el poder de volver a confinar a los residentes en sus casas si se encuentran o se sospecha que hay nuevas infecciones de virus en sus propiedades”, informó un alto funcionario del Partido Comunista de Wuhan.

Con la economía devastada, la prioridad de las autoridades locales es que la gente vuelva a la actividad. Quienes regresen a sus empleos tendrán una mayor libertad de movimiento. Algunos complejos de apartamentos exigirán que sus residentes prueben que salen del edificio para trabajar antes de que se les permita hacerlo.

Las pruebas del coronavirus se llevan a cabo por doquier: muchas empresas las exigen a sus empleados antes de que se reincorporen a sus puestos de trabajo, e incluso organizan ellas mismas tomas colectivas de muestras. En hospitales, el personal sanitario reconoce un mayor flujo de pacientes que solicitan la prueba por motivos laborales o de viaje.

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En la comunidad de Liuhe, cerca del popular barrio colonial del distrito de Hankou, continúan las barreras azules que en su día sirvieron para reforzar el confinamiento de calles y barrios, y que aún ahora separan aquí los pequeños comercios de sus clientes en la calle. Escritos en cartones que cuelgan de las vallas, los tenderos invisibles tras esas cortinas de hierro, figura lo que venden y los precios. Algunos han abierto agujeros en las vallas, para hacer más fáciles las transacciones. A otros, no les queda más remedio que gritar el pedido y recoger la compra que les pasan por encima de las barreras.

La policía es mucho más estricta ahora. Vienen y me dicen que meta la mercancía dentro de la tienda. Que la ponga así o asá. No es bueno para el negocio, la gente no puede ver lo que vendo y entonces no compra”, se lamenta la señora Li, dueña de una tienda de tofu fresco. “Sí, estamos vendiendo quizá solo dos terceras partes de lo que vendíamos antes. Pero estas medidas son por nuestra seguridad. Todo este control quiere decir que no vamos a enfermar, así que bienvenido sea”, recalca su marido, pescadero en el puesto de al lado.

Aunque lentamente, la ciudad que ha estado paralizada durante 11 semanas -hasta el miércoles- va recuperando la confianza en su recién ganada libertad. Las calles, desiertas hace apenas 10 días, cada vez registran más tráfico, y algún atasco. Ha vuelto el servicio de taxis, blancos y amarillos. Vuelven a navegar, ondeando la bandera roja con cinco estrellas de China, los ferris que cruzaban el Yangtsé, el río que divide y que da forma a la ciudad. En los centros comerciales más de moda, los jóvenes que los primeros días tras el fin de la cuarentena apenas se atrevían a dar un paseo, guardan cola para volver a entrar a sus tiendas favoritas de ropa y complementos.

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Pero tras esa imagen de la misma normalidad de los tiempos pasados, los guardias de seguridad separan a esos mismos jóvenes y les recuerdan la necesidad de guardar distancia social. Para entrar en el centro comercial, como para entrar en cualquier otra parte, los ciudadanos deben someterse a controles de temperatura y mostrar en su smartphone un código QR verde. Éste es entregado por las autoridades y permite demostrar que no se está contaminado por el COVID-19 ni se reside en un barrio considerado de alto riesgo.

La vida normal tardará aún un tiempo en regresar. Y eso, si no hay contratiempos por el camino. Los restaurantes solo sirven comida para llevar; cines, teatros, y pabellones deportivos aún no pueden abrir, por miedo a las aglomeraciones en espacios cerrados. Los colegios no tienen tampoco fecha todavía para retomar las clases presenciales.