Una finca cafetera que se resiste al urbanismo
La expansión de áreas urbanas amenaza el pequeño paraíso de los cultivos de un proyecto de agroturismo en Colombia
Desde la montaña más alta de la aldea Potreritos, donde está enclavada la finca Nuevo Cielo, el colombiano Walter Patiño Patiño ha visto cómo la expansión de áreas urbanas amenaza la vida rural y asedia el pequeño paraíso en el que creció rodeado de los cafetales que hoy proveen su sustento e inspiran un proyecto de agroturismo.
Alerta en región colombiana del Cauca por preocupante situación de violencia
Leer más“El urbanismo nos está apretando por toda parte”, dice Walter mientras mira desde el balcón de su casa parte de Bello, municipio vecino de Medellín, en el que 149 familias, distribuidas en seis veredas, viven del café.
Cuenta que Potreritos está formada por cuatro apellidos: los Patiño, los Correa, los García y los Tobón, quienes son como una especie de ‘caciques de la vereda’ y los que preservan esa zona rural porque “ya en la parte de abajo se volvió ciudad”.
Vivir tan cerca a entornos urbanos y a asentamientos informales en esas pronunciadas laderas le hizo dar mayor importancia a la naturaleza y apropiarse del legado de su abuelo Carlos Enrique Patiño, quien murió a los 104 años y fue uno de los primeros cultivadores de café en la zona.
En su finca, de 1,7 hectáreas y ubicada a 40 minutos de Medellín, tiene unos 10.000 árboles, de los que saca en promedio unas cinco cargas de café, ‘suficiente’ para sostener la marca Bello Café, creada en 2013 después de descubrir en un curso de barismo el potencial de su grano, que antes comercializaba en cooperativas.
Argentina tendrá un "dólar vino" para incentivar exportación y sumar reservas
Leer más“Cuando tuve la primera bolsa con mi café de origen en las manos, lloré como un niño chiquito”, recuerda el caficultor, de 57 años, quien aprendió a transformar el producto y actualmente vende al mes entre 70 y 80 libras tras convertirse en una agroempresa que ya da sus pasos más firmes.
Todo en Bello Café, en esencia, es “muy artesanal” en su fabricación y “muy voz a voz” en su comercialización. Sus clientes son especialmente de Bello y Medellín, y sus bolsas ya llegaron a las tiendas especializadas y a los cafés de la ciudad.
“Ya la gente nos ve en redes, nos busca en los mercados campesinos y habla bien del producto”, comenta mientras prepara un poco de café geisha, que empezó a sembrar junto al bourbon rosado para darle mayor variedad a su cultivo, en el que implementa sombrío natural como una acción que aporta a la mitigación del cambio climático y para “recuperar los suelos”.
Aunque ser uno de los primeros caficultores de Bello que se atrevió a transformar su café lo llena de ‘orgullo’, Walter tiene sueños más ambiciosos; quiere que Nuevo Cielo sea “una finca modelo, pero no en dinero sino en sostenibilidad”, que las aves y las abejas vuelva a proliferar y que sea un espacio amigable con el medioambiente para fomentar el agroturismo.
El costo del maíz presiona al alza el valor del pollo y cerdo
Leer másQuiere que llegue la gente y “aprenda de valores, aprenda de familia y aprenda que las fincas no son solo para el recreo sino también para tener un cultivo sostenible”.
Ya ha recibido a algunos turistas, a los que ha atraído al estar muy cerca del área metropolitana con una ‘experiencia sensorial’ alrededor de la famosa bebida colombiana.
“Esta zona es muy próspera para el turismo”, remarca el emprendedor, quien amplió su visión participando en el programa Método Base de Aceleración (MBA) agroempresarial de la Corporación Interactuar, que impulsa con capacitaciones y créditos a emprendedores y empresarios urbanos y rurales.