Los narcos sortean los controles por la pandemia
El enorme impacto de la COVID-19 en América del Sur afectó también al narcotráfico, que tuvo que adaptarse a mayores controles fronterizos
Desde guantes quirúrgicos hasta mascarillas y entregas de alimentos a domicilio han servido para el contrabando y la distribución de drogas en Sudamérica en los últimos meses, cuando los narcotraficantes se las ingeniaron para evadir las restricciones impuestas en la lucha contra la pandemia de la COVID.
De ello deja constancia el informe anual de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), el órgano de la ONU encargado de vigilar el cumplimiento de los tratados antidrogas, publicado este jueves en Viena.
EE.UU. insiste en vincular al presidente de Honduras con un supuesto narco
Leer más“El enorme impacto de la pandemia de la COVID en América del Sur ha afectado también al narcotráfico, que tuvo que adaptarse a los mayores controles fronterizos” y otras restricciones, indica.
“Las organizaciones delictivas volvieron a demostrar su capacidad de adaptarse a situaciones nuevas. Mientras el acceso a las sustancias fiscalizadas era cada vez más limitado y los precios de drogas como la cocaína aumentaban rápidamente (...), buscaron rutas y técnicas de producción alternativas para mantener activo su negocio”, añade.
La pandemia ha tenido importantes repercusiones en toda la cadena del narcotráfico, desde el cultivo hasta la oferta, pasando por la demanda y la fabricación, y sus efectos se han detectado tanto a nivel de las grandes rutas como en las técnicas del llamado “microtráfico”.
EL MAR Y LAS MASCARILLAS. Así, entre las “rutas alternativas” el mar adquirió un nuevo protagonismo, que pilló a algunas autoridades poco preparadas.
“Los traficantes aprovecharon la limitada capacidad de algunos países para detectar e incautar las sustancias que se trafican a lo largo de las rutas fluviales y del mar”, indica el informe.
También aumentó el uso de aeronaves ligeras, que vuelan a baja altura para evitar los radares, un fenómeno que se observó sobre todo en el contrabando de droga entre Bolivia, Brasil y Perú.
En Chile se descubrió un falso servicio de entrega de alimentos “como fachada para repartir cocaína, cannabis y clonazepam”, mientras que en Brasil se encontraron 1,1 toneladas de cocaína en guantes quirúrgicos transportados en camión, y en Perú, drogas en un envío de mascarillas a Hong Kong (China).
¿Qué sucede en Sudamérica?
Leer másPRECIOS AL ALZA. Los grupos criminales organizados más poderosos han sido los que mejor pudieron anticipar los obstáculos por los cierres de fronteras y controles, y superarlos mediante el acopio de drogas y una mayor fabricación propia de precursores químicos.
Todos estos cambios impactaron en el precio de las drogas, que en general subieron en la venta al consumidor final, aunque “todavía no hay datos oficiales para calcular el aumento exacto”.
Ello a pesar de que la pandemia impactó negativamente también en la demanda y, en consecuencia, cayeron los precios de las materias primas y de precursores necesarios para fabricar la droga.
Según los expertos de la ONU, en general, la fuerte crisis económica que ha desatado el coronavirus tiende a “desplazar los patrones de consumo y tráfico de drogas hacia sustancias más baratas y adictivas”, un fenómeno observado por ejemplo en Chile, con un aumento de productos sintéticos más baratos de fabricar y más fáciles de transportar y distribuir.
MAYOR VULNERABILIDAD. Por otro lado, la pandemia amenaza la necesaria atención de prevención y tratamiento de los drogodependientes, alerta la JIFE.
“Aunque se espera que el impacto económico de la pandemia provoque un aumento de trastornos por consumo de sustancias”, hay riesgo de que los Gobiernos reduzcan los fondos destinados al tratamiento de la drogodependencia a medida que se enfoquen cada vez más en afrontar la crisis económica.
Toda esta situación desatada por el coronavirus, incluidas la saturación de los servicios sanitarios, ha “exacerbado” la vulnerabilidad de los drogodependientes.
En este contexto, la ONU insta a los Gobiernos a intensificar sus esfuerzos, tanto a la hora de dar asistencia y tratamiento a los afectados, como en la lucha contra los grupos del narcotráfico.
Dejan la ruta aérea por la del mar
Las restricciones de movimiento impuestas contra la expansión de la COVID-19 han alterado las rutas aéreas, pero no las marítimas, de tráfico de drogas en América Central, una región donde, advierte la ONU, el narcotráfico sigue provocando “corrupción, violencia e inestabilidad política y social”.
Así se expresa la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefaciente (JIFE) en su informe anual sobre drogas, en el que indica que las incautaciones de droga en 2020 muestran que los narcotraficantes siguen tratando de pasar grandes cantidades de cocaína por mar, desde América del Sur a Europa y EE. UU. El informe de la JIFE se refiere, por ejemplo, al uso de buques portacontendedores, como en el que se localizaron cinco toneladas de cocaína en Costa Rica en febrero del año pasado.
Además de seguir siendo una de las principales rutas de envío de droga desde el sur al norte, la JIFE señala que varios países en América Central también son usados para refinar la cocaína.
El informe recuerda como las maras Salvatrucha y Barrio 18 siguen involucradas en el narcotráfico y la extorsión en El Salvador, Guatemala y Honduras, y advierte de que la organización Bagdad “está expandiendo sus actividades criminales” en Panamá.
La JIFE expresa que los índices de consumo de cocaína en América Central y el Caribe son mucho menores que los de Europa, EE. UU. y América del Sur, pero advierte de que le preocupa el uso de anfetaminas y estimulantes farmacéuticos.