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Paisaje. Una vista nocturna de Hong Kong, una ciudad que se vanagloria de sus bondades patrimoniales y de su modernidad.
Paisaje. Una vista nocturna de Hong Kong, una ciudad que se vanagloria de sus bondades patrimoniales y de su modernidad.MAURICIO VELANDIA / EXPRESO

Crónicas de un viaje a China (i). Un abogado que atiende desde el mundo asiático

El profesional emprende viaje hasta Hong Kong. Debe litigar desde allá en dos demandas en tribunales de esta parte del mundo

Hace 11 años fue mi primer viaje a Oriente. En 2020 fue la última vez, antes de la pandemia, cuando el virus comenzaba. Mi finalidad ahora es desconectarme de la monotonía y ver qué pasa en China, pero ejerciendo como nómada digital, es decir, trabajando desde allí en mis asuntos locales por medios digitales.

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Comencé esta vez mi viaje por Hong Kong. Su historia es larga. Fue colonia británica. Por su relación con Inglaterra tiene un toque Occidental, pero en 1997 China recuperó el territorio. En esta ciudad se realizan votaciones y existe separación de poderes, aunque es notorio el poder de Xi Jinping.

Mi viaje empezó en Bogotá, desde donde volé a Houston. De allí conecté con San Francisco. Por último, partí hacia Hong Kong. Viaje largo, en total fueron 21 horas de vuelo, sin contar tres de escala.

A la entrada de Hong Kong no me fue bien. Tal vez por algún rezago de lo que fue Colombia hace unos años. Terminé metido en un cuarto de interrogatorio. Entre ellos hablaban. No entendía qué ocurría, salían y entraban.

El cuestionario fue profundo: ¿a qué viene? ¿Cuánto se queda?. Demuestre dónde se queda. ¿Por qué viene a Hong Kong y por qué va a China, y por qué primero Shanghái y después Pekín y no al revés? ¿Dónde vive en Suramérica? ¿Trajo su tarjeta profesional de abogado? La verdad no fue incómodo el momento puesto que no había nada que ocultar. Por fin me dieron salida por esa puerta grande y respiré de nuevo el olor de Oriente.

Tomé el tren que conduce a la ciudad. Llegué a eso de las 19:30. El cambio de horario con Ecuador es de 13 horas. Eso significa que si acá son las 19:30 allá en Ecuador son las 06:30 del día anterior, es como vivir en el futuro. Salí de la estación.

Gente por todo lado. Tomé un taxi de la ciudad, los cuales se distinguen por ser de color rojo. El conductor no hablaba inglés. Hice uso de mi dedo para señalar en el mapa para dónde iba. Por fin en el hotel, solo saqué de la maleta la ropa de una semana. Tengo claro que pronto vuelo a otra ciudad, me siento cansado, pero sin sueño.

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Mi cuerpo sabía que en Quito y Bogotá ya estaba amaneciendo y acá estaba oscura la noche. Emprendo la organización de mi oficina digital con última tecnología: celular cargado, computador con pila, calendario de la semana impreso, conexión a wifi, reloj digital sincronizado con hora de allá y de acá, correo electrónico abierto, aplicaciones de Google Meet, Zoom, Microsoft Teams y WhatsApp funcionando, audífonos inalámbricos y de cable a la mano y, la aplicación de X, para estar al día con las noticias del mundo.

Todo en orden y funcionando para no alterar mi trabajo en Suramérica. Mi oficina está abierta y funcionando y nadie sabe que ahora estoy en Hong Kong. Pronto mi equipo aparecerá digitalmente en pantalla. Estamos por radicar dos demandas de esas que suenan en periódicos y radio. Es posible que me entrevisten esta semana por radio o televisión sin decir que ando por acá. Entiendo la realidad: soy un nómada digital de 54 años y lo estoy ejerciendo. Hora de dormir.

Crónicas de un viaje a China (i) Un abogado que atiende desde el mundo asiático
Itinerarios. Una urbe que se debe recorre sin tener un destino fijo, únicamente dejándose llevar por las sensaciones.Mauricio Velandia / Expreso

Han pasado los días en Hong Kong. Me doy cuenta de que hay cosecha de duraznos por acá. Son gigantes. Compro dos y los devoro. Tengo ganas de comida de Oriente y por ello desayuno en una cafetería donde todo el menú está en mandarín. Vuelvo a sacar mi dedo y señalo una sopa con pasta y proteína. Me tomo un café. Camino por el malecón que rodea el mar, veo rascacielos con letras gigantes en chino. Llego al International Finance Center (IFC), un edificio bastante alto que en sus tres primeros pisos es un ‘mall’ gigante con gente muy elegante, de trabajo, que caminan de un lado a otro. Los occidentales que veo, que son pocos, tienen más afán que los locales. Raro.

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Le pregunto a ChatGPT cuatro cosas: (i) zona de comida callejera en la ciudad; (ii) ubicación de los templos budistas; (iii) mejores barrios de Hong Kong; y (iv) mejores bares.

Es fin de semana, salgo en busca de la Avenida Nathan Road; dicen que es una calle llena de restaurantes locales. Google Maps es mi amigo para esto. Camino media hora, hace sol y estamos a 36 grados. Me quito la camisa, sin pena, pues veo que muchos lo hacen. Tomo un ferry. Me bajo y camino. De pronto llegó a la Avenida de Canton Road, larga, llena de todas las tiendas de moda. El clima es fuerte y húmedo. Entro a un almacén y compro una camiseta sin mangas de esas que mi novia detesta, pero el calor ya me hace abandonar las formas, los prejuicios y prefiero la comodidad de ser un desconocido. Las cosas son baratas acá dado que Hong Kong es un puerto inmenso. En el caminar me topo con el monasterio Chin Lin, un templo budista. Entro, me arrodillo, sintiendo que estoy vivo. Cierro los ojos y doy gracias al cielo. Me siento libre.

Tengo hambre. Entro a un sitio local donde cuelgan pollos y cerdos caramelizados. Tomo una foto a un plato que se expone en la vitrina y lo pido. La comida es diferente, pero me gusta. Camino de nuevo. Me pierdo. La fácil es tomar un taxi rojo de nuevo. El conductor no me entiende. Le muestro la tarjeta del hotel y sonríe. Le faltan varios dientes y lleva unos anteojos negros de piloto de avión.

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Merezco una ducha, debo trabajar en mis casos. Ya los presenté y quiero ganar. Soy litigante.

Me hace falta ir al espectáculo de luces de la ciudad, donde los rascacielos de Hong Kong se alumbran al tiempo todos los días por 15 minutos a las 8 p.m. Voy al siguiente día. Compró dos cervezas, las meto en mi mochila y me siento en una escalera a ver la noche y las luces. Bello.

Amanece. Tengo hambre. Camino buscando un café. Entro al Central Market y encuentro en una de sus salidas una escalera eléctrica callejera que sube y sube. Llego al barrio Soho, donde me topo con el Hong Kong bohemio. Falta un día para irme y quiero ir a ver la montaña del gran Budha. Desde el teleférico se ve el mar, la ciudad y una estatua de 34 metros en el pico de una montaña. Hong Kong mueve mucho dinero, es moderna, limpia y tiene sabor de noche y de día, para todo.

He decidido tomar un avión a Seúl, Corea del Sur. Cierro el computador. Son las 5 p.m. acá, pero las 4 a.m. en Guayaquil y en Bogotá. Voy a dormir tres horas. Tengo reunión a las 8 a.m., de allá. Soy un nómada digital.

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