La hija de Lord vigila cementerio británico
Ella mantiene a raya a cualquier persona en el camposanto del estado Hidalgo, en México. Antes, su padre cuidó de ese lugar por 47 años
Con la firmeza de un Guardia Real de la Corona Británica, la mexicana, hija de un Lord, María del Carmen Hernández Skewes, mantiene a raya a cualquier extraño en el primer cementerio británico de América, situado en las montañas del central estado de Hidalgo.
Entre las sombras que generan los enormes árboles del camposanto, en la parte más alta del pueblo minero de Real del Monte, la recia mujer es la centinela de las 767 tumbas con restos de ingleses, irlandeses y escoceses que habitaron y trabajaron las minas de estas tierras en el siglo XIX.
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Leer másDura en su hablar, María del Carmen tomó el lugar de su padre ya fallecido, Inocencio Hernández Lara, ‘Don Chencho’, el cuidador del cementerio y miembro de la Orden del Imperio Británico.
“Para mí es una cosa bonita, porque yo he estado en ese cementerio desde pequeña. Ellos, las personas que están sepultadas, son mis amigos porque yo he logrado ver a algunas de ellas”, asegura la mujer.
El bosque de oyamel cubre verdaderas obras de arte de mampostería y mármol convertidas en lápidas con restos de mineros, personajes británicos que llegaron a estas tierras a explotar las minas de oro y plata.
Aparecen también nombres de chinos, alemanes y la enfermera holandesa N. Zurhaar, quienes acompañaron la oleada de migración minera desde el condado de Cornualles, Inglaterra, y uno que otro mexicano descendiente de los trabajadores de la tierra.
El viento frío de la montaña y el silencio sepulcral del lugar construido en 1830, según registros antiguos, envuelve al cementerio en un aura de misterio y de leyendas contadas por la mujer con sangre británica.
Entre las tumbas alineadas de poniente a oriente, con dirección a Gran Bretaña, se pasea -dice- una pequeña niña vestida de blanco que fue sepultada viva por sus padres y ahora deambula y se enoja cuando hay demasiados visitantes.
“Con uno que otro me he llegado a comunicar, la mujer de negro me platicó su historia, la niña de blanco me dice muy contenta cuando no hay gente, porque ella se molesta que haya gente y me dice qué bueno que estamos solas y no hay nadie”, relata la mujer.
Al lado de su padre -el hombre que por 47 años fue el cuidador del cementerio y en 2006 recibió en agradecimiento la condecoración de Miembro Honorario de la Excelentísima Orden el Imperio Británico firmado por la reina Elizabeth de Inglaterra-, conoció la historia de John Vial, un soldado británico que decidió dejar el pueblo para luchar en la Primera Guerra Mundial.
Además, sabe que también yacen los restos de un minero llamado Richard Bell, homónimo del famoso payaso inglés exitoso en México; la población aseguraba que ahí se encontraba el artista y que la tumba fue colocada de manera contraria al resto en protesta al desprecio que sufrió por su oficio de divertir a la gente.
María del Carmen se sabe de memoria las fechas de cada una de las tumbas y los indicios de símbolos masones y celtas del sitio; y que la reja principal fue construida en 1862 en los primeros talleres de fundición.
El arco de la vida y la muerte y la piedra angular que componen el acceso principal, le recuerda aquel noviembre de 2004, cuando el príncipe Carlos visitó el panteón y la saludó de mano.
“Decían que hay que hacerle una reverencia y no saludarlo de mano, pero yo cuando le hago la reverencia me estira su mano y lo tuve que saludar”, cuenta, pícara la mujer.
Entre sonrisas, cosa rara en ella, no descarta algún día ser declarada como Lady del Imperio Británico, como lo fue su padre Don Chencho, el humilde minero, cuidador de almas británicas.
“Es un orgullo ser hija de Don Chencho, porque mi papá fue una persona muy humilde y la Reina Isabel II de Inglaterra le dio ese título de la Orden del Imperio Britanico, ese título lo tienen los principales allá en Inglaterra”, agrega.
Por ahora, afirma, tiene asegurado un lugar en el panteón, porque sigue abierto a nuevos moradores, siempre y cuando sean descendientes de aquellos valientes mineros o se hayan casado con uno de ellos.
Como todo soldado real, con sus obligaciones bien definidas, cierra la reja principal con candado y se despide la mexicana con alma inglesa.