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Odesa
La ciudad portuaria de Odesa continúa brindando refugio temporal a más de 120.000 ucranianos.EFE

Odesa, un refugio para 120.000 desplazados ucranianos pese a los ataques rusos

Esta ciudad portuaria acoge a ciudadanos que han perdido sus hogares por el conflicto bélico

A pesar de los recientes ataques con misiles, la ciudad portuaria de Odesa continúa brindando refugio temporal a más de 120.000 ucranianos desplazados a causa de la guerra, que denuncian la pérdida de su hogar y posesiones en los territorios ocupados por Rusia.

Todos los días se forman largas colas de personas junto al edificio del Liceo № 27, en el centro de la ciudad. Sobre su acceso cuelga un gran cartel donde se les asegura que se les recibe como "huéspedes de Odesa", no como "refugiados".

"Aquí llega gente de todas partes. De Donetsk, de Járkov, de Mykolaiv y Jerson. Todos huyendo de la guerra", explica Anastasia, voluntaria del centro de ayuda humanitaria "Casa Hospitalaria".

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Cada desplazado interno puede recibir aquí un paquete de ayuda cada dos semanas. Alrededor de 700 personas acuden cada día al centro.

"El contenido del paquete no puede conocerse de antemano porque repartimos lo que recibimos", explica una nota en la entrada.

Después de haberlo perdido todo, a estas personas, que perciben un apoyo mensual de apenas 2.000 hryvnias (50 euros, 55 dólares) les sirve cualquier cosa.

Protegidos del sol bajo las tiendas, esperan pacientemente los productos de higiene personal, prendas de vestir o comida que puedan conseguir hoy aquí. La apariencia de calma se resquebraja rápidamente en cuanto se les pide que cuenten sus historias.

"No entiendo de qué quería rescatarnos Rusia", dice Anastasia, una desplazada de Bajmut, con lágrimas en los ojos. "Viajábamos, ganábamos dinero, compramos un apartamento. Teníamos sueños. Ahora no tenemos nada".

La familia de Anastasia, compuesta por seis miembros, había pasado toda su vida en Bajmut. Ahí tenían tres apartamentos. Ahora todos están destruidos.

Su padre y su abuela están postrados en la cama, mientras que su hija sufre dolores intestinales por el estrés por los bombardeos. Son cuatro generaciones que deben convivir en un apartamento con un dormitorio en Odesa, a orillas del mar Negro.

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Es la situación común en la mayoría de los desplazados internos ucranianos, que simplemente no pueden permitirse alquilar algo mejor.

En el muro de los anuncios cuelgan varias ofertas de empleo, pero el número de vacantes es mucho menor que el de desempleados. Encontrar un trabajo bien remunerado es difícil incluso para la población local, dice Anastasia.

Ella fue jefa de contabilidad altamente cualificada. Ahora recurre a trabajos o subempleos de corta duración que encuentra en internet. Dedica el resto del tiempo al voluntariado para ayudar a otras personas en su misma situación.

Larisa, una mujer de unos cincuenta años, huyó de su ciudad natal, Nova Kakhovka, en la región de Jerson. Ocupada desde el primer día de la invasión, se ha convertido poco a poco en "una ciudad fantasma" donde permanecen muy pocos habitantes.

"Los rusos simplemente colocaban su artillería entre las casas y disparaban desde allí. Las paredes temblaban", recuerda.

Luego los rusos irrumpieron en las casas abandonadas y se apoderaron de ellas. "La casa de mi hermana es ahora un desastre, con soldados viviendo allí, robando todo. Es terrible", se lamenta la mujer.

No hay nadie a quien pedir ayuda. "Los colaboracionistas están en el poder", explica Larisa. Su yerno está luchando cerca de Bajmut, mientras ella encuentra alivio trabajando como voluntaria y tejiendo redes de camuflaje para los soldados.

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"Si no fuera por el apoyo de otros voluntarios, hace tiempo que habría saltado del noveno piso", dice.

Su nieto es otra fuente de apoyo. Con su padre en el ejército, el niño coge a veces un fusil de juguete y canta el himno nacional ucraniano. "No era así antes de la invasión. Ahora que nos atacan, sentimos con más fuerza que somos ucranianos", explica.

Para personas como Larisa y Anastasia, la idea de algunas personalidades mediáticas de organizar otro referéndum para determinar el destino de los territorios ocupados es exasperante.

"¿Rusia ha hecho alguna vez algo bueno por mí? No. Todo lo contrario, me quitó todo lo que tenía", subraya Anastasia.

Su familia sabe que Bajmut es "tierra quemada". Pero aún confía en volver allí algún día. "No importa lo que ocurra, sigue siendo nuestro hogar".