México: la comunidad indígena que construye su futuro cuidando el bosque
Comuneros han logrado sobreponerse a una crítica situación de pobreza, hambre y violencia construyendo formas originales de organización ejidal
En Chiapas, uno de los estados de México donde crece la deforestación y predomina la tala ilegal, un terreno comunal resalta entre los demás porque sus habitantes -indígenas tzotziles y tzeltales- decidieron hacer a un lado el desmonte (tala) y apostar por el aprovechamiento forestal sustentable.
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Leer másSe trata de Monte Sinaí II El Fénix, un ejido que hace casi 15 años comenzó su andar por la silvicultura sostenible y que hoy cuenta con una empresa forestal comunitaria, un certificado otorgado por el Forest Stewardship Council (FSC) y está a un paso de convertirse en una comunidad instructora sobre manejo forestal.
Santiago Pérez, Abraham Hernández Velazco y Mateo López Sota, los primeros líderes en Monte Sinaí II, llegaron al lugar de diferentes pueblos; habían sido expulsados o desplazados de la región de los Altos de Chiapas, y andaban en busca de un lugar para establecerse.
Durante varios años, los indígenas fundadores del ejido y un grupo de mestizos, que también se encontraba en la región, protagonizaron diversos conflictos territoriales; eso terminó cuando, en 2001, el Tribunal Superior Agrario decidió dotar a cada grupo con tierras separadas. Al ejido Monte Sinaí II se le otorgaron 1.080 hectáreas.
Dar forma a una comunidad forestal
Antes de que la silvicultura formara parte de su historia, la actividad principal del ejido era la agricultura para autoconsumo y la plantación de café.
Fueron varios factores los que llevaron a la comunidad a replantear su relación con el bosque: el paso del huracán Stan (2005), que acabó con 307 hectáreas de sembradío de café en el sureste mexicano; las plagas constantes en sus campos cafetaleros y los problemas legales que enfrentó el ejido por la tala ilegal en su territorio.
El gobierno del estado de Chiapas nos apremió para iniciar el manejo forestal. La comunidad tuvo que adaptarse a la idea de que es mejor conservar los bosques que derribarlos.
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Leer másEl ejido comenzó a recorrer el camino para lograr que la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) aprobara su Plan de Manejo Forestal, documento que es la guía para realizar un aprovechamiento de los recursos maderables y no maderables del bosque, con base en reglas y normativas que permitan la conservación del ecosistema, su regeneración y una disminución de la degradación del suelo.
“Los habitantes afrontaron esas resistencias y aceptaron nuevos desafíos, aunque involucraran un cambio de perspectiva cultural”, explica el doctor Mauricio Guzmán Bracho, investigador de la UNAM, quien realizó una amplia investigación sobre la comunidad titulada La milpa y el bosque. Agencia constructiva del ejido Monte Sinaí II El Fénix.
Para pagar a los técnicos que realizaron los estudios necesarios para el Plan de Manejo Forestal y los trámites, la comunidad recibió el préstamo de un empresario de la región, quien les apoyó también al comprar la primera anualidad de madera que obtuvo el ejido.
A finales del 2006, Monte Sinaí II logró la autorización de su Plan de Manejo Forestal, el cual contempla destinar a la producción maderable 484 hectáreas de las mil ochenta que tiene el ejido. Para garantizar un aprovechamiento forestal sustentable, las 484 hectáreas se dividieron en diez zonas; cada año se selecciona una de ellas para la corta de los árboles. Después en esa área se realizan trabajos para impulsar la regeneración del bosque.
Aprender a cuidar el bosque
Las tierras aptas para la agricultura y la ganadería son de planicies y con suelos profundos, explica René Gómez Orantes, especialista en sociología rural de la Universidad Autónoma de Chapingo y presidente de la organización civil Bosques y Gobernanza. Esas características no se encuentran en Chiapas, por lo que “la vocación del suelo de Chiapas es forestal”.
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Leer másPese a ello, entre 2001 y 2019, el estado de Chiapas perdió 162 mil hectáreas de bosques primarios, de acuerdo con datos de la plataforma Global Forest Watch. Además, de las 680 mil hectáreas con recursos forestales que tiene el estado, solo el 7 % están bajo aprovechamiento forestal maderable legalmente autorizado, de acuerdo con estimaciones realizadas por René Gómez.
Por el contrario -subraya Gómez- la tala ilegal va al alza en la región y está causando un impacto en el mercado de la madera y en los bosques.
La tala ilegal destruye sistemáticamente a los bosques y fortalece a la delincuencia organizada, generando espacios territoriales de ingobernabilidad.
Aprender a trabajar el bosque en forma adecuada no es nada sencillo. Se requieren conocimientos técnicos para, entre otras cosas, saber cuáles son los árboles que pueden ser cortados y conocer cómo derribar un árbol de manera direccional. Lo más difícil -coinciden diversas voces- es emprender un compromiso a largo plazo con el bosque.
Árboles que cobijan el trabajo comunitario
El trabajo forestal abrió el camino para que se formaran otras iniciativas productivas en Monte Sinaí II. Por ejemplo, un colectivo de mujeres integró la empresa Che Cheb Fénix dedicada a la siembra, cuidado y venta de hongos rojos comestibles. Entre sus planes está la comercialización de artesanías.
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Leer másAdemás de la actividad forestal, los habitantes de Monte Sinaí II siembran maíz, frijol y hortalizas para el autoconsumo; producen y comercializan café orgánico y carbón vegetal. Y cuentan con la Unidad de Manejo Ambiental (UMA), para la reproducción del venado cola blanca.
El siguiente paso de la comunidad, de acuerdo con Franco Pérez, es fabricar muebles. Para ello necesitan invertir en maquinaria y capacitación.