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Joe Biden
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, expresó sus dudas sobre el futuro de los dos proyectos de reforma electoral./Oliver Contreras /EFE

Herida de muerte la reforma electoral del presidente Biden

Dos congresistas demócratas han rechazado el cambio que pide el mandatario de EE. UU. La batalla ahora queda en manos del Senado dividido al 50 %

El líder de los demócratas en el Senado, Chuck Schumer, logró el 12 de enero que el proyecto de ley de la reforma electoral pasase a votación en la Cámara Alta y se anotó una victoria frente al filibusterismo, un anacronismo de la política estadounidense que impone la necesidad de una mayoría cualificada en las votaciones en esa cámara para aprobar una legislación. El veterano demócrata lo consiguió circunvalando esa figura con una treta parlamentaria. De poco valió. El rechazo de dos senadores demócratas, los centristas Joe Manchin y Kyrsten Sinema, a cambiar las reglas de juego y permitir que la reforma electoral saliera adelante con mayoría simple (y no 60 votos), dejó herida de muerte una de las reformas estrella de Joe Biden.

Schumer comunicó a las filas de su partido que iba a incluir en la votación para enmendar un proyecto de ley diferente -relacionado con la autoridad de la NASA para alquilar sus instalaciones- la Ley John Lewis de Avance de los Derechos Electorales y la Ley de Libertad para Votar. Antes de ese mediodía, la Cámara daba el visto bueno a la enmienda y por tanto a pasar a votación la ley de reforma electoral, antes del próximo lunes, festividad que conmemora la vida de Martin Luther King.

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La batalla quedaba entonces en manos del Senado, dividido al 50 % entre demócratas y republicanos pero que cuenta con el voto de calidad de desempate de la vicepresidenta de EE. UU., la demócrata Kamala Harris. Aunque, una vez más, el Partido Demócrata y la voluntad legislativa del presidente, estaba secuestrada por Manchin y Sinema. La artimaña utilizada por el veterano Schumer, quien de sobra sabe que no cuenta con 60 votos que aprueben esa legislación en el Senado, estaba diseñada para que cada senador tuviera que expresar su acuerdo o desacuerdo con la reforma del derecho al voto en EE. UU. y así constase en acta. La importancia de esa votación se reflejaba en las palabras de la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi: “Está en juego nada menos que nuestra democracia”, dijo. El broche lo colocaba el astuto Schumer, al declarar: “Entonces, finalmente se llevará a cabo un debate sobre la legislación del derecho al voto por primera vez en este Congreso”.

Sin embargo, el ardid de Schumer resultaría baldío y dejó ver las costuras rotas del Partido Demócrata cuando los dos versos sueltos de ese partido en el Senado, Kyrsten Sinema y Joe Manchin, anunciaban que votarían en contra como denuncia a lo que consideraban un tejemaneje para esquivar el filibusterismo. Por la mañana, Schumer declaraba que, con su manejo de la frustrante situación que impone la necesidad de los tres quintos, se podía lograr “debatir por mayoría simple”, algo que, en su opinión, se ha negado “cuatro veces en los últimos meses porque los republicanos no querían avanzar”.

Joe Biden recorrió el corto espacio que separa la residencia oficial del Capitolio para poner presión a los senadores demócratas y hacer que todos estuvieran en la misma página. Tan simbólica visita no valió de nada. Antes incluso de que el mandatario pusiese un pie en el Congreso, Sinema aseguraba que votaría en contra.

La portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, dijo que la Casa Blanca seguirá luchando para sacar adelante los dos proyectos en el Senado. Las restricciones al voto están afectando a minorías como los afroamericanos y los latinos. El presidente Joe Biden expresó sus dudas sobre el futuro de los dos proyectos de ley que los demócratas quieren sacar adelante para proteger el derecho a voto.